Cuentos de Canterbury

 

De los Cuentos de Canterbury, escritos por Geoffrey Chaucer a finales del siglo XIV, se conservan bastantes manuscritos, aunque ninguno de ellos es anterior a 1400. Tras la primera edición de Caxton (1478), la obra tuvo una enorme difusión por toda Europa. Curiosamente la primera traducción española conocida data de 1920.

La colección de cuentos se vertebra alrededor de una peregrinación a Canterbury. Mediante este artificio el autor nos presenta una variedad de temas, tanto sociales como literarios, que configuran todo un equipaje renacentista que sale del medievo. Comienza con un prólogo que es el punto de partida del camino, donde se congregan los peregrinos que encarnan las diferentes clases sociales del momento. Es aquí, en la Posada del Tabardo, antesala del viaje, donde quedan retratados con gran maestría los que irán al santo lugar. De todos ellos sólo veinticuatro llegarán a contar un cuento bajo el arbitraje, unánimemente aceptado, del Posadero.

La estructura de la obra es lineal, un cuento detrás de otro, pero no es recta como no lo es el camino que se hace al cabalgar desde Londres a Canterbury. Se divide en diez tramos que incluyen diferentes relatos, la mayoría de los cuales van precedidos de un prólogo y algunos seguidos de un epílogo. Las peripecias del viaje, como cañamazo para unir los cuentos, afloran cada vez que los peregrinos interrumpen sus historias y dialogan para ayudar a recordar al lector que hay un hilo conductor y una meta a la que llegar. Hasta que interviene el Párroco, desfilan por las páginas de los Cuentos la nobleza, el amor cortés, la religión, las ciencias, el matrimonio, la riqueza y otros aspectos de la vida humana que componen el panorama temático, aderezados de erotismo y humor unas veces, de moralismo otras, y siempre del talento de un creador que supo asimilar la influencia europea de la época —francesa e italiana fundamentalmente— con tal originalidad e ingenio que produce una fascinación de la que el lector moderno no puede sustraer.

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Geoffrey Chaucer

Cuentos de Canterbury

ePUB v1.2

Pepotem 25.06.12

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Título original: The Canterbury Tales

Geoffrey Chaucer, 1391.

Editor original: Pepotem2 (v1.2)

ePub base v2.0

SECCIÓN PRIMERA

Prologo general

Las suaves lluvias de abril han penetrado hasta lo más profundo de la sequía de marzo y empapado todos los vasos con la humedad suficiente para engendrar la flor; el delicado aliento de Céfiro[1] ha avivado en los bosques y campos los tiernos retoños y el joven sol ha recorrido la mitad de su camino en el signo de Aries[2]; las avecillas, que duermen toda la noche con los ojos abiertos, han comenzado a trinar, pues la Naturaleza les despierta los instintos. En esta época la gente siente el ansia de peregrinar, y los piadosos viajeros desean visitar tierras y distantes santuarios en países extranjeros; especialmente desde los lugares más recónditos de los condados ingleses llegan a Canterbury para visitar al bienaventurado y santo mártir[3] que les ayudó cuando estaban enfermos.

Un día, por aquellas fechas del año, a la posada de «El Tabardo», de Southwark[4], en donde me alojaba dispuesto a emprender mi devota peregrinación a Canterbury, llegó al anochecer un grupo de 29 personas. Pertenecían a diversos estamentos, se habían reunido por casualidad, e iban de camino hacia Canterbury.

Las habitaciones y establos eran cómodos y todos recibimos el cuidado más esmerado. En resumen, a la puesta del sol ya había conversado con todos ellos y me habían aceptado en el grupo. Acordamos levantarnos pronto para emprender el viaje como les voy a contar.

Sin embargo, creo conveniente, antes de proseguir la historia, describir, mientras tengo tiempo y ocasión, cómo era cada uno de ellos según yo los veía, quiénes eran, de qué clase social y cómo iban vestidos. Empezaré por el Caballero.

El Caballero era un hombre distinguido. Desde los inicios de su carrera había amado la caballería, la lealtad, honorabilidad, generosidad y buenos modales. Había luchado con bravura al servicio de su rey[5]. Además había viajado más lejos que la mayoría de los hombres de tierras paganas y cristianas. En todas partes se le honraba por su bravura. Había estado en la caída de Alejandría[6]. Casi siempre se le otorgó el lugar de honor con preeminencia a los caballeros de todas las otras naciones cuando estuvo en Prusia[7]. Ningún otro caballero cristiano de su categoría había participado más veces en las incursiones por Lituania y Rusia. También había intervenido en el sitio de Algeciras en Granada, luchado en Benmarin[8] y tomado Ayar y Atalia[9], y en expediciones por el Mediterráneo oriental. Había sobrevivido a 15 mortíferas batallas y entablado combate en Trasimeno para defender la fe en tres torneos, y siempre había dado muerte a su rival. Este distinguido Caballero había asistido al rey de Palacia en sus luchas contra un enemigo pagano en Turquía. Y siempre consiguió una gran reputación. Aunque sobresalía, era prudente y se comportaba con la modestia de una doncella. Nunca se dirigió con descortesía a nadie. A decir verdad, era un perfecto caballero. Por lo que respecta a su apariencia, sus monturas eran excelentes, pero no llevaba vestidos llamativos.