El gaucho Martín Fierro
En El Gaucho Martín Fierro ("la ida"), un gaucho trabajador de las pampas bonaerenses, que vive con su mujer y dos hijos, es reclutado forzosamente para servir en un fortín, para integrar las milicias que luchan defendiendo la frontera argentina contra los indígenas, dejando desamparada a su familia. Su vida de pobreza, es algo muy frecuente en la literatura de la época romantizada; sus experiencias militares no lo son. Al volver, su rancho se encuentra abandonado y su mujer y sus hijos se han perdido. Después, desesperado Martín Fierro mata a un negro en un duelo, lo que lo lleva a convertirse en gaucho matrero fugitivo perseguido por la policía, enfrentándose en batalla contra ellos, consigue un compañero: el sargento Cruz, que inspirado por la valentía de Fierro se une a él en medio de una batalla. Y finalmente huyendo, ambos se ponen en camino al desierto para vivir entre los indios, esperando encontrar allí una vida mejor. Así, concluyendo en que es mejor vivir con los salvajes, que en lo que la 'civilización' les preparaba, termina la primera parte publicada en 1872 con el título "El gaucho Martín Fierro".
Es hoy quizás el libro más famoso de la literatura argentina. La obra seminal de la literatura gauchesca escrita por José Hernández.

José Hernández
El gaucho Martín Fierro
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José Hernández, poeta y político argentino (10 de noviembre de 1834 - 21 de octubre de 1886)
Obra en el dominio público.
Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original de la edición décima cuarta de 1894. Otras ediciones puden tener diferencias.
Prólogo
primer edición (1872)
Señor D. José Zoilo Miguens.
Querido amigo:
Al fin me he decidido a que mi pobre Martín Fierro, que me ha ayudado algunos momentos a alejar el fastidio de la vida del hotel, salga a conocer el mundo, y allá va acogido al amparo de su nombre. No le niegue su protección, usted que conoce bien todos los abusos y todas las desgracias de que es víctima esa clase desheredada de nuestro país.
Es un pobre gaucho, con todas las imperfecciones de forma que el arte tiene todavía entre ellos, y con toda la falta de enlace en sus ideas, en las que no existe siempre una sucesión lógica, descubriéndose frecuentemente entre ellas apenas una relación oculta y remota.
Me he esforzado, sin presumir haberlo conseguido, en presentar un tipo que personificara el carácter de nuestros gauchos, concentrando el modo de ser, de sentir, de pensar y de expresarse que les es peculiar, dotándolo con todos los juegos de su imaginación llena de imágenes y de colorido, con todos los arranques de su altivez, inmoderados hasta el crimen, y con todos los impulsos y arrebatos, hijos de una naturaleza que la educación no ha pulido y suavizado.
Cuantos conozcan con propiedad el original podrán juzgar si hay o no semejanza en la copia.
Quizá la empresa habría sido para mí más fácil, y de mejor éxito, si sólo me hubiera propuesto hacer reír a costa de su ignorancia, como se halla autorizado por el uso en este género de composiciones; pero mi objeto ha sido dibujar a grandes rasgos, aunque fielmente, sus costumbres, sus trabajos, sus hábitos de vida, su índole, sus vicios y sus virtudes; ese conjunto que constituye el cuadro de su fisonomía moral, y los accidentes de su existencia llena de peligros, de inquietudes, de inseguridad, de aventuras y de agitaciones constantes. Y he deseado todo esto, empeñándome en imitar ese estilo abundante en metáforas, que el gaucho usa sin conocer y sin valorar, y su empleo constante de comparaciones tan extrañas como frecuentes; en copiar sus reflexiones con el sello de la originalidad que las distingue y el tinte sombrío de que jamás carecen, revelándose en ellas esa especie de filosofía propia que, sin estudiar, aprende en la misma naturaleza; en respetar la superstición y sus preocupaciones, nacidas y fomentadas por su misma ignorancia; en dibujar el orden de sus impresiones y de sus afectos, que él encubre y disimula estudiosamente; sus desencantos, producidos por su misma condición social, y esa indolencia que le es habitual, hasta llegar a constituir una de las condiciones de su espíritu; en retratar, en fin, lo más fielmente que me fuera posible, con todas sus especialidades propias, ese tipo original de nuestras pampas, tan poco conocido por lo mismo que es difícil estudiarlo, tan erróneamente juzgado muchas veces, y que, al paso que avanzan las conquistas de la civilización, va perdiéndose casi por completo.
Sin duda que todo esto ha sido demasiado desear para tan pocas páginas, pero no se me puede hacer un cargo por el deseo, sino por no haberlo conseguido.
Una palabra más, destinada a disculpar sus defectos. Páselos usted por alto porque quizá no lo sean todos los que a primera vista puedan parecerlo, pues no pocos se encuentran allí como copia o imitación de los que lo son realmente.
Por lo demás, espero, mi amigo, que usted lo juzgará con benignidad, siquiera sea porque Martín Fierro no va de la ciudad a referir a sus compañeros lo que ha visto y admirado en un 25 de Mayo u otra función semejante, referencias algunas de las cuales, como el Fausto y varias otras, son de mucho mérito ciertamente, sino que cuenta sus trabajos, sus desgracias, los azares de su vida de gaucho, y usted no desconoce que el asunto es más difícil de lo que muchos se imaginarán.
Y con lo dicho basta para preámbulo, pues ni Martín Fierro exige más, ni usted gusta mucho de ellos, ni son de la predilección del público, ni se avienen con el carácter de
Su verdadero amigo,
JOSÉ HERNÁNDEZ
I
Aquí me pongo á cantar
Al compás de la vigüela,
Que el hombre que lo desvela
Una pena estraordinaria,
Como la ave solitaria
Con el cantar se consuela.
Pido á los Santos del Cielo
Que ayuden mi pensamiento,
Les pido en este momento
Que voy á cantar mi historia
Me refresquen la memoria
Y aclaren mi entendimiento.
Vengan Santos milagrosos,
Vengan todos en mi ayuda,
Que la lengua se me añuda
Y se me turba la vista;
Pido á mi Dios que me asista
En una ocasión tan ruda.
Yo he visto muchos cantores,
Con famas bien otenidas,
Y que despues de adquiridas
No las quieren sustentar:
Parece que sin largar
Se cansaron en partidas.
Mas ande otro criollo pasa
Martin Fierro ha de pasar,
Nada lo hace recular
Ni las fantasmas lo espantan;
Y dende que todos cantan
Yo tambien quiero cantar.
Cantando me he de morir,
Cantando me han de enterrar,
Y cantando he de llegar
Al pié del Eterno Padre—
Dende el vientre de mi madre
Vine á este mundo á cantar.
Que no se trabe mi lengua
Ni me falte la palabra—
El cantar mi gloria labra
Y poniéndome a cantar,
Cantando me han de encontrar
Aunque la tierra se abra.
Me siento en el plan de un bajo
A cantar un argumento—
Como si soplára un viento
Hago tiritar los pastos—
Con oros, copas y bastos
Juega allí mi pensamiento.
Yo no soy cantor letrao,
Mas si me pongo á cantar
No tengo cuando acabar
Y me envejezco cantando,
Las coplas me van brotando
Como agua de manantial.
Con la guitarra en la mano
Ni las moscas se me arriman,
Naides me pone el pié encima.
Y cuando el pecho se entona,
Hago gemir á la prima
Y llorar á la bordona.
Yo soy toro en mi rodeo
Y torazo en rodeo ageno,
Siempre me tuve por güeno
Y si me quieren probar,
Salgan otros á cantar
Y veremos quién es ménos.
No me hago al lao de la güeya
Aunque vengan degollando,
Con los blandos yo soy blando
Y soy duro con los duros,
Y ninguno en un apuro
Me ha visto andar tutubiando.
En el peligro, qué Cristos?
El corazón se me ensancha,
Pues toda la tierra es cancha,
Y de eso naides se asombre,
El que se tiene por hombre
Ande quiere hace pata ancha.
Soy gaucho, y entiendaló
Como mi lengua lo esplica,
Para mí la tierra es chica
Y pudiera ser mayor
Ni la víbora me pica
Ni quema mi frente el Sol
Nací como nace el peje
En el fondo de la mar;
Naides me puede quitar
Aquello que Dios me dió—
Lo que al mundo truge yo
Del mundo lo he de llevar.
Mi gloria es vivir tan libre
Como el pájaro del Cielo,
No hago nido en este suelo
Ande hay tanto que sufrir;
Y naides me ha de seguir
Cuando yo remuento el vuelo.
Yo no tengo en el amor
Quien me venga con querellas;
Como esas aves tan bellas
Que saltan de rama en rama—
Yo hago en el trébol mi cama,
Y me cubren las estrellas.
Y sepan cuantos escuchan
De mis penas el relato,
Que nunca peléo ni mato
Sino por necesidá;
Y que a tanta alversidá
Solo me arrojó el mal trato.
Y atiendan la relación
Que hace un gaucho perseguido,
Que padre y marido ha sido
Empeñoso y diligente,
Y sin embargo la gente
Lo tiene por un bandido.
II
Ninguno me hable de penas
Porque yo penando vivo,
Y naides se muestre altivo
Aunque en el estribo esté
Que suele quedarse á pié
El gaucho mas alvertido.
Junta esperencia en la vida
Hasta pa dar y prestar
Quien la tiene que pasar
Entre sufrimiento y llanto;
Porque nada enseña tanto
Como el sufrir y el llorar.
Viene el hombre ciego al mundo
Cuartiándolo la esperanza,
Y á poco andar ya lo alcanzan
Las desgracias á empujones;
¡Jué pucha! que trae liciones
El tiempo con sus mudanzas!
Yo he conocido esta tierra
En que el paisano vivía
Y su ranchito tenía
Y sus hijos y mujer......
Era una delicia el ver
Cómo pasaba sus días.
Entonces.... cuando el lucero
Brillaba en el cielo santo,
Y los gallos con su canto
Nos decían que el día llegaba,
A la cocina rumbiaba
El gaucho que era un encanto.
Y sentao junto al jogón
A esperar que venga el día;
Al cimarrón le prendía
Hasta ponerse rechoncho,
Miéntras su china dormía
Tapadita con su poncho.
Y apénas el horizonte
Empezaba á coloriar,
Los pájaros á cantar,
Y las gallinas á apiarse,
Era cosa de largarse
Cada cual á trabajar.
Este se ata las espuelas,
Se sale el otro cantando,
Uno busca un pellón blando,
Este un lazo, otro un rebenque,
Y los pingos relinchando
Los llaman dende el palenque.
El que era pion domador
Enderezaba al corral,
Ande estaba el animal
Bufidos que se las pela....
Y mas malo que su agüela,
Se hacía astillas el bagual.
Y allí el gaucho inteligente,
En cuanto el potro enriendó,
Los cueros le acomodó
Y se le sentó en seguida,
Que el hombre muestra en la vida
La astucia que Dios le dió.
Y en las playas corcobiando
Pedazos se hacía el sotreta
Miéntras él por las paletas
Le jugaba las lloronas,
Y al ruido de las caronas
Salía haciéndose gambetas.
Ah! tiempos!... si era un orgullo
Ver ginetear un paisano—
Cuando era gaucho baquiano
Aunque el potro se boliase,
No había uno que no parase
Con el cabresto en la mano.
Y mientras domaban unos,
Otros al campo salían
Y la hacienda recogían,
Las manadas repuntaban,
Y ansí sin sentir pasaban,
Entretenidos el día.
Y verlos al cair la tarde
En la cocina riunidos,
Con el juego bien prendido
Y mil cosas que contar,
Platicar muy divertidos
Hasta despus de cenar.
Y con el buche bien lleno
Era cosa superior
Irse en brazos del amor
A dormir como la gente,
Pa empezar el día siguiente
Las fainas del día anterior.
¡Recuerdo! ¡Qué maravilla!
Como andaba la gauchada,
Siempre alegre y bien montada
Y dispuesta pa el trabajo...
Pero al presente... barajo!
No se le vé de aporriada.
El gaucho mas infeliz
Tenía tropilla de un pelo,
No le faltaba un consuelo
Y andaba la gente lista...
Teniendo al campo la vista,
Solo vía hacienda y cielo.
Cuando llegaban las yerras,
¡Cosa que daba calor!
Tanto gaucho pialador
Y tironiador sin yel—
¡Ah! tiempos!... pero si en él,
Se ha visto tanto primor.
Aquello no era trabajo,
Mas bien era una junción,
Y después de un güen tirón
En que uno se daba maña,
Pa darle un trago de caña
Solía llamarlo el patrón.
Pues vivía la mamajuana
Siempre bajo la carreta,
Y aquel que no era chancleta,
En cuanto el goyete vía,
Sin miedo se le prendía
Como güérfano á la teta.
Y qué jugadas se armaban
Cuanto estábamos riunidos!
Siempre íbamos prevenidos!
Pues en tales ocasiones
A ayudarle á los piones
Caiban muchos comedidos.
Eran los días del apuro
Y alboroto pa el hembraje,
Pa preparar los potajes
Y osequiar bien á la gente,
Y ansí, pues, muy grandemente,
Pasaba siempre el gauchaje.
Venía la carne con cuero,
La sabrosa carbonada,
Mazamorra bien pisada,
Los pasteles y el güen vino...
Pero ha querido el destino,
Que todo aquello acabára.
Estaba el gaucho en su pago
Con toda seguridá!
Pero aura... barbaridá!
La cosa anda tan fruncida,
Que gasta el pobre la vida
En juir de la autoridá.
Pues si usté pisa en su rancho
Y si el alcalde lo sabe
Lo caza lo mesmo que ave
Aunque su mujer aborte...
No hay tiempo que no se acabe
Ni tiento que no se corte!
Y al punto dése por muerto
Si el alcalde lo bolea,
Pues hay no más se le apea
Con una felpa de palos,—
Y después dicen que es malo
El gaucho si los peléa.
Y el lomo le hinchan á golpes,
Y le rompen la cabeza,
Y luego con lijereza,
Ansí lastimao y todo,
Lo amarran codo con codo
Y pa el cepo lo enderiezan.
Ay comienzan sus desgracias,
Ay principia el pericón;
Porque ya no hay salvación,
Y que usté quiera ó no quiera,
Lo mandan á la frontera
O lo echan á un batallón.
Ansí empezaron mis males
Si gustan... en otros cantos
Les diré lo que he sufrido—
Lo mesmo que los de tantos,
Despues que uno está... perdido
No lo salvan ni los santos.
III
Tuve en mi pago en un tiempo
Hijos, hacienda y mujer,
Pero empecé á padecer,
Me echaron á la frontera,
¡Y qué iba á hallar al volver!
Tan solo hallé la tapera.
Sosegao vivía en mi rancho
Como el pájaro en su nido—
Allí mis hijos queridos,
Iban creciendo á mi lao...
Solo queda al desgraciao
Lamentar el bien perdido.
Mi gala en las pulperías
Era en habiendo más gente,
Ponerme medio caliente,
Pues cuando puntiao me encuentro,
Me salen coplas de adentro
Como agua de la virtiente.
Cantando estaba una vez
En una gran diversión;
Y aprovecho la ocasión
Como quiso el Juez de Paz...
Se presentó, y hay no más
Hizo arriada en montón.
Juyeron los más matreros
Y lograron escapar—
Yo no quise disparar—
Soy manso y no había porqué—
Muy tranquilo me quedé
Y ansí me dejé agarrar.
Allí un gringo con un órgano
Y una mona que bailaba,
Haciéndonos rair estaba,
Cuanto le tocó el arreo—
¡Tan grande el gringo y tan feo!
Lo viera cómo lloraba.
Hasta un inglés zangiador
Que decía en la última guerra,
Que él era de Incalaperra
Y que no quería servir.
Tuvo tambien que juir
A guarecerse en la sierra.
Ni los mirones salvaron
De esa arriada de mi flor-
Fué acoyarao el cantor
Con otros nos mesturaron-
A uno solo, por favor,
Logró salvar la patrona.
Formaron un contingente
Con los que del baile arriaron-
Con otros nos mesturaron-
Que habían agarrao tambien-
Las cosas que aquí se ven
Ni los diablos las pensaron.
A mi el Juez me tomó entre ojos
En la ultima votación-
Me le había hecho el remolón
Y no me arrimé ese día,
Y él dijo que yo servia
A los de la esposición.
Y ansí sufrí ese castigo
Tal vez por culpas agenas-
Que sean malas ó sean güenas
Las listas, siempre me escondo-
Yo soy un gaucho redondo
Y esas cosas no me enllenan.
Al mandarnos nos hicieron
Más promesas que á un altar-
El Juez nos jué á proclamar
Y nos dijo muchas veces:
«Muchachos, á los seis meses
«Los van á ir á revelar.»
Yo llevé un moro de número
Sobresaliente el matucho!
Con él gané en Ayacucho
Más plata que agua bendita-
Siempre el gaucho necesita
Un pingo pa fiarle un pucho.
Y cargué sin dar mas güeltas
Con las prendas que tenía,
Gergas, ponchos, cuanto había
En casa, tuito lo alcé-
A mi china la dejé
Media desnuda ese día.
No me faltaba una guasca,
Esa ocasión eché el resto:
Bozal, maniador, cabresto,
Lazo, bolas y manea...
¡El que hoy tan pobre me vea
Tal vez no crerá todo esto!!
Ansi en mi moro escarciando,
Enderesé á la frontera;
Aparcero! si usté viera
Lo que se llama Cantón...
Ni envidia tengo al ratón
En aquella ratonera.
De los pobres que allí había
A ninguno lo largaron,
Los más viejos rezongaron,
Pero á uno que se quejó
En seguida lo estaquiaron,
Y la cosa se acabó.
En la lista de la tarde
El Jefe nos cantó el punto
Diciendo: «quinientos juntos
«Llevará el que se resierte;
«Lo haremos pitar del juerte,
«Más bien dése por dijunto.»
A naides le dieron armas,
Pues toditas las que había
El Coronel las tenia,
Sigun dijo esa ocasión,
Pa repartirlas el día
En que hubiera una invasión.
Al principio nos dejaron
De haraganes criando sebo,
Pero despues... no me atrevo,
A decir lo que pasaba-
Barajo... si nos trataban
Como se trata á malevos.
Porque todo era jugarle
Por los lomos, con la espada,
Y aunque usté no hiciera nada,
Lo mesmito que en Palermo,
Le daban cada cepiada
Que lo dejaban enfermo.
¡Y qué Indios -ni qué servicio,
No teníamos ni cuartel-
Nos mandaba el Coronel
A trabajar en sus chacras,
Y dejábamos las vacas
Que las llevára el infiel.
Yo primero sembré trigo
Y despues hice un corral,
Corté adobe pa un tapial,
Hice un quincho, corté paja...
La pucha que se trabaja
Sin que le larguen un rial.
Y es lo pior de aquel enriedo
Que si uno anda hinchando el lomo
Se le apéan como un plomo...
¡Quién aguanta aquel infierno!
Si eso es servir al Gobierno,
A mi no me gusta el cómo.
Más de un año nos tuvieron
En esos trabajos duros,-
Y los indios le asiguro
Dentraban cuando querían:
Como no los perseguían
Siempre andaban sin apuro.
A veces decía al volver
Del campo la descubierta
Que estuviéramos alerta,
Que andaba adentro la indiada;
Porque había una rastrillada
O estaba una yegua muerta.
Recién entonces salía
La órden de hacer la riunión-
Y caíbamos al cantón
En pelos y hasta enancaos,
Sin armas, cuatro pelaos
Que íbamos a hacer jabón.
Ay empezaba el afán
Se entiende, de puro vicio,
De enseñarle el ejercicio
A tanto gaucho recluta,
Con un estrutor... qué... bruto!
Que nunca sabía su oficio.
Daban entónces las armas
Pa defender los cantones,
Que eran lanzas y latones
Con ataduras de tiento...
Las de juego no las cuento
Porque no había municiones.
Y un sargento chamuscao
Me contó que las tenían,
Pero que ellos la vendían
Para cazar avestruces;
Y así andaban noche y día
Déle bala á los ñanduces.
Y cuando se iban los Indios
Con lo que habían manotiao,
Salíamos muy apuraos
A perseguirlos de atrás;
Si no se llevaban más
Es porque no habían hallao.
Allí, sí, se ven desgracias
Y lágrimas, y afliciones,
Naides le pida perdones
Al indio -pues donde entra,
Roba y mata cuanto encuentra
Y quema las poblaciones.
No salvan de su juror
Ni los pobres angelitos:
Viejos, mozos y chiquitos
Los mata del mesmo modo-
Que el Indio lo arregla todo
Con la lanza y con los gritos.
Tiemblan las carnes al verlo
Volando al viento la cerda-
La rienda en la mano izquierda
Y la lanza en la derecha-
Ande enderieza abre brecha
Pues no hay lanzazo que pierda.
Hace trotiadas tremendas
Dende el fondo del desierto-
Ansi llega medio muerto
De hambre, de sé y de fatiga;
Pero el Indio es una hormiga
Que día y noche está dispierto.
Sabe manejar las bolas
Como naides las maneja,
Cuanto el contrario se aleja
Manda una bola perdida,
Y si lo alcanza, sin vida,
Es siguro que lo deja.
Y el Indio es como tortuga
De duro para espichar;
Si lo llega á destripar
Ni siquiera se le encoge,
Luego sus tripas recoge,
Y se agacha á disparar.
Hacian el robo á su gusto
Y después se iban de arriba,
Se llevaban las cautivas,
Y nos contaban que á veces
Les descarnaban los pieses,
A las pobrecitas, vivas.
¡Ah! ¡si partía el corazón
Ver tantos males, canejo!
Los perseguiamos de lejos
Sin poder ni galopiar;
¿Y qué habíamos de alcanzar
En unos bichocos viejos?
Nos volvíamos al cantón
A las dos ó tres jornadas,
Sembrando las caballadas;
Y pa que alguno la venda,
Rejuntábamos la hacienda
Que habían dejao resagada.
Una vez entre otras muchas,
Tanto salir al boton,
Nos pegaron un malon
Los indios y una lanciada,
Que la gente acobardada
Quedó dende esa ocasión.
Habían estao escondidos
Aguaitando atrás de un cerro...
¡Lo viera á su amigo Fierro
Aflojar como un blandito!
Salieron como maiz frito
En cuanto sonó un cencerro.
Al punto nos dispusimos
Aunque ellos eran bastantes,
La formamos al istante
Nuestra gente que era poca,
Y golpiándose en la boca
Hicieron fila adelante.
Se vinieron en tropel
Haciendo temblar la tierra.
No soy manco pa la guerra
Pero tuve mi jabon,
Pues iba en un redomon
Que había boliao en la sierra.
¡Qué vocerío! ¡qué barullo!
¡Qué apurar esa carrera!
La indiada todita entera
Dando alaridos cargó-
Jué pucha... y ya nos sacó
Como yeguada matrera.
¡Qué fletes traíban los bábaros!
Como una luz de lijeros-
Hicieron el entrevero
Y en aquella mescolanza,
Este quiero, este no quiero,
Nos escojían con la lanza.
Al que le daban un chuzazo,
Dificultoso es que sane,
En fin, para no echar panes,
Salimos por esas lomas,
Lo mesmo que las palomas,
Al juir de los gavilanes.
Es de almirar la destreza
Con que la lanza manejan!
De perseguir nunca dejan-
Y nos traiban apretaos,
Si queríamos de apuraos,
Salirnos por las orejas.
Y pa mejor de la fiesta
En esa aflición tan suma,
Vino un indio echando espuma,
Y con la lanza en la mano,
Gritando «Acabau cristiano,
Metau el lanza hasta el pluma.»
Tendido en el costillar,
Cimbrando por sobre el brazo
Una lanza como un lazo,
Me atropelló dando gritos-
Si me descuido... el maldito
Me levanta de un lanzazo.
Si me atribulo, ó me encojo
Siguro que no me escapo:
Siempre he sido medio guapo
Pero en aquella ocasión,
Me hacía buya el corazón
Como la garganta al sapo.
Dios le perdone al salvaje
Las ganas que me tenía...
Desaté las tres marías
Y lo engatusé á cabriolas...
Pucha... si no traigo bolas
Me achura el indio ese día.
Era el hijo de un cacique,
Sigun yo lo averigüé-
La verdá del caso jué
Que me tuvo apuradazo,
Hasta que por fin de un bolazo
Del caballo lo bajé.
Ay no más me tiré al suelo
Y lo pisé en las paletas-
Empezó a hacer morisquetas
Y a mesquinar la garganta...
Pero yo hice la obra santa
De hacerlo estirar la geta.
Allí quedó de mojón
Y en su caballo salté
De la indiada disparé,
Pues si me alcanza me mata,
Y al fin me les escapé
Con el hilo de una pata.
IV
Seguiré esta relación,
Aunque pa chorizo es largo:
El que pueda hágase cargo
Cómo andaría de matrero,
Después de salvar el cuero
De aquel trance tan amargo.
Del sueldo nada les cuento,
Porque andaba disparando;
Nosotros de cuando en cuando
Solíamos ladrar de pobres-
Nunca llegaban los cobres
Que se estaban aguardando.
Y andábamos de mugrientos
Que el mirarnos daba horror;
Les juro que era un dolor
Ver esos hombres, ¡por Cristo!
En mi perra vida he visto
Una miseria mayor.
Yo no tenía ni camisa
Ni cosa que se parezca;
Mis trapos sólo pa yesca
Me podían servir al fin...
No hay plaga como un fortin
Para que el hombre padezca.
Poncho, jergas, el apero,
Las prenditas, los botones,
Todo, amigo en los cantones
Jué quedando poco á poco;
Ya me tenían medio loco
La pobreza y los ratones.
Sólo una manta peluda
Era cuanto me quedaba-
La había agenciao á la taba
Y ella me tapaba el bulto-
Yaguané que allí ganaba
No salía... ni con indulto.
Y pa mejor hasta el moro
Se me jué de entre las manos-
No soy lerdo... pero hermano,
Vino el comendante un día
Diciendo que lo quería
«Pa enseñarle á comer grano».
Afigúrese cualquiera
La suerte de este su amigo,
A pié y mostrando el umbligo,
Estropiao, pobre y desnudo;
Ni por castigo se pudo
Hacerse más mal conmigo.
Ansí pasaron los meses,
Y vino el año siguiente,
Y las cosas igualmente
Siguieron del mesmo modo-
Adrede parece todo
Pa atormentar á la gente.
No teníamos más permiso,
Ni otro alivio la gauchada,
Que salir de madrugada,
Cuando no había Indio ninguno,
Campo ajuera á hacer boliadas
Desocando los reyunos.
Y cáibamos al cantón
Con los fletes aplastaos-
Pero á veces medio aviaos
Con plumas y algunos cueros-
Que pronto con el pulpero
Los teníamos negociaos.
Era un amigo del Jefe
Que con un boliche estaba;
Yerba y tabaco nos daba
Por la pluma de avestruz,
Y hasta le hacía ver la luz
Al que un cuero le llevaba.
Solo tenía cuatro frascos
Y unas barricas vacías,
Y a la gente le vendía
Todo cuanto precisaba
Algunos creíban que estaba
Allí la proveduría.
Ah! pulpero habilidoso
Nada le solía faltar-
Ay juna! y para tragar
Tenía un buche de ñandú,
La gente le dió en llamar
«El boliche de virtú.»
Aunque es justo que quien vende
Algún poquito muerda,
Tiraba tanto la cuerda
Que con sus cuatro limetas
El cargaba las carretas
De plumas, cueros y cerda.
Nos tenía aputaos á todos
Con más cuentas que un rosario,
Cuando se anunció un salario
Que iban á dar, ó un socorro-
Pero sabe Dios qué zorro
Se lo comió al comisario.
Pues nunca lo ví llegar,
Y al cabo de muchos días-
En la mesma pulpería
Dieron una buena cuenta-
Que la gente muy contenta
De tan pobre recebía.
Sacaron unos sus prendas,
Que las tenían empeñadas,
Por sus deudas atrasadas
Dieron otros el dinero;
Al fin de fiesta el pulpero,
Se quedó con la mascada.
Yo me arrescosté á un horcón
Dando tiempo á que pagaran,
y poniendo güena cara
Estuve haciéndome el poyo,
A esperar que me llamaran
Para recibir mi boyo.
Pero ahi me puede quedar
Pegao pa siempre al horcón-
Ya era casi la oración
Y ninguno me llamaba-
La cosa se me ñublaba
Y me dentró comezón:
Pa sacarme el entripao
Vi al mayor, y lo fí á hablar-
Yo me lo empecé á atracar,
Y como con poca gana
Le dije: «Tal vez mañana
Acabarán de pagar.»
«-¡Que mañana ni otro día»
Al punto me contestó,
«La paga ya se acabó,
«Siempre has de ser animal»-
Me raí y le dije: «Yo...
«No he recebido ni un rial.»
Se le pusieron los ojos
Que se le querían salir,
Y ay no más volvió á decir
Comiéndome con la vista:
«-¿Y qué querés recebir
«Si no has dentrao en la lista?»
«-Esto si que es amolar»
Dije yo pa mis adentros,
«Ván dos años que me encuentro
«Y hasta aura he visto ni un grullo,
«Dentro en todos los barullos
«Pero en las listas no dentro.»
Vide el pleito mal parao
Y no quise aguardar más...
Es güeno vivir en paz
Con quien nos ha de mandar-
Y reculando pa trás
Me le empezé a retirar.
Supo todo el Comendante
Y me llamó al otro día,
Diciéndome que quería
Averiguar bien las cosas-
Que no era el tiempo de Rosas,
Que aura á naides se debía.
Llamó al cabo y al sargento
Y empezó la indagación
Si había venido al cantón
En tal tiempo ó en tal otro...
Y si había venido en potro,
En reyuno o rodomón.
Y todo era alborotar
Al ñudo, y hacer papel,
Conocí que era pastel
Pa engordar con mi guayaca,
Mas si voy al coronel
Me hacen bramar en la estaca.
¡Ah! hijos de una... la codicia
Ojála les ruempa el saco;
Ni un pedazo de tabaco
Le dán al pobre soldao,
Y lo tienen de delgao,
Más ligero que un guanaco.
Pero qué iba á hacerles yo,
Chavarón en el desierto;
Más bien me daba por muerto
Pa no verme más fundido-
Y me les hacía el dormido
Aunque soy medio despierto.
V
Yo andaba desesperao,
Aguardando una ocasión
Que los indios un malón
Nos dieran y entre el estrago
Hacérmeles cimarrón
Y volverme pa mi pago.
Aquello no era servicio
Ni defender la frontera—
Aquello era ratonera
En que sólo gana el juerte—
Era jugar á la suerte
Con una taba culera.
Allí tuito va al revés:
Los milicos son los piones,
Y andan en las poblaciones
Emprestaos pa trabajar—
Los rejuntan pa peliar
Cuando entran indios ladrones.
Yo he visto en esa milonga
Muchos Jefes con estancia,
Y piones en abundancia,
Y majadas y rodeos;
He visto negocios feos
A pesar de mi inorancia.
Y colijo que no quieren
La barunda componer—
Para eso no ha de tener
El Jefe, que esté de estable,
Más que su poncho, y su sable,
Su caballo y su deber.
Ansina, pues, conociendo
Que aquel mal no tiene cura,
Que tal vez mi sepoltura
Si me quedo iba á encontrar,
Pensé en mandarme mudar
Como cosa más sigura.
Y pa mejor, una noche
Qué estaquiada me pegaron,
Casi me descoyuntaron
Por motivo de una gresca—
¡Ay juna, si me estiraron
Lo mesmo que guasca fresca!
Jamás me puedo olvidar
Lo que esa vez me pasó:—
Dentrando una noche yo
Al fortín, un enganchao,
Que estaba medio mamao,
Allí me desconoció.
Era un gringo tan bozal,
Que nada se le entendía—
¡Quién sabe de ánde sería!
Tal vez no juera cristiano;
Pues lo único que decía
Es que era papolitano.
Estaba de centinela
Y por causa del peludo
Verme más claro no pudo,
Y esa fué la culpa toda—
El bruto se asustó al ñudo
Y fí el pavo de la boda.
Cuando me vido acercar:
«¿Quién vívore?»... preguntó
«Qué vívoras, —dije yo—
«Ha garto» —me pegó el grito:
Y yo dije despacito:
«Más lagarto serás vos».
Ay no más — Cristo me valga!
Rastrillar el jusil siento—
Me agaché, y en el momento
El bruto me largó un chumbo—
Mamao, me tiró sin rumbo
Que si nó, no cuento el cuento.
Por de contao, con el tiro
Se alborotó el avispero—
Los oficiales salieron
Y se empezó la junción—
Quedó en su puesto el nación—
y yo fí al estaquiadero.
Entre cuatro bayonetas
Me tendieron en el suelo—
Vino el mayor medio en pedo,
Y allí se puso á gritar,
«Pícaro te he de enseñar
Andar reclamando sueldos»
De las manos y las patas
Me ataron cuatro cinchones—
Les aguanté los tirones
Sin que ni un ¡ay! se me oyera,
Y al gringo la noche entera
Lo harté con mis maldiciones.
Yo no sé porqué el Gobierno
Nos manda aquí a la frontera,
Gringada que ni siquiera
Se sabe atracar á un pingo—
Si creerá al mandar un gringo
Que nos manda alguna fiera!
No hacen más que dar trabajo
Pues no saben ni ensillar,
No sirven ni pa carniar;
Y yo he visto muchas veces
Que ni voltiadas las reses
Se les querían arrimar.
Y lo pasan sus mercedes
Lengüetiando pico á pico
Hasta que viene un milico
A servirles al asao—
Y eso si, en lo delicaos,
Parecen hijos de rico.
Si hay calor, ya no son gente,
Si yela, todos tiritan—
Si usté no les da, no pitan
Por no gastar en tabaco,—
Y cuando pescan un naco
Uno al otro se lo quitan.
Cuando llueve se acoquinan
Como perro que oye truenos—
Qué diablos —sólo son güenos
Pa vivir entre maricas—
Y nunca se andan con chicas
Para alzar ponchos ajenos.
Pa vichar son como ciegos,
No hay ejemplo de que entiendan,
Ni hay uno solo que aprienda
Al ver un bulto que cruza,
A saber si es avestruza,
O si es ginete, ó hacienda.
Si salen á perseguir
Después de mucho aparato,
Tuitos se pelan al rato
Y va quedando el tendal—
Esto es como en un nidal
Echarle güebos á un gato.
VI
Vamos dentrando recién
A la parte más sentida,
Aunque es todita mi vida
De males una cadena—
A cada alma dolorida
Le gusta cantar sus penas.
Se empezó en aquel entónces
A rejuntar caballada,
Y riunir la milicada
Teniéndola en el Cantón,
Para una despedición
A sorprender á la indiada.
Nos anunciaban que iríamos
Sin carretas ni bagajes
A golpiar á los salvajes
En sus mesmas tolderías—
Que á la güelta pagarían
Licenciándolo al gauchaje.
Que en esta despedicion
Tuviéramos la esperanza,
Que iba á venir sin tardanza,
Según el Jefe contó,
Un menistro o qué sé yo—
Que le llamaban Don Ganza.
Que iba á riunir el Ejército
Y tuitos los batallones—
Y que traiba unos cañones
Con más rayas que un cotin—
Pucha...
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