Habíamos crecido juntos. Me vine para darle una oportunidad de que le concedieran el divorcio. Lo consiguió.
»Pero eso no tiene nada que ver con Ruth. Pensé en recoger todo y salir para El Exterior el año que viene, ella y yo, pero es demasiado tarde. No la mandes de nuevo con su gente, Kid. Es muy duro tener que volver. ¡Piénsalo! Casi cuatro años a base de nuestro bacon, judías, harina y fruta seca, y volver a su pescado y caribú. No es bueno que haya conocido nuestras costumbres, llegar a ver que son mejores que las de su pueblo, y luego volver a ellas. Cuida de ella, Kid, ¿lo harás? No, no lo harás. Tú siempre la eludiste. Y nunca me dijiste por qué viniste a estas tierras. Sé bueno con ella, y mándala a Estados Unidos en cuanto puedas. Pero arréglalo de manera que pueda volver, quizás eche esto de menos.
»Y el niño... Nos ha acercado más, Kid. Espero que sea un chico. ¡Piénsalo! Carne de mi carne, Kid. No debe quedarse en este país. Y, si es una chica, pues tampoco. Vende mis pieles; conseguirás al menos cinco mil, y tengo otras tantas en la compañía. Y administra mis intereses junto con los tuyos. Creo que se resolverá la demanda del tribunal. Cuida de que reciba una buena educación; y Kid, sobre todo, no le dejes volver. Este país no es para hombres blancos.
»Soy un hombre perdido, Kid. Tres o cuatro jornadas más a lo sumo. ¡Debéis seguir! Recuerda, es mi mujer, es mi hijo... ¡Dios mío! ¡Espero que sea un chico! No puedes permanecer a mi lado... Y yo, un moribundo, te ordeno seguir.
—Dame tres días —suplicó Malemute Kid—. Puedes mejorar; algo puede pasar.
—No.
—Sólo tres días.
—Debéis seguir.
—Dos días.
—Son mi mujer y mi hijo, Kid. Tú no lo pedirías.
—Un día.
—¡No, no! Te ordeno...
—Sólo un día, lo podemos ahorrar de la comida, y quizás mate un alce.
—No. Bueno, un día, pero ni un minuto más.
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