Lo inteligente es poner de manifiesto, de vez en cuando, sus defectos y admitir vicios inofensivos, a fin de desviar la envidia y parecer más humano y ascesible. Sólo los dioses y los muertos pueden parecer perfectos impunemente.

LEY N° 47 página 500

NO VAYA MÁS ALLÁ DE SU OBJETIVO ORIGINAL;

AL TRIUNFAR, APRENDA CUÁNDO DETENERSE

El momento del triunfo es a menudo el momento de mayor peligro. En el fragor de la victoria, la arrogancia y un exceso de confianza en sus fuerzas pueden llegar a impulsarlo más allá de la me-ta que se había propuesto en un principio, y al ir demasiado lejos serán más los enemigos que se creará que los que logre vencer. No permita que el éxito se le suba a la cabeza. No hay nada como la estrategia y la planificación cuidadosa. Fíjese un objetivo y, cuando lo alcance, deténgase.

LEY N° 48 página 510

SEA CAMBIANTE EN SU FORMA

Al adoptar una forma definida y tener un plan claro para todo el mundo, usted se convertirá en el blanco de ataques diversos. En lugar de brindar a sus enemigos algo concreto que atacan manténgase flexible, adaptable y en movimiento. Acepte el hecho de que nada es absoluto y de que no existen las leyes fijas. La mejor forma de protegerse es mantenerse tan fluido y amorfo como el agua. Nunca apueste a la estabilidad ni a un orden perdurable. Todo cambia.

BIBLIOGRAFÍA página 525

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CONTENIDO

PREFACIO

La sensación de no tener poder sobre las personas y los

hechos resultarnos insoportable: cuando nos sentimos desvalidos

nos sentimos miserablemente mal. Nadie quiere tener poco

poder; por el contrario, todos aspiramos a poseer una cuota cada

vez mayor. Sin embargo, en el mundo en que vivimos en la

actualidad, resulta peligroso demostrar demasiadas ansias de po-

der o actuar abiertamente para obtenerlo. Debemos mostrarnos

decentes y equitativos. De modo que tenemos que ser muy sutiles,

agradables y simpáticos y, al mismo tiempo, arteros; democráticos

pero engañosos.

Este juego de constante duplicidad se parece muchísimo a las

dinámicas del poder que existían en el maquinador mundo de

las antiguas cortes aristocráticas. A lo largo de la historia, las

cortes siempre fueron formándose alrededor de la persona que

ejercía el poder: un rey, una reina, un emperador o un líder. Los

cortesanos que componían esa corte se encontraban en una

posición particularmente delicada: tenían que servir a sus amos

pero, si se mostraban demasiado aduladores y cortejaban con

demasiada obviedad, los otros integrantes de la corte se volvían

contra ellos. Por lo tanto, los intentos de ganar el favor del amo

debían ser muy sutiles. E incluso los más hábiles cortesanos,

capaces de tales sutilezas, debían protegerse de sus pares que

intrigaban para desplazarlos.

Entretanto, se suponía que la corte representaba la cumbre

de la civilización y del refinamiento. Se desaprobaba cualquier

actitud violenta o abierta que promoviera el poder; los cortesanos

trabajaban de manera silenciosa y secreta contra cualquiera que

recurriese a la fuerza. El gran dilema del cortesano siempre fue el de mostrarse como el paradigma mismo de la elegancia y, al

mismo tiempo, burlar a sus adversarios y desbaratar los planes de

éstos de la forma más sutil y disimulada posible. El cortesano

exitoso aprendía, con el tiempo, a realizar todos sus movimientos

de forma indirecta; si le clavaba un puñal por la espalda a su

contrincante, lo hacía con guantes de terciopelo y con la más

afable de las sonrisas. En lugar de recurrir a la coerción o a la

franca traición, el cortesano perfecto lograba sus objetivos a

través de la seducción, el encanto, el engaño y las estrategias más PREFACIO

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sutiles, planificando siempre sus movimientos por adelantado. La vida en la corte era un juego permanente, que exigía vigilancia

Las cortes son,

incuestionablemente,

constante y agudo pensamiento táctico. Era una guerra civilizada.