Al anochecer, una racha de viento sorprendió al bergantín antes de que hubiese tiempo para arriar velas, y casi lo hizo zozobrar. La ráfaga pasó inmediatamente, sin más daño que la desgarradura de la vela de la cofa del trinquete. Dick Peter ha tratado a Augustus con gran bondad durante todo el día, y ha tenido una larga conversación con él respecto al océano Pacífico y a las islas que había visitado en dicha región. Le preguntó si no le gustaría más ir con los amotinados a una especie de viaje de exploración y de recreo por aquellas zonas, pero le dijo que los marineros iban inclinándose gradualmente en favor de las ideas del piloto. A esto Augustus juzgó oportuno responder que le gustaría mucho una aventura semejante, puesto que no podía hacer nada mejor, siendo preferible cualquier cosa a la vida de piratería.

4 de julio. El barco que se hallaba a la vista resultó ser un pequeño bergantín que venía de Liverpool, y lo dejaron pasar sin molestarlo. Augustus se pasó casi todo el día sobre cubierta, a fin de obtener toda la información que pudiese respecto a las intenciones de los amotinados. Éstos tenían frecuentes y violentas reyertas entre sí, en una de las cuales un arponero, Jim Bonner, fue arrojado por la borda. La banda del piloto iba ganando terreno. Jim Bonner pertenecía a la pandilla del cocinero, de la que era partidario Peter.

5 de julio. Al romper el día se levantó una brisa revuelta del oeste, que al mediodía se convirtió en huracán, de modo que el bergantín tuvo que reducir todo el velamen al cangrejo y al trinquete. Al arriar la vela de la cofa del trinquete, Sims, uno de los marineros que pertenecía a la banda del cocinero, cayó al mar; como estaba muy borracho, se ahogó, sin que nadie hiciese el menor esfuerzo por salvarle. El número total de personas quedaba reducido a trece, a saber: Dick Peter, Seymour, el cocinero negro, Jones, Greely, Hartman Rogers y William Allen, de la partida del cocinero; el piloto, cuyo nombre no supe nunca, Absalom Hicks, Wilson, John Hunt y Richard Parker, del bando del piloto; además, Augustus y yo.

6 de julio. La tempestad duró todo este día, soplando fuertes ráfagas acompañadas de lluvia. El bergantín embarcó una gran cantidad de agua por las costuras de sus tablones, y una de las bombas no ha cesado de funcionar continuamente, viéndose obligado Augustus a hacer su turno también. Justamente al crepúsculo pasó un gran buque muy cerca de nosotros, sin que fuese descubierto hasta que estuvo al alcance de la voz. Era de suponer que el barco fuese aquel sobre el que los amotinados estaban al acecho. El piloto le habló, pero el ruido de la tempestad impidió oír la respuesta. A las once, embarcamos una ola en medio del buque, que arrancó buena parte del antepecho de babor y nos causó otros daños leves. Hacia el amanecer, la tempestad había amainado, y al salir el sol casi no soplaba el viento.

7 de julio. Hubo una fuerte marejada todo este día, durante la cual el bergantín, que es ligero, se balanceó excesivamente, por lo que muchos objetos rodaron sueltos por la cala, como oí claramente desde mi escondrijo. He sufrido mucho a causa del mareo. Peter tuvo una larga conversación con Augustus, y le dijo que dos marineros de su bando, Greely y Allen, se habían pasado al del piloto, decididos a hacerse piratas. Le hizo varias preguntas a Augustus, a quien no comprendió perfectamente. Durante parte de la tarde el buque hacía mucha agua, y poco se podía hacer para remediarlo, pues era ocasionado por la tirantez del bergantín, entrando el agua a través de sus costuras. Con la lona de una vela, que echamos en la parte de abajo de las amuras, conseguimos taponar las vías de agua.

8 de julio. Al salir el sol se levantó una ligera brisa del este, cuando el piloto ordenó poner rumbo al sudoeste, con la intención de dirigirse a alguna de las islas de las Antillas y poner en práctica sus proyectos de piratería. Ni Peter ni el cocinero hicieron oposición alguna, al menos ninguna que se enterase Augustus. Se abandonó toda idea de apoderarse del barco que venía de Cabo Verde. La vía de agua se reducía fácilmente, gracias al trabajo de una bomba que funcionaba cada tres cuartos de hora.