Leviatán

  • Thomas Hobbes
  • INTRODUCCIÓN
  • PRIMERA PARTE: D E L H O M B R E
  • CAPÍTULO II: DE LA IMAGINACIÓN
  • CAPÍTULO III: DE LA CONSECUENCIA O SERIE DE IMAGINACIONES
  • CAPÍTULO IV: DEL LENGUAJE
  • CAPÍTULO V : DE LA RAZÓN Y DE LA CIENCIA
  • CAPÍTULO VI : DEL ORIGEN INTERNO DE LAS MOCIONES VOLUNTARIAS, COMÚNMENTE LLAMADAS "PASIONES", Y TÉRMINOS POR MEDIO DE LOS CUALES SE EXPRESAN
  • CAPÍTULO VII: DE LOS FINES O RESOLUCIONES DEL DISCURSO
  • CAPÍTULO VIII: DE LAS "VIRTUDES" COMÚNMENTE LLAMADAS "INTELECTUALES" Y DE SUS "DEFECTOS" OPUESTOS
  • CAPÍTULO IX: DE LAS DISTINTAS "MATERIAS" DEL "CONOCIMIENTO"
  • CAPÍTULO X: DEL "PODER", DE LA "ESTIMACIÓN", DE LA "`DIGNIDAD", DEL "HONOR" Y DEL "TITULO A LAS COSAS"
  • CAPÍTULO XI: DE LA DIFERENCIA DE "MANERAS"
  • CAPÍTULO XII: DE LA "RELIGIÓN"
  • CAPÍTULO XIII: DE LA "CONDICIÓN NATURAL" DEL GÉNERO RUMANO, EN LO QUE CONCIERNE A SU FELICIDAD Y A SU MISERIA
  • CAPÍTULO XIV: DE LA PRIMERA Y DE LA SEGUNDA "LEYES NATURALES" Y DE LOS "CONTRATOS"
  • CAPÍTULO XV: DE OTRAS LEYES DE NATURALEZA
  • CAPÍTULO XVI: DE LAS "PERSONAS", "AUTORES" Y COSAS PERSONIFICADAS
  • SEGUNDA PARTE: DEL ESTADO
  • CAPÍTULO XVIII: DE LOS "DERECHOS" DE LOS SOBERANOS POR INSTITUCIÓN
  • CAPÍTULO XIX: DE LAS DIVERSAS ESPECIES DE GOBIERNO POR INSTITUCIÓN Y DE LA SUCESIÓN EN EL PODER SOBERANO
  • CAPÍTULO XX: DEL DOMINIO "PATERNAL" Y DEL "DESPÓTICO"
  • CAPÍTULO XXI: DE LA "LIBERTAD" DE LOS SÚBDITOS
  • CAPÍTULO XXII: DE LOS "SISTEMAS" DE SUJECIÓN POLÍTICA Y PRIVADA
  • CAPÍTULO XXIII: DE LOS "MINISTROS PÚBLICOS" DEL PODER SOBERANO
  • CAPÍTULO XXIV: DE LA "NUTRICIÓN" Y "PREPARACIÓN" DE UN ESTADO
  • CAPÍTULO XXV: DEL "CONSEJO"
  • CAPÍTULO XXVI: DE LAS "LEYES CIVILES"
  • CAPÍTULO XXVII: DE LOS "DELITOS", "EXIMENTES" Y "ATENUANTES"
  • CAPÍTULO XXVIII: DE LAS "PENAS" Y DE LAS "RECOMPENSAS"
  • CAPÍTULO XXIX: DE LAS CAUSAS QUE DEBILITAN O TIENDEN A LA "DESINTEGRACIÓN" DE UN ESTADO
  • CAPÍTULO XXX: DE LA "MISIÓN" DEL REPRESENTANTE SOBERANO
  • CAPÍTULO XXXI: DEL "REINO DE DIOS POR NATURALEZA"
  • Thomas Hobbes

    Leviatán

    ÍNDICE

     

    INTRODUCCIÓN

    PRIMERA PARTE: D E L H O M B R E

    CAPÍTULO I: DE LAS SENSACIONES

    CAPÍTULO II: DE LA IMAGINACIÓN

    CAPÍTULO III: DE LA CONSECUENCIA O SERIE DE IMAGINACIONES

    CAPÍTULO IV: DEL LENGUAJE

    CAPÍTULO V : DE LA RAZÓN Y DE LA CIENCIA

    CAPÍTULO VI : DEL ORIGEN INTERNO DE LAS MOCIONES VOLUNTARIAS, COMÚNMENTE LLAMADAS "PASIONES", Y TÉRMINOS POR MEDIO DE LOS CUALES SE EXPRESAN

    CAPÍTULO VII: DE LOS FINES O RESOLUCIONES DEL DISCURSO

    CAPÍTULO VIII: DE LAS "VIRTUDES" COMÚNMENTE LLAMADAS "INTELECTUALES" Y DE SUS "DEFECTOS" OPUESTOS

    CAPÍTULO IX: DE LAS DISTINTAS "MATERIAS" DEL "CONOCIMIENTO"

    CAPÍTULO XI: DE LA DIFERENCIA DE "MANERAS"

    CAPÍTULO XII: DE LA "RELIGIÓN"

    CAPÍTULO XIII: DE LA "CONDICIÓN NATURAL" DEL GÉNERO RUMANO, EN LO QUE CONCIERNE A SU FELICIDAD Y A SU MISERIA

    CAPÍTULO XIV: DE LA PRIMERA Y DE LA SEGUNDA "LEYES NATURALES" Y DE LOS "CONTRATOS"

    CAPÍTULO XV: DE OTRAS LEYES DE NATURALEZA

    CAPÍTULO XVI: DE LAS "PERSONAS", "AUTORES" Y COSAS PERSONIFICADAS

    SEGUNDA PARTE: DEL ESTADO

    CAPÍTULO XVII: DE LAS CAUSAS, GENERACIÓN Y DEFINICIÓN DE UN ESTADO

    CAPÍTULO XVIII: DE LOS "DERECHOS" DE LOS SOBERANOS POR INSTITUCIÓN

    CAPÍTULO XIX: DE LAS DIVERSAS ESPECIES DE GOBIERNO POR INSTITUCIÓN Y DE LA SUCESIÓN EN EL PODER SOBERANO

    CAPÍTULO XX: DEL DOMINIO "PATERNAL" Y DEL "DESPÓTICO"

    CAPÍTULO XXI: DE LA "LIBERTAD" DE LOS SÚBDITOS

    CAPÍTULO XXII: DE LOS "SISTEMAS" DE SUJECIÓN POLÍTICA Y PRIVADA

    CAPÍTULO XXIII: DE LOS "MINISTROS PÚBLICOS" DEL PODER SOBERANO

    CAPÍTULO XXIV: DE LA "NUTRICIÓN" Y "PREPARACIÓN" DE UN ESTADO

    CAPÍTULO XXV: DEL "CONSEJO"

    CAPÍTULO XXVI: DE LAS "LEYES CIVILES"

    CAPÍTULO XXVII: DE LOS "DELITOS", "EXIMENTES" Y "ATENUANTES"

    CAPÍTULO XXVIII: DE LAS "PENAS" Y DE LAS "RECOMPENSAS"

    CAPÍTULO XXIX: DE LAS CAUSAS QUE DEBILITAN O TIENDEN A LA "DESINTEGRACIÓN" DE UN ESTADO

    CAPÍTULO XXX: DE LA "MISIÓN" DEL REPRESENTANTE SOBERANO

    CAPÍTULO XXXI: DEL "REINO DE DIOS POR NATURALEZA"

     

    INTRODUCCIÓN

    La NATURALEZA (el arte con que Dios ha hecho y gobierna el mundo) está imitada de tal modo, como en otras muchas cosas, por el arte del hombre, que éste puede crear un animal artificial. Y siendo la vida un movimiento de miembros cuya iniciación se halla en alguna parte principal de los mismos ¿por qué no podríamos decir que todos los autómatas (artefactos que se mueven a sí mismos por medio de resortes y ruedas como lo hace un reloj) tienen una vida artificial? ¿Qué es en realidad el corazón sino un resorte; y los nervios qué son, sino diversas fibras; y las articulaciones sino varias ruedas que dan movimiento al cuerpo entero tal como el Artífice se lo propuso? El arte va aún más lejos, imitando esta obra racional, que es la más excelsa de la Naturaleza: el hombre. En efecto: gracias al arte se crea ese gran Leviatán que llamamos república o Estado (en latín civitas) que no es sino un hombre artificial, aunque de mayor estatura y robustez que el natural para cuya protección y defensa fue instituido; y en el cual la soberanía es un alma artificial que da vida y movimiento al cuerpo entero; los magistrados y otros funcionarios de la judicatura y ejecución, nexos artificiales; la recompensa y el castigo (mediante los cuales cada nexo y cada miembro vinculado a la sede de la soberanía es inducido a ejecutar su deber) son los nervios que hacen lo mismo en el cuerpo natural; la riqueza y la abundancia de todos los miembros particulares constituyen su potencia; la salus populi (la salvación del pueblo) son sus negocios; los consejeros, que informan sobre cuantas cosas precisa conocer, son la memoria; la equidad y las leyes, una razón y una voluntad artificiales; la concordia, es la salud; la sedición, la enfermedad; la guerra civil, la muerte. Por último, los convenios mediante los cuales las partes de este cuerpo político se crean, combinan y unen entre sí, aseméjanse a aquel fíat, o hagamos al hombre, pronunciado por Dios en la Creación.

    Al describir la naturaleza de este hombre artificial me propongo considerar:

    1° La materia de que consta y el artífice, ambas cosas son el hombre.

    2° Cómo y por qué pactos, se instituye, cuáles son las derechos y el poder justo o la autoridad justa de un soberano; y qué es lo que lo mantiene o lo aniquila.

    3° Qué es un gobierno cristiano.

    Por último qué es el reino de las tinieblas.

    Por lo que respecta al primero existe un hecho acreditado según el cual la sabiduría se adquiere no ya leyendo en los libros sino en los hombres. Como consecuencia aquellas personas que por lo común no pueden dar otra prueba de ser sabios, se complacen mucho en mostrar lo que piensan que han leído en los hombres, mediante despiadadas censuras hechas de los demás a espaldas suyas. Pero existe otro dicho más antiguo, en virtud del cual los hombres pueden aprender a leerse fielmente el uno al otro si se toman la pena de hacerlo: es el nosce te ivsurn, léete a ti mismo: lo cual no se entendía antes en el sentido, ahora usual, de poner coto a la bárbara conducta que los titulares del poder observan con respecto a sus inferiores: o de inducir hombres de baja estofa a una conducta insolente hacia quienes son mejores que ellos. Antes bien, nos enseña que por la semejanza de los pensamientos y de las pasiones de un hombre con los pensamientos y pasiones de otro, quien se mire a sí mismo y considere lo que hace cuando piensa, opina, razona, espera, teme, etc, y por qué razones, podrá leer y saber, por consiguiente, cuáles son los pensamientos y pasiones de los demás hombres en ocasiones parecidas. Me refiero a la similitud de aquellas pasiones que son las mismas en todos los hombres: deseo, temor, esperanza. etc.: no a la semejanza entre los objetos de las pasiones, que son las cosas deseadas, temidas, esperadas, etcétera. Respecto de éstas la constitución individual y la educación particular varían de tal modo y son tan fáciles de sustraer a nuestro conocimiento que los caracteres del corazón humano, borrosos y encubiertos, como están, por el disimulo, la falacia, la, ficción y las erróneas doctrinas, resultan únicamente legibles para quien investiga los corazones. Y aunque, a veces, por las acciones de los hombres descubrimos sus designios, dejar de compararlos con nuestros propios anhelos y de advertir todas las circunstancias que pueden alterarlos, equivale a descifrar sin clave y exponerse al error, por exceso de confianza o de desconfianza, según que el individuo que lee, sea un hombre bueno o malo.

    Aunque un hombre pueda leer a otro por sus acciones, de un modo perfecto, sólo puede hacerlo con sus circunstantes, que son muy pocos. Quien ha de gobernar una nación entera debe leer, en si mismo, no a este o aquel hombre, sino a la humanidad, cosa que resulta más difícil que aprender cualquier idioma o ciencia; cuando yo haya expuesto ordenadamente el resultado de mi propia lectura, los demás no tendrán otra molestia sino la de comprobar si en sí mismos llegan a análogas conclusiones. Porque este género de doctrina no admite otra demostración.

    PRIMERA PARTE: D E L H O M B R E

    C APÍTULO I: DE LAS SENSACIONES

    Por lo que respecta a los pensamientos del hombre quiero considerarlos en primer término singularmente, y luego en su conjunto, es decir, en su dependencia mutua.

    Singularmente cada uno de ellos es una representación o apariencia de cierta cualidad o de otro 'accidente de un cuerpo exterior a nosotros, de lo que comúnmente llamamos objeto. Dicho objeto actúa sobre los ojos, oídos y otras partes del cuerpo humano, y por su diversidad de actuación produce diversidad de apariencias.

    El origen de todo ello es lo que llamamos sensación (en efecto: no existe ninguna concepción en el intelecto humano que antes no haya sido recibida, totalmente o en parte, por los órganos de los sentidos). Todo lo demás deriva de ese elemento primordial.

    Para el objeto que ahora nos proponemos no es muy necesario conocer la causa natural de las sensaciones; ya en otra parte he escrito largamente acerca del particular. No obstante, para llenar en su totalidad las exigencias del método que ahora me ocupa, quiero examinar brevemente, en este lugar, dicha materia.

    La causa de la sensación es el cuerpo externo u objeto que actúa sobre el órgano propio de cada sensación, ya sea de modo inmediato, como en el gusto o en el tacto, o mediatamente como en la vista, el oído y el olfato: dicha acción, por medio de los nervios y otras fibras y membranas del cuerpo, se adentra por éste hasta el cerebro y el corazón, y causa allí una resistencia, reacción o esfuerzo del corazón, para libertarse: esfuerzo que dirigido hacia el exterior, parece ser algo externo. Esta apariencia o fantasía es lo que los hombres llaman sensación, y consiste para el ojo en una luz o color figurado; para el oído en un sonido; para la pituitaria en un olor; para la lengua o el paladar en un sabor; para el resto del cuerpo en calor, frío, dureza, suavidad y otras diversas cualidades que por medio de la sensación discernimos. Todas estas cualidades se denominan sensibles y no son, en el objeto que las causa, sino distintos movimientos en la materia, mediante los cuales actúa ésta diversamente sobre nuestros órganos. En nosotros, cuando somos influidos por ese efecto, no hay tampoco otra cosa sino movimientos (porque el movimiento no produce otra cosa que movimiento). Ahora bien: su apariencia con respecto a nosotros constituye la fantasía, tanto en estado de vigilia como de sueño; y así como cuando oprimimos el oído se produce un rumor, así también los cuerpos que vemos u oímos producen el mismo efecto con su acción tenaz, aunque imperceptible. En efecto, si tales colores o sonidos estuvieran en los cuerpos u objetos que los causan, no podrían ser separados de ellos como lo son por los espejos, y en los ecos mediante la reflexión. De donde resulta evidente que la cosa vista se encuentra en una parte, y la apariencia en otra. Y aunque a cierta distancia lo real, el objeto visto parece revestido por la fantasía que en nosotros produce, lo cierto es que una cosa es el objeto y otra la imagen o fantasía. Así que las sensaciones, en todos los casos, no son otra cosa que fantasía original, causada, como ya he dicho, por la presión, es decir, por los movimientos de las cosas externas sobre nuestros ojos, oídos y otros órganos.

    Ahora bien, las escuelas filosóficas en todas las Universidades de la cristiandad, fundándose sobre ciertos textos de Aristóteles, enseñan otra doctrina, y dicen, por lo que respecta a la visión, que la cosa vista emite de sí, por todas partes, una especie visible, aparición o aspecto, o cosa vista; la recepción de ello por el ojo constituye la visión. Y por lo que respecta a la audición, dicen que la cosa oída emite de sí una especie audible, aspecto o cosa audible, que al penetrar en el oído engendra la audición. Incluso por lo que respecta a la causa de la comprensión, dicen que la cosa comprendida emana de sí una especie inteligible, es decir, un inteligible que al llegar a la comprensión nos hace comprender. No digo esto con propósito de censurar lo que es costumbre en las Universidades, sino porque como posteriormente he de referirme a su misión en el Estado, me interesa haceros ver en todas ocasiones qué cosas deben ser enmendadas al respecto. Entre ellas está la frecuencia con que usan elocuciones desprovistas de significación.

    CAPÍTULO II: DE LA IMAGINACIÓN

    Que cuando una cosa permanece en reposo seguirá manteniéndose así a menos que algo la perturbe, es una verdad de la que nadie duda; pero que cuando una cosa está en movimiento continuará moviéndose eternamente, a menos que algo la detenga, constituye una afirmación no tan fácil de entender, aunque la razón sea idéntica (a saber: que nada puede cambiar por sí mismo). En efecto: los hombres no miden solamente a los demás hombres, sino a todas las otras cosas, por sí mismos: y como ellos mismos se encuentran sujetos, después del movimiento, a la pena y al cansancio, piensan que toda cosa tiende a cesar de moverse y procura reposar por decisión propia; tienen poco en cuenta el hecho de si no existe otro movimiento en el cual consista este deseo de descanso que advierten en sí mismos.