– En un lugar separado de testigos profanos, – él (excelente embajador) utiliza sus estudios y sus cuidados para formarlas.
Por fin el señor de Vaugoubert habló de otra manera que con sus miradas. "¡Quién sabe dijo con melancolía si en el país donde resido existe el mismo asunto!" "Es probable contestó el señor de Charlus, comenzando por el rey Teodosio, aunque no sé nada positivo acerca de él". "¡Oh! No". "Entonces no se debe aparentarlo hasta ese punto. Y tiene modales modositos. Tiene el estilo "querida mía", el estilo que más odio. No me atrevería a andar con él por la calle. Además, debe conocerlo usted por lo que es, es más conocido que la ruda". "Usted se equivoca completamente con él. Es encantador, por otra parte. El día que se firmó el tratado con Francia, el rey me abrazó. Nunca, sentí mayor emoción".
"Era el momento de decirle lo que usted deseaba". "¡Oh, Dios mío! ¡Qué horror! Si solamente hubiese una sospecha. Pero nada temo a ese respecto". Palabras que oí porque no estaba muy lejos y que me hicieron recitar mentalmente:
Le Roi jusqu'à ce jour ignore qui je suis 5 et ce secret tient ma langue enchaînée Ese diálogo, a medias silencioso y a medias hablado, duró pocos instantes, y apenas había dado algunos pasos por los salones con la duquesa de Guermantes, la detuvo una señora, pequeña, morocha y extremadamente bonita:
5 El rey hasta hoy ignora quién soy – y ese secreto encadena mi lengua.
"Quiero hablar con usted. D'Annunzio la ha visto desde un palco y escribió una carta a la princesa de T… donde le dice que nunca vio nada tan hermoso. Daría toda su vida por diez minutos de conversación con usted. De cualquier modo, aunque usted no pueda o no quiera, la carta está en mi poder. Tendría que fijarme usted una cita. Hay cosas secretas que no puedo decirle aquí. Veo que no me reconoce agregó, dirigiéndose a mí; lo he conocido en casa de la princesa de Parma (a cuya casa nunca había ido). El emperador de Rusia quisiera que enviaran a su padre a Petersburgo. Si pudiera venir el martes, justamente ese día estará Isvolski y podría hablar con usted. Tengo que hacerle un regalo, querida agregó volviéndose a la duquesa, que no le haría a nadie sino a usted. Los manuscritos de tres piezas de Ibsen que me mandó con su anciano enfermero. Guardaré una y le daré las dos restantes.
El duque de Guermantes no estaba encantado de esos ofrecimientos. Ignoraba a ciencia cierta si Ibsen o D'Annunzio estaban muertos o vivos; ya veía a escritores y dramaturgos que visitaban a su mujer y la hacían figurar en sus obras. La gente de sociedad se representa habitualmente a los libros como una especie de cubo, una de cuyas caras está levantada, de manera que el autor se apresura para "hacer entrar" a las personas que encuentra.
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