no siguió mi argumento?

—Lo seguí.

—¿Y no le parece lógica, no le parece inevitable, esta conclusión?

—Me parece, sí, me parece… Lo que no veo bien es cómo eso…

—Ya le voy a aclarar… Dije yo: trabajemos todos para el mismo fin, pero separados. Trabajando todos para el mismo fin anarquista, cada uno contribuye con su esfuerzo a la destrucción de las ficciones sociales, que es hacia donde lo dirige, y hacia la creación de la sociedad libre del futuro; y trabajando separados no podemos, de ningún modo, crear tiranía nueva, porque nadie tiene acción sobre otro y no puede, en consecuencia, ni dominándolo, disminuirle la libertad, ni ayudándolo, apagársela.

»Trabajando así separados y con el mismo fin anarquista, tenemos dos ventajas: la del esfuerzo conjunto y la de la no creación de tiranía nueva. Continuamos unidos porque lo estamos moralmente y trabajamos del mismo modo para el mismo fin; seguimos siendo anarquistas, porque cada uno trabaja para la sociedad libre; pero dejamos de ser traidores, voluntarios o involuntarios, a nuestra causa, dejamos incluso de poder serlo, porque nos colocamos, por el trabajo anarquista aislado, fuera de la influencia deletérea de las ficciones sociales, en su reflejo hereditario sobre las cualidades que la Naturaleza dio.

»Es claro que toda esta táctica se aplica a lo que denominé el período de preparación para la revolución social. Arrumadas las defensas burguesas, y reducida la sociedad entera al estado de aceptación de las doctrinas anarquistas, faltando sólo hacer la revolución social, entonces, para el golpe final, es que no puede continuar la acción separada. Pero a esa altura, ya la sociedad libre estará virtualmente alcanzada; ya las cosas serán de otra manera. La táctica a que me refiero sólo dice con respecto a la acción anarquista en medio de la sociedad burguesa, como ahora, como en el grupo al cual yo pertenecía.

»Era ése, ¡por fin!, el verdadero método anarquista. Juntos, nada valíamos que importara, y todavía, encima, nos tiranizábamos y nos perjudicábamos unos a otros y a nuestras teorías. Separados, poco también conseguíamos, pero al menos no perjudicábamos la libertad, no creábamos tiranía nueva; lo que conseguíamos, por poco que fuese, era conseguido realmente, sin desventaja ni pérdida. Y, de más en más, trabajando así, separados, aprendíamos a confiar más en nosotros mismos, a no recostarnos unos sobre otros, a volvernos más libres, a prepararnos, tanto personalmente como a los otros, mediante nuestro ejemplo para el futuro.

»Quedé radiante con este descubrimiento. Fui enseguida a exponérselo a mis camaradas… Fue una de las pocas veces en que fui estúpido en mi vida. ¡Imagine ud. que yo estaba tan colmado con mi descubrimiento que esperaba que ellos estuviesen de acuerdo!…

—No estuvieron de acuerdo, es claro…

—¡Contestaron ásperamente, mi amigo, ásperamente todos! ¡Unos más, otros menos, todo el mundo protestó!… ¡No era eso!… ¡Eso no podía ser!… Pero nadie decía lo que era o lo que tenía que ser. Argumenté y argumenté, y en respuesta a mis argumentos no obtuve sino frases, basura, cosas como esas que los ministros responden en las cámaras cuando no tienen ninguna respuesta… ¡Entonces fue cuando vi con qué animales y con qué cobardones estaba metido! Se desenmascararon. Los de aquella chusma habían nacido para esclavos. Querían ser anarquistas a costa ajena. ¡Querían la libertad, pero que fuesen los otros quienes se la consiguiesen, que les fuese dada como un rey da un título! ¡Casi todos son así, los grandes lacayos!

—¿Y ud. se enojó?

—¡Si me enojé! ¡Me enfurecí! Me puse a dar coces. Di con palos y con piedras. Casi me fui a las manos con dos o tres de ellos. Y acabé por irme. Me aislé. ¡Me vino un enojo con todos aquellos carneros que ud. no se imagina! Casi llegué a descreer del anarquismo. Casi decidí que no me importaba más todo aquello. Pero, pasados unos días, volví en mí. Pensé que el ideal anarquista estaba por encima de estas querellas. ¿Ellos no querían ser anarquistas? Lo sería yo. ¿Ellos querían solamente jugar a los libertaños? No estaba yo para juegos en una cuestión así. ¿Ellos no tenían fuerza para combatir sino recostados unos en los otros, y creando, entre ellos, un simulacro nuevo de la tiranía que decían querer combatir? Pues que lo hiciesen, los necios, si no servían para otra cosa. Yo no iba a ser burgués por tan poco.

»Estaba establecido que, en el verdadero anarquismo, cada uno debe, por sus propias fuerzas, crear libertad y combatir las ficciones sociales.