Tal como debe quedar tiene posibilidades europeas. (No tome esta frase en el sentido del Premio Nobel inmanente).

Algunos días después (20 de enero), dice al mismo destinatario, refiriéndose a proyectos de publicación:

Para esa fecha, que indico como probable para la aparición del libro mayor, deben estar publicados "El banquero anarquista" (con nueva forma y redacción), […]

Y más adelante:

En cuanto a la publicación de "El banquero anarquista" en inglés, tampoco ahí ocurrirá ninguna, creo yo, pero por otras razones, dificultad notable. Si la obra tuviera capacidad de interesar al mercado inglés, el agente literario a quien se la enviara la colocaría más tarde o más temprano.

Este proyecto relativo a su "sátira dialéctica" (como la llama en otra carta, ésta dirigida al director de Contemporánea, José Pacheco, en el mismo año de 1922) no llegaría a concretarse. Pessoa iba a morir, como se sabe, en noviembre de 1935, sin siquiera haber completado la modificación que se proponía hacer y que, tal vez un poco "fingidamente", daba, en enero, como casi realizada.

En realidad, los textos que nos dejó son otros tantos borradores —algunos manuscritos informes, otros mecanografiados con distintos agregados, otros incluso que aparecen dispersos, sin ningún antecedente discursivo que remita a ellos (o que haga suponer que o se perdieron otros textos, eventualmente escritos por Pessoa, o que éste no llegó a producirlos)—, todos ellos sin ninguna indicación rigurosa con respecto al lugar donde podrían ser insertados, o acerca del texto de la versión de 1922 que podrían venir a sustituir.

La misma traducción al inglés iba a quedar postergada. Tanto como es posible apreciar por los textos conocidos, Fernando Pessoa apenas tradujo poco más que página y media del comienzo de su "cuento del raciocinio". Pero, curiosamente, lo hizo a partir del original publicado en Contemporánea, lo que lleva a pensar que hizo esta traducción antes de la modificación prevista o, si no, que había dejado de lado, mientras tanto, la idea de rever y aumentar el texto primitivo, o aun que, por lo menos en la parte inicial, había optado por no alterarlo. (Esto es, por otro lado, práctica habitual en Fernando Pessoa, ampliamente comprobada, por ejemplo, en la edición crítica de los Poemas ingleses hecha por Joao Dionisio: proponer una variante o una nueva versión que después termina por rechazar, optando por la primera redacción del texto).

Por todo esto, me parece de buen criterio no intentar hacer con este conjunto de borradores (aunque algunos de ellos, especialmente los más largos, mecanografiados, representen un significativo enriquecimiento del texto, más despojado, publicado en Contemporánea) un montaje, o sea, una nueva versión puramente virtual, aunque legítima. Me pareció preferible, en contrapartida, agregarlos como apéndice, dándolos a leer y a conocer en toda su corporalidad, y no truncados, como acabaría irremediablemente por ocurrir, si fuesen, forzadamente, insertados en el texto ya conocido.

Por otro lado, estos textos, así presentados, quedan como una invitación a los lectores para que cada uno pueda construir su versión de revisión —siempre posible, a pesar del riesgo de falsear la voluntad del autor— del cuento impreso en 1922 y que, según el mismo Pessoa confiesa amargamente a José Pacheco (en la carta antes citada), "nadie leyó".

No será difícil admitir, con (como) Pessoa, que su "sátira dialéctica" haya pasado inadvertida al inexistente medio culto portugués. Haber sido publicada en una revista no contribuyó, ciertamente, a atraer sobre sí una atención particularizada, aunque la novedad del primer número de Contemporánea pudiera parecer, en principio, jugar a su favor.

Sin embargo, la fortuna póstuma de que el texto ha gozado hace suponer que, por lo menos desde el punto de vista editorial, su relectura se ha impuesto ampliamente. El hecho de tratarse de una de las pocas producciones autónomas pessoanas, publicada en vida del autor (aunque fuera en una revista), podrá justificar, hasta cierto punto, ese interés de los editores.

Pessoa reconoce, además, la escasez de su obra publicada y atribuye a El banquero anarquista una importancia tal que incluye siempre ese título en las extensas listas que, a lo largo de los años, fue trazando de las obras a publicar o a reeditar, en Portugal y en Inglaterra, decidiendo por eso también encarar su modificación.

La invitación a la lectura de esta "sátira" continúa siendo, hoy como entonces, enteramente válida.

En primer lugar, El banquero anarquista se impone como una obra imprescindible para el conocimiento de la práctica literaria y cosmovisión pessoanas. Da cuenta, por un lado, del uso (propio de un escritor que se define a sí mismo como un "raciocinador minucioso y analítico") de una lógica implacable, aunque se asiente, muchas veces, en falacias o argumentos poco ortodoxos (es el caso del hombre que combate la ficción del dinero enriqueciéndose, en nombre de una doctrina que proclama la necesidad de destruir el foso entre ricos y pobres…) y de una implacable ironía (un anarquista que se vuelve banquero, un banquero que se confiesa anarquista…). Y, por otro lado, se nos presenta como un producto que, apareciendo fechado, no deja, paradójicamente, de trasponer las fronteras temporales y de darnos la impresión de una notable actualidad.

Escrito en plena posguerra, en un Portugal político altamente inestable, con los ecos muy próximos de la Revolución Rusa de 1917 (Pessoa se refiere, por otro lado, de manera premonitoria, a lo que de ella resultaría: "Algo que va a atrasar decenas de años la realización de la sociedad libre…", p. 11) y con su influencia ideológica haciéndose sentir a varios niveles). El banquero anarquista toma de esos vientos su inspiración.

La misma biografía pessoana puede proporcionar, igualmente, algunas pistas de lectura, en la medida en que el poeta venía experimentando, en los últimos años, una necesidad cada vez más apremiante de mejorar su situación financiera, o la veleidad de volverse incluso un empresario exitoso.

En 1917-1918, Pessoa funda, con los amigos Geraldo Coelho de Jesús y Augusto Ferreirá Gomes, una firma de comisiones y consignaciones, y en 1921 emprende, por ejemplo, por medio de otra firma, propiedad suya —la editora Olisipo, también agencia de servicios— una serie de contactos con empresas inglesas, como intermediario para la compra y venta de minas en Portugal. Con este negocio, de ser concretado, habría conseguido, posiblemente, su independencia económica: se habría liberado de la ficción del dinero[1]

Pero el fracaso absoluto del emprendimiento puede haber servido para confirmar aquello que Pessoa ciertamente sabía desde muy temprano: que sólo un banquero, un comerciante acaparador, con una total ausencia de escrúpulos y dejando de lado las buenas intenciones, podría aspirar a esa liberación[2].

Es curiosamente en este punto que reside la vulnerabilidad de la propuesta política del cuento, propuesta que, diciéndose anarquista, contradice, ya desde un comienzo, los principios del anarquismo, incluso de un anarcoindividualismo que parecería, a cierta altura, poder ser la ideología defendida por el personaje del banquero: apología del egoísmo y de la competencia desenfrenada y despiadada, de talante ultraliberal; mitologización del dinero, considerado como un compulsivamente buscado objeto de posesión y no transformado, como defendería un "verdadero" libertario, en un simple medio de trueque; ausencia del proyecto de una sociedad nueva o de un nuevo modelo social, necesariamente solidario y anticapitalista.

No debe haber dudas de que Fernando Pessoa se da cuenta de estas contradicciones y de que se sirve de ellas para producir el efecto pretendido. En la biblioteca pessoana se encuentran, por ejemplo, entre muchas otras, tres obras de Gustave Le Bon, así como The Man versus the State, de Herbert Spencer; As doutrínas anarquistas, de Paul Eltzbacher (traducida al portugués por el anarquista Manuel Ribeiro), o la obra de otro conceptuado intelectual anarquista, contemporáneo suyo, Emilio Costa, Vida portuguesa: ilusóes políticas, lo que muestra su conocimiento e interés por el pensamiento y reflexión en el área de la sociología política ligada a las corrientes socialistas, individualistas y anarquistas. La suprema ironía está, además, en esas paradojas, tan al gusto del autor que, recuérdese, pone en la escritura de su muy cercano Bernardo Soares estas dos máximas contradictorias:

El dinero es bello, porque es una liberación. Eres libre si puedes apartarte de los hombres, sin que te obligue a buscarlos la necesidad del dinero […]

Es también en este punto que su "sátira dialéctica" se revela de una modernidad sorprendente: frente al relato que el protagonista hace de su lucha por la conquista del dinero y a las justificaciones que presenta por los atropellos y traiciones a la ideología, se diría que estamos en presencia de la historia de un Bill Gates más del momento. Salta a la vista la premonición pessoana de un mundo cada vez más dominado por la tiranía del dinero, por el vaciamiento ideológico y por la consiguiente desaparición de los principios, sumergidos y subvertidos por los intereses, donde moralidad, lealtad, fraternidad, son palabras vanas y los fines justifican, maquiavélicamente, todos los medios.

El tan actual, y cada vez más proclamado, triunfo de lo económico sobre lo político es irónicamente puesto en perspectiva desde el mismo título —el protagonista es presentado, en primer lugar, como banquero y sólo después, clasificado como anarquista—, especie de sombra que lo acompaña o de mancha cuya existencia, a lo largo del cuento, se esfuerza por explicar.

El banquero, digno representante del homo economicus de fin de siglo, gasta sus energías para encontrar argumentos que contrarían, finalmente, la romántica ideología de la que se dice seguidor. Lo político aparece, así, como pura ficción, a la cual se superpone, mientras tanto, como Pessoa constataba ya en 1922, la real ficción de la economía[3]. Es de ella que el banquero, siendo banquero y siendo, por lo tanto y simultáneamente, también un viejo tirano y también un viejo esclavo de su propio poder, no conseguirá ser liberado.

Con sus fragilidades, dígase, El banquero anarquista constituye, de hecho, un amargo e irónico retrato de su sociedad, nuestra contemporánea, a la cual los textos alternativos y complementarios añadirían, quizás, alguna consistencia, pero no lo volverían más actual, de lo que merece, pues, ser leído por "todo el mundo" y, una vez más todavía, reeditado.

Manuela Parreiro da Silva

Notas

[1] En 1921, recuérdese, había sido fundado el Partido Comunista portugués y se agudizaba, en los últimos años, el conflicto entre bolcheviques y libertarios. El movimiento anarquista había ganado, mientras tanto, un ascendiente apreciable en el seno de los sindicatos y de las clases trabajadoras. La circulación de un diario de carácter anarquista, A Batalha, desde 1919, y las muchas obras de Kropotkin que por esta altura se traducen en Portugal pueden comprobar justamente la fuerza o contrafuerza del movimiento. <<

[2] Se diría que Fernando Pessoa anunciaba a través de su banquero anarquista, a tres o cuatro años de distancia, la figura del célebre Alves Reís, falsario autodidacta, con cuyo Banco, el Angola y Metrópolis, el mismo poeta llegó a entrar en contacto, en 1925, para proponer un negocio… <<

[3] Es interesante verificar que en el mismo año 1922, Pessoa se esfuerza por poner, ya sea a través de textos (como es el caso de uno por él intitulado "Bases para dos proyectos de concentración industrial") o a través de diligencias ante empresarios portugueses (cítense las cartas intercambiadas con el administrador de la Compañía Industrial de Portugal y Colonias), medidas de carácter liberal y capitalista con vistas al desarrollo industrial del país. <<

autor

FERNANDO ANTÓNIO NOGUEIRA PESSOA, más conocido como FERNANDO PESSOA (1888-1935); poeta luso que consiguió introducir en la literatura europea el modernismo portugués, pero que sólo alcanzó reconocimiento tras su muerte, en 1935.

Pessoa nació en Lisboa, pero durante su infancia viajó a Durban, en Suráfrica, donde su padre era cónsul. El inglés se convirtió en su segunda lengua: fue bilingüe y trabajó como traductor técnico; publicó sus primeros poemas en inglés. Al tiempo que trabajó como traductor se convirtió en el principal foco estético de la vanguardia portuguesa y colaboró en diversas publicaciones como Orfeo, órgano de la literatura vanguardista.

Influido por la filosofía de Schopenhauer y de Nietzsche, y por el simbolismo francés, introdujo en su país las corrientes literarias en boga de la época; desde el modernismo al futurismo. No publicó poesía en portugués hasta un año antes de su muerte, cuando apareció una colección de poemas firmados con diferentes nombres, como si fueran distintos alter egos.

Es la suya una obra que verdaderamente puede decirse que representa todos los aspectos diferentes de la personalidad del poeta con su completa variedad de voces y diferentes estilos individuales.

Después de su muerte han aparecido sus Obras Completas publicadas con diferentes nombres. I-Poesías, 1942, de Fernando Pessoa; II-Poesías, 1944, de Alvaro de Campos; III-Poemas, 1946, de Alberto Caeiro; IV-Odas, 1946, de Ricardo Reis; V-Mensajes, 1945; VI-Poemas dramáticos; y VII y VIII-Poesías inéditas. Destaca también El libro del desasosiego (aparecido en 1982), que inició el poeta en 1912 y que se compone de aforismos, divagaciones y fragmentos de su diario…

.