¿Cuál es el problema? Una respuesta sincera para un amigo de verdad.

»“Tú lo sabes —dice Billy Fish—. ¿Cómo puedo contarle algo, a quien lo sabe todo? ¿Cómo pueden casarse con dioses o diablos las hijas de los hombres? No es correcto.”

»Recordé que en la Biblia había algo parecido; pero si después de habernos visto durante tanto tiempo todavía creían que éramos dioses, no era cosa mía sacarlos de su error.

»Un dios lo puede todo —digo—. Si el rey ama a una muchacha no la dejará morir. “Tendrá que morir —dice Billy Fish—. Hay toda clase de dioses y de diablos en estas montañas, y de vez en cuando una muchacha se casa con uno de ellos y nunca más es vista. Además, vosotros dos conocéis la marca grabada en la piedra. Sólo los dioses la conocen. Creíamos que erais hombres hasta que vimos el signo del Maestre.”

»Entonces deseé haberles explicado desde el principio que no conocíamos los genuinos secretos de un Maestre masón; pero no dije nada. Durante toda la noche sonaron los cuernos en un templo pequeño y oscuro a medio camino de la cima de la colina, y oí a una muchacha que lloraba como si la estuvieran matando. Uno de los sacerdotes nos contó que la estaban preparando para casarse con el rey.

»“No voy a aguantar tonterías como esas —dice Dan—. No quiero interferir en vuestras costumbres, pero voy a tomar mujer.” “Está un poco asustada —dice el sacerdote—. Cree que va a morir, y le están infundiendo ánimos en el templo.”

»“Animadla con mucha ternura, entonces —dice Dan—, u os animaré yo a vosotros con la culata de un rifle hasta que no queráis que os animen nunca mas.”

»Se pasó la lengua por los labios, quiero decir Dan, y estuvo andando más de media noche, pensando en la esposa que tendría por la mañana. Yo no estaba nada tranquilo, porque sabía que tratar con una mujer en tierras extrañas, aunque uno sea un rey veinte veces coronado, era inevitablemente peligroso. Me levanté muy temprano por la mañana, mientras Dravot seguía dormido, y vi a los sacerdotes que hablaban en susurros, y a los jefes también, y me miraron de reojo.

»¿Qué pasa, Fish? —le digo al hombre de Bashkai, que estaba completamente envuelto en sus pieles y era una espléndida visión.

»“No estoy seguro —dice él—; pero si puedes lograr que el rey olvide toda esta locura nos harás un gran favor, a él y a mí.”

»Eso lo creo —digo—. Pero tú que has luchado contra y con nosotros, Billy, sabes tan bien como yo que el rey y yo no somos otra cosa que dos de los mejores hombres que Dios Todopoderoso hizo jamás. Y eso es todo, te lo aseguro.

»“Puede ser —dice Billy Fish—, y sin embargo lo sentiría si así fuera. —Deja caer la cabeza sobre sus pieles durante un minuto y piensa—. Rey —dice—, seas hombre o dios o diablo, voy a apoyarte hoy. Veinte de mis hombres están conmigo, y me seguirán. Iremos a Bashkai hasta que pase la tormenta.”

»Por la noche había caído un poco de nieve, y todo estaba blanco excepto los mugrientos nubarrones que avanzaban desde el norte. Dravot salió con su corona en la cabeza, balanceando los brazos y pisando fuerte, y con cara de estar como unas pascuas.

»Por última vez, déjalo, Dan —le digo en un susurro—. Billy Fish dice que habrá jaleo.

»“¿Entre mi gente? —dice Dravot—. Ni hablar. Peachey, eres tonto por no tomar una esposa tú también. ¿Dónde está la muchacha? —dice en voz tan alta como el rebuzno de un burro—. Llamad a todos los jefes y sacerdotes, y dejad que el emperador vea si su esposa le conviene.”

»No hubo que llamar a nadie. Todos estaban allí, apoyados en los rifles y lanzas, en torno al claro en el centro del bosque de pinos. Un montón de sacerdotes bajaron al templo para traer a la chica, y los cuernos sonaron como si fuera para despertar a los muertos. Billy Fish se adelanta despacio, y se colocó tan cerca como pudo de Daniel, y detrás sus veinte hombres, armados con mosquetes. Ninguno medía menos de seis pies.