En el interior de la estancia se oye el tintineo de unos brazaletes.
No sé por qué yo permanecía ante la choza.
El camino, angosto y retorcido, cruza campos de mostaza y bosques de mangos.
Pasa por el templo del pueblo y el mercado junto al río.
Me detuve ante la choza, no sé por qué.
Hace mucho, mucho tiempo, hubo un fresco día de marzo; la primavera suspiraba lánguidamente y las flores del mango caían en el polvo.
El agua tumultuosa saltaba y lamía un cántaro de cobre.
Pienso, no sé por qué, en aquel fresco día de marzo.
Las sombras se hacen más densas, el ganado vuelve a su majada. Una luz gris se extiende sobre la pradera solitaria.
En la orilla, los aldeanos esperan la llegada de la barca.
Lentamente, vuelvo sobre mis pasos.
No sé por qué.
15
Como corre la gacela, embriagada en su propio perfume, hacia la sombra del bosque, así corro yo.
La noche es noche de mayo, la brisa es brisa de mediodía.
Pierdo mi camino, yerro; busco aquello que no puedo encontrar; encuentro aquello que no busco.
Se levanta en mi corazón la imagen de mi deseo, y la veo danzar ante mis ojos.
La centelleante visión asciende.
Intento atraparla, pero se escapa y me deja extraviado.
Busco aquello que no puedo encontrar; encuentro aquello que no busco.
16
Nuestras manos se enlazan, nuestros ojos se buscan. Así empieza la historia de nuestros corazones.
Es noche de marzo iluminada por la luna: el exquisito perfume del henna flota en el aire; mi flauta está abandonada en el suelo y no he terminado la guirnalda de flores.
Este amor nuestro es sencillo como una canción.
Tu velo color de azafrán embriaga mis ojos.
La corona de jazmín que trenzas para mí me alegra el corazón como una alabanza.
Jugamos a dar y a negar, a confesar y a disimular, entre sonrisas y timideces y dulces luchas inútiles.
Este amor nuestro es sencillo como una canción.
No hay ningún misterio más allá del presente, ni anhelo de imposibles: es puro hechizo; no nos aventuramos en la oscura profundidad.
Este amor nuestro es sencillo como una canción.
No nos extraviamos, con las palabras, en un silencio eterno, ni tendemos las manos hacia la nada de las esperanzas imposibles.
Nos basta dar y recibir.
No hemos exprimido las uvas del placer hasta obtener el jugo del dolor.
Este amor nuestro es sencillo como una canción.
17
El pájaro amarillo canta en el árbol de ellos y mi corazón baila de alegría.
Los dos vivimos en el mismo pueblo, y en esto consiste nuestra única dicha.
Sus dos ovejas preferidas vienen a pacer a la sombra de los árboles de nuestro jardín.
Si se pierden en nuestro campo de cebada, las tomo en mis brazos.
Nuestro pueblo se llama Khanjana y Anjana es el nombre del río.
Todo el pueblo sabe mi nombre, y el de ella es Ranjana.
Sólo un prado nos separa.
El enjambre de abejas que habita en nuestro jardín busca la miel en el suyo.
Las flores que echan al agua desde su casa flotan en el arroyo donde nos bañamos.
Cestos de flores secas de kusm vienen desde su prado a nuestro mercado.
Nuestro pueblo se llama Khanjana y Anjana es el nombre del río.
Todo el pueblo sabe mi nombre, y el de ella es Ranjana.
En primavera, el sendero que lleva a su casa está perfumado por las flores del mango.
Cuando su lino está maduro para la cosecha, en nuestro campo florece el cáñamo. Las estrellas que sonríen en su ventana nos iluminan a nosotros con el mismo centelleo. La lluvia que llena su cisterna alegra a nuestro bosque.
Nuestro pueblo se llama Khanjana y Anjana es el nombre del río.
Todo el pueblo sabe mi nombre, y el de ella es Ranjana.
18
Cuando las dos hermanas van por agua, vienen hasta aquí y sonríen.
Sospechan que alguien se esconde tras los árboles, siempre que vienen por agua.
Las dos hermanas, cuando pasan por aquí, se hablan al oído.
Han adivinado el secreto de aquél que se esconde tras los árboles siempre que vienen por agua.
Cuando llegan aquí, sus cántaros se vuelcan súbitamente y el agua se derrama.
Han descubierto que, tras los árboles, un corazón palpita siempre que vienen por agua.
Cuando vienen aquí, las dos hermanas se miran y sonríen.
Sus rápidos piececitos parecen reír. Y ello confunde a aquel que se esconde tras los árboles siempre que ellas vienen por agua.
19
Andabas por el camino que bordea el río con el cántaro lleno a la cadera.
¿Por qué, de pronto, volviste la cabeza y me miraste a través de tu largo velo flotante?
Aquella mirada, escapada de la noche, llegó a mí como una brisa que, después de haber estremecido el agua, se pierde en las sombras de la orilla.
Aquella mirada llegó a mí como el pájaro nocturno que, rápido, entra en la estancia oscura por una ventana abierta y por otra desaparece en la noche.
Te has ocultado como una estrella tras la colina, y yo sigo en el camino.
Pero, ¿por qué te detuviste un momento y me miraste a través del velo, cuando andabas por el camino que bordea el río con el cántaro lleno a la cadera?
20
Día tras día él llega y se va.
Ve y dale esta flor de mi pelo, amigo.
Si te pregunta quién se la envía no se lo digas, te lo ruego, pues si viene es para volverse a ir.
Está sentado bajo un árbol, en el suelo.
Prepárale un lecho de pétalos y hojas, amigo.
Sus ojos están tristes y su mirada pesa en mi corazón.
Nunca dice qué piensa, sólo viene y se va.
21
¿Por qué, al amanecer, el joven viajero vino hasta mi puerta?
Cada vez que entro y salgo lo encuentro allí, y mis ojos son esclavos de su rostro.
No sé si debo hablarle o seguir callando. ¿Por qué ha venido a mi puerta?
Las nubladas noches de junio son sombrías, y el azul del cielo otoñal es muy dulce; pasa, inquieto, el viento de mediodía en los días de primavera.
Su canción siempre ofrece nuevas melodías.
Dejo mi tarea y se me nublan los ojos. ¿Por qué escogió mi puerta?
22
Al pasar rápidamente por mi lado, me rozó el borde de su falda.
Como de una isla ignorada, me llegó de su corazón una súbita y cálida brisa de primavera.
Me acarició un aliento fugitivo, y se desvaneció, como se pierde en el viento el pétalo arrancado a la flor.
Cayó sobre mi corazón como un suspiro de su cuerpo y un susurro de su alma.
23
¿Por qué estás ociosa, jugando con tus brazaletes?
Llena tu cántaro, ya es hora de que entres en casa.
¿Por qué estás ociosa, agitando el agua con las manos, mientras tu mirada caprichosa se entretiene buscando si viene alguien por el camino?
Llena tu cántaro, y entra en casa.
Declina la mañana y el agua oscura se derrama.
Las olas perezosas ríen y murmuran entre sí, jugando.
Las nubes errantes se reúnen en el horizonte sobre las lejanas colinas.
Se detienen perezosamente a contemplar tu rostro y se divierten sonriéndole.
Llena tu cántaro y entra en casa.
24
No guardes sólo para ti el secreto de tu corazón, amiga mía, dímelo, sólo a mí, en secreto.
Susúrrame tu secreto, tú que tienes una sonrisa tan dulce; mis oídos no lo oirán, sólo mi corazón.
La noche es profunda, la casa está silenciosa, los nidos de los pájaros están envueltos por el sueño.
A través de tus lágrimas vacilantes, a través de tus temerosas sonrisas, a través de tu dulce vergüenza y tu tristeza, dime el secreto de tu corazón.
25
– Muchacho, ¿por qué tienes esta mirada enloquecida?
– Debí de beber algún zumo de adormidera para que los ojos se me llenaran de esta locura.
– !Avergüénzate, pues!
– Hay prudentes y hay locos, previsores y despreocupados. Hay ojos que sonríen y ojos que lloran, y mis ojos están llenos de locura.
– Muchacho, ¿por qué estás tan quieto a la sombra de este árbol?
– Mi corazón pesa en mis pies y descanso a la sombra de este árbol.
– !Avergüénzate, pues!
– Unos andan por el camino, otros pasean, algunos son libres, otros están encadenados, y mi corazón pesa en mis pies.
26
– Tomaré lo que quieres darme, nada más te pido.
– Sí, sí, ya te conozco, mendiguito, y sé que quieres cuanto tengo.
– Si me dieras esta pequeña flor la llevaría sobre mi corazón.
– ¿Y si tiene espinas?
– La tomaría también.
– Sí, sí, ya te conozco, mendiguito, y sé que quieres cuanto tengo.
– Una mirada de tus ojos amorosos endulzaría mi vida por toda la eternidad.
– ¿Y si mi mirada fuera cruel?
– Guardaría su herida en mi corazón.
– Sí, sí, ya te conozco, mendiguito, y sé que quieres cuanto tengo.
27
– Cree en el amor, aunque sea una fuente de dolor. No cierres tu corazón.
– Amigo mío, tus palabras son oscuras, no puedo entenderlas.
– El corazón se ha hecho para entregarlo con una lágrima y una canción, amada mía.
– Amigo mío, tus palabras son oscuras, no puedo entenderlas.
– La alegría es frágil como una gota de rocío y muere sonriendo. Pero la pena es poderosa y tenaz. Deja que un doloroso amor despierte en tus ojos.
– Amigo mío, tus palabras son oscuras, no puedo entenderlas.
– El loto prefiere florecer al sol y morir, a estar encerrado en el capullo durante un invierno inacabable.
– Amigo mío, tus palabras son oscuras, no puedo entenderlas.
28
Tu mirada, ansiosa y triste, quiere adivinar mi pensamiento.
También la luna quiere penetrar en el mar.
Conoces toda mi vida, pues nada te escondí. Por ello no sabes nada de mí:
Si mi vida fuera una gema, la rompería en cien pedazos y con ellos haría un collar que pondría en tu cuello.
Si mi vida fuese una simple flor, pequeña y suave, la arrancaría del tallo para colocarla en tu pelo.
Pero mi vida es un corazón, amada mía ¿y cuáles son sus límites?
No conoces las fronteras de este reino, a pesar de reinar en él.
Si mi corazón no fuera más que placer, florecería en una sonrisa feliz y lo comprenderías en un instante.
Si no fuera más que dolor, se derramaría en claras lágrimas y reflejaría en silencio su secreto.
Pero es amor, amada mía.
Su placer y su dolor son infinitos, su miseria y su riqueza son eternas.
Está tan cerca de ti como tu misma vida, pero nunca podrás conocerlo del todo.
29
Háblame, amor mío. Dime las palabras que cantabas.
La noche es oscura, las estrellas se han perdido entre las nubes. El viento suspira sobre las hojas.
Soltaré mis cabellos y mi manto azul me rodeará de noche. Acogeré tu cabeza en mi seno y, en la dulce soledad, hablaré bajo para tu corazón.
Cerraré los ojos para escucharte, sin mirar tu rostro.
Cuando termines tus palabras, permaneceremos silenciosos y quietos.
Sólo los árboles murmurarán en las tinieblas.
Palidecerá la noche y nacerá el día. Nos miraremos a los ojos y volveremos a nuestros distintos caminos.
Háblame, amor mío. Dime las palabras que cantabas.
30
Tú eres la nube del crepúsculo que flota en el cielo de mis sueños.
Te dibujo según los anhelos de mi amor.
Eres mía, y habitas en mis sueños infinitos.
Tus pies se colorean con el fulgor de mi deseo, espigadora de mis cantos vespertinos.
Tus labios tienen el amargor y la dulzura de mi vino de dolor.
Eres mía, y habitas en mis sueños infinitos.
La sombra de mi pasión ha oscurecido tus ojos. Eres la alucinación de mi mirada.
Te he prendido y envuelto en la red de mis cantos, amor mío.
Eres mía, y habitas en mis sueños infinitos.
31
Mi corazón, pájaro del desierto, ha encontrado su cielo en tus ojos.
Son la cuna del alba, el reino de las estrellas.
En su abismo se hunden mis canciones.
Déjame volar en este cielo inmenso y solitario. Déjame hendir sus nubes y desplegar mis alas en su sol.
32
Dime si todo esto es verdad, amado mío, dime si es verdad.
Cuando brilla el relámpago de mis ojos, ¿sombríos nubarrones se acumulan en tu corazón?
¿Es cierto que mis labios te parecen dulces como el florecimiento de tu primer amor?
El recuerdo de los mayos pasados, ¿duerme acaso en mis venas?
¿Se estremece la tierra, como un arpa llena de músicas, cuando la pisan mis pies?
¿Es verdad que al verme el rocío cae de los ojos de la noche y que la luz del alba es dichosa al rodearme?
¿Es verdad, es verdad que tu amor solitario me ha buscado a través de los siglos y los mundos?
¿Y que al hallarme, tu antiguo deseo se apaciguó con mis dulces palabras, con mis ojos, con mis labios y mis cabellos flotantes?
¿Es verdad, pues, que el misterio del Infinito está escrito en esta pequeña frente?
Dime, amado mío, ¿es verdad todo esto?
33
Te amo. Perdóname mi amor. Me apresaste como a un pájaro extraviado.
Mi corazón se estremeció tanto que cayó su velo.
Cúbrelo de piedad, amado, y perdóname mi amor.
Si no puedes amarme, perdóname mi dolor.
No me mires de lejos, con desprecio. Me acurrucaré en mi rincón y no me moveré en toda la noche. Taparé mi vergüenza con mis manos.
No me mires, amado, y perdóname mi dolor.
Si me amas, perdóname mi alegría.
Si mi corazón se precipita en un torrente de felicidad, no te rías de mi peligroso abandono.
Cuando sentada en mi trono te gobierne con la tiranía de mi amor; cuando te conceda mis favores como una diosa, disculpa mi orgullo, y perdóname mi alegría.
34
Amor, no te vayas sin despedirte de mí.
He velado toda la noche, y ahora el sueño pesa sobre mis ojos.
Si duermo, temo perderte.
Amor, no te vayas sin despedirte de mí.
Me sobresalto y tiendo mis manos para tocarte.
Me pregunto: ¿Es un sueño?
¡Si pudiera enredar tus pies con mi corazón y estrecharlos contra mi seno! Amor, no te vayas sin despedirte de mí.
35
Temes que te conozca muy pronto, por ello juegas conmigo.
Me deslumbras con tus risas para esconder tus lágrimas.
Conozco tus argucias.
Nunca dices la palabra que querrías decir.
Temes que no te estime, por ello me huyes de mil maneras.
Temes que te confunda con la multitud, por ello te apartas.
Conozco tus argucias.
Nunca vas por donde querrías ir.
Pides más que los otros, porque eres callada.
Con juguetona despreocupación evitas mis regalos.
Conozco tus argucias.
Nunca aceptas lo que querrías aceptar.
36
Murmuró: ‘Amor mío, mírame en los ojos’.
Refunfuñé y le dije: ‘Vete’. Pero no se movió.
Seguía junto a mí y me cogió las manos en las suyas. Le dije: ‘Déjame’. Pero no se fue.
Acercó su rostro al mío. Le miré y le dije: ‘¿No te da vergüenza?’ Pero no se movió.
Sus labios rozaron mi mejilla.
Me estremecí y le dije: ‘Eres demasiado atrevido’. Pero no se avergonzó.
Me puso una flor en el pelo. Le dije: ‘Es inútil’.
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