¡Con que... en el cielo raso! ¡Eso es muy curioso... en el cielo raso!...
Se puso a fumar en silencio, envolviéndose en una nube de humo. Cuando llegamos a Épinay-sur-Orge, tuve que darle un golpe en el hombro para despertarlo de su sueño y traerlo de vuelta al andén.
Allí, el magistrado y su secretario nos saludaron, dándonos a entender que ya nos habían visto lo suficiente; luego subieron rápidamente a un cabriolé[27] que los esperaba.
–¿Cuánto tiempo se tarda en ir a pie de aquí hasta el castillo de Glandier? – le preguntó Rouletabille a un empleado del ferrocarril.
–Una hora y media, una hora cuarenta y cinco sin apurarse -respondió el hombre.
Rouletabille miró el cielo, lo encontró conveniente para él y, sin duda, para mí, porque me tomó del brazo y me dijo:
–¡Vamos!... Necesito caminar.
–¿Y bien? – le pregunté. ¿Se va desembrollando el asunto?
–¡Oh! – exclamó. ¡Oh! ¡No hay nada desembrollado en absoluto!... ¡Está aún más embrollado que antes! Pero tengo una idea.
–Dígala.
–¡Oh! No puedo decir nada por el momento... Mi idea es una cuestión de vida o muerte para dos personas por lo menos.
–¿Cree que hay cómplices?
–No lo creo...
Nos quedamos callados un instante; luego continuó:
–Es una suerte que hayamos encontrado a ese juez de instrucción a su secretario... ¡Vio! ¿Qué le había dicho sobre el revólver?... Tenía la cabeza inclinada hacia el camino, las manos en los bolsillos, y silbaba. Al cabo de un instante, lo oí murmurar:
–¡Pobre mujer!...
–¿Se lamenta por la señorita Stangerson?...
–Sí, es una mujer muy noble y muy digna de piedad... Tiene mucho, muchísimo carácter... Me imagino... Me imagino...
–¿Conoce, pues, a la señorita Stangerson?
–Yo, para nada... Sólo la vi una vez...
–¿Por qué dijo que tiene mucho carácter?
–Porque supo enfrentar al asesino, porque se defendió con valor, y, sobre todo, sobre todo, por la bala en el cielo raso.
Miré a Rouletabille, preguntándome in petto[28] si se estaba burlando de mí o si se había vuelto loco de repente. Pero me di cuenta de que el muchacho nunca había tenido menos ganas de reír que en ese momento, y el brillo inteligente de sus pequeños ojos redondos me dio seguridad acerca del estado de su mente. Y, además, ya me había acostumbrado un poco a sus frases cortadas... cortadas para mí, que a menudo no encontraba en ellas más que incoherencia y misterio hasta que, con unas pocas frases rápidas y precisas, me permitía retomar el hilo de su pensamiento. Entonces todo se aclaraba de pronto: las palabras que había dicho, y que me habían parecido carentes de sentido, se unían con una facilidad y una lógica tal que no podía comprender cómo no lo había entendido antes.
[22] La revista es un espectáculo teatral, de asunto humorístico, que alterna números de baile y de canto. Por su índole popular y picaresca, es considerada un género menor.
[23] El título de la obra es una alusión al lema de la comedia latina (y casi podría decirse, de la comedia en general) Castigat Ridendo Mores, que significa “corregir las costumbres a través de la risa”.
[24] Porte-Saint-Martin y Odéon eran dos teatros parisinos. En el primero, se representaban melodramas sentimentales, en tanto el segundo apuntaba a un público de mayor rigor intelectual. De ahí, los respectivos calificativos de romántico y pensativo.
[25] El autor utiliza en este caso una expresión inventada, faits diversiers, formada a partir de faits divers ('información general'), por lo cual he optado por la traducción informadora generales.
[26] La expresión en bandós es un galicismo ampliamente utilizado en castellano para designar un tipo de peinado femenino característico de la época. En él, el cabello, dividido con raya al medio, se distribuye en dos ondas que cubren la sien y la oreja.
[27] Un cabriolé es un coche de caballos ligero, de dos ruedas, que tiene una capota plegable.
[28] In petto significa “para mis adentros”, en italiano en el original.
4. "EN EL SENO DE UNA NATURALEZA SALVAJE"
El castillo de Glandier es uno de los más antiguos de la región de Île-de-France, donde todavía se alzan tantos ilustres monumentos de la época feudal. Construido en el corazón de los bosques, durante el reinado de Felipe el Hermoso[29], se levanta a unos cientos de metros del camino que va del pueblo de Sainte-Geneviéve-des-Bois a Montlhéry. Cúmulo de construcciones disparatadas, se halla dominado por un torreón[30]. Cuando el visitante sube los escalones oscilantes de ese antiguo torreón y desemboca en la pequeña plataforma donde, en el siglo XVII, Georges-Philibert de Séquigny, señor del Glandier, Maisons-Neuves y otros lugares, hizo edificar la actual linterna[31] -de un abominable estilo rococó[32] – puede divisar, a tres leguas[33] de allí, por encima del valle y de la llanura, la orgullosa torre de Montlhéry. El torreón y la torre todavía se miran, después de tantos siglos, y parece que se cuentan, por encima de las verdes florestas o de los bosques muertos, las más antiguas leyendas de la historia de Francia. Se dice que el torreón del Glandier vela por una sombra heroica y santa, la de la buena patrona de París, ante quien retrocedió Atila[34].
1 comment