Por falta de obediencia mereces que te nieguen lo que niegas.

CORDELIA

El tiempo mostrará toda doblez: si encubre, luego ríe con desdén.

¡Ventura tengáis!

REY DE FRANCIA

Vamos, mi bella Cordelia.

Salen [el REY DE] FRANCIA y CORDELIA.

GONERIL

Hermana, tengo cosas que decirte de lo que tanto nos concierne. Creo que nuestro padre se va esta noche.

REGAN

Desde luego, y contigo. El mes que viene, conmigo.

GONERIL

Ya ves qué veleidosa es la vejez. Y lo que hemos presenciado ha sido poco. Siempre quiso más a nuestra hermana y ahora está a la vista con qué insensatez la rechaza.

REGAN

Es lo malo de la edad. Aunque la verdad es que nunca supo dominarse.

GONERIL

Si en su época mejor fue siempre arrebatado, de su vejez ya podemos esperar no sólo los vicios de un carácter arraigado, sino también la tozudez que trae consigo la débil e iracunda ancianidad.

REGAN

Nos exponemos a arranques tan imprevistos como el destierro de Kent.

GONERll..

Ya sólo queda el acto de despedida al Rey de Francia. Pongámonos de acuerdo. Si nuestro padre conserva autoridad de la manera que ha mostrado, su renuncia nos dará disgustos.

REGAN

Lo pensaremos.

GONERIL

Hay que hacer algo, y ya.

Salen.

I-2

Entra [EDMOND, el] bastardo.

EDMOND

Naturaleza, tú eres mi diosa; a tu ley ofrendo mis servicios. ¿Por qué he de someterme a la tiranía de la costumbre y permitir que me excluyan los distingos de las gentes porque soy unos doce o catorce meses menor que mi hermano? ¿Por qué «bastardo» o «indigno», cuando mi cuerpo está tan bien formado, mi ánimo es tan noble y mi aspecto tan gentil como en los hijos de una dama honrada? ¿Por qué nuestra marca de «indigno», de «indignidad, bastardía…indigno, indigno», cuando engendramos en furtivo deleite natural nos da más ardor y energía que la que en cama floja y desganada emplean entre el sueño y la vigilia para crear una tribu de memos?

Conque, legítimo Edgar, tus tierras serán mías. El amor de nuestro padre se reparte entre el bastardo Edmond y el legítimo.

¡Valiente palabra, «legítimo»! Pues bien, mi «legítimo», si esta carta surte efecto y se realiza mi plan, Edmond el indigno será el legítimo. Medro. Prospero. y ahora, dioses, ¡asistid a los bastardos!

Entra GLOSTER.

GLOSTER

¿Kent desterrado así? ¿Y el rey de Francia marchó enfurecido? ¿Y el rey se fue anoche, con su poder limitado y reducido a un subsidio? ¿Y todo de golpe? ¿Qué hay, Edmond? ¿Alguna noticia?

EDMOND

Con vuestro permiso, ninguna.

GLOSTER

¿Por qué te afanas tanto en guardar esa carta?

EDMOND

No tengo noticias, señor.

GLOSTER

¿Qué papel leías?

EDMOND

Nada, señor.

GLOSTER

¿No? Entonces, ¿a qué viene esa prisa por meterla el bolsillo? La nada es de tal índole que no le hace falta esconderse. A ver. ¡Vamos! Si no es nada, no tendré que leerla.

EDMOND

Perdón, señor, os lo ruego. Es una carta de mi hermano que no he terminado de ver y, por lo que dice, no creo conveniente que vos la leáis.

GLOSTER

Dame la carta.

EDMOND

Será tanto agravio retenerla como dárosla. Por lo q he leído, lo que dice es censurable.

GLOSTER

¡Vamos, dámela!

EDMOND

Espero que le justifique el haberla escrito para probar mi virtud.

GLOSTER [lee]

«Este hábito de venerar la vejez nos amarga los mejores años de nuestra vida y nos priva de nuestros bien hasta que la edad no nos deja gozarlos. Esta opresión de la tiránica vejez empiezo a sentirla como una servidumbre estúpida y vana, pues domina no por su poder sino porque la sufrimos. Ven a verme y hablaremos más de esto. Si nuestro padre se durmiera hasta que le despertase, tú disfrutarías de la mitad de sus rentas para siempre y vivirías en el afecto de tu hermano

Edgar.» ¡Mm…! ¡Conspiración! «Si se durmiera hasta que yo le despertase, tú disfrutarías de la mitad de sus rentas». ¡Mi hijo Edgar! ¿Tuvo mano para escribir esto? ¿Corazón y cerebro para concebirlo? ¿Cuándo te llegó? ¿Quién la trajo?

EDMOND

No me la trajeron, señor. Ahí está la astucia. La echaron por la ventana de mi cuarto.

GLOSTER

¿Reconoces la letra de tu hermano?

EDMOND

Señor, si se tratara de algo bueno, juraría que es la suya, pero siendo lo que es, yo diría que no.

GLOSTER

Es la suya.

EDMOND

Señor, es su letra; aunque espero que su corazón no esté en la carta.

GLOSTER

¿Nunca te ha sondeado en este asunto?

EDMOND

Nunca, señor. Pero a menudo le he oído decir que es justo que si el hijo está en su plenitud y el padre decae, el padre debe ser tutelado por el hijo y el hijo administrar las rentas.

GLOSTER

¡Ah, infame, infame! ¡La misma idea que en la carta! ¡Miserable! ¡Canalla desnaturalizado, odioso, brutal! ¡Peor que brutal! ¡Vamos, búscale! Voy a detenerle. ¡lnfame aborrecible! ¿Dónde está?

EDMOND

No lo sé de cierto, señor. Si tenéis a bien suspender vuestro furor contra mi hermano hasta poder cercioraros con él mismo de su intento, iríais sobre seguro; en cambio, si procedéis con vehemencia contra él, interpretándole mal, abriréis una gran brecha en vuestra honra y romperéis su obediencia hasta la entraña. Apostaría mi vida a que ha escrito eso para probar mi afecto por vos y no con un fin perverso.

GLOSTER

¿Eso crees?

EDMOND

Si Vuestra Señoría lo estima oportuno, os situaré donde nos oigáis hablar de ello y, tras la prueba auditiva, quedaréis convencido. Y todo esta misma tarde.

GLOSTER

No puede ser un monstruo así.* Edmond, búscale. Te lo ruego, insinúate con él. Dispón el asunto según tu criterio.