Eran fugitivos y criminales exiliados. Como eran conocidos, si se arriesgaban a ir más lejos, corrían el riesgo de que los capturaran y ejecutaran en otras ciudades civilizadas de Barsoom. Finalmente, los persuadí para que me dejaran transferir sus cerebros a los cuerpos de los estúpidos monos blancos que habitaban la ciudad. Les prometí que más tarde restituiría sus cerebros a los cuerpos de otros hombres rojos, utilizándolos en mi conquista de Barsoom.

Carter recordó a los monos de vendadas cabezas en el vecino laboratorio y a los hombres rojos con los cráneos trepanados en el pozo de las ratas. Comenzaba a entender un poco, luego recordó a Joog.

—Pero, ¿y el Gigante? —preguntó John Carter—. ¿Cómo fue hecho?

Pew Mogel se mantuvo en silencio un rato; luego habló:

—Joog lo hice pieza a pieza a lo largo de los años, con los huesos, tejidos y órganos de mil hombres rojos y monos blancos que vinieron voluntariamente a mí o fueron capturados. También su cerebro es producto de los cerebros de diez mil hombres rojos y monos blancos. Dentro de Joog he bombeado el suero autoreparador de tejidos.

«El gigante es prácticamente indestructible. ¡Ni balas o disparos de cañón pueden detenerle! —Pew Mogel sonrió y retorció su barbilla sin pelo.

«¡Pensad qué poder tendrán mis monos soldados! —exclamó soltando un chorro de babas—. Cada uno dotado con la fuerza de un mono. Con sus cuatro manos podrán usar más armas que un hombre ordinario y dentro de sus cráneos funcionarán los cerebros de seres humanos.

«Con Joog y mi ejército de monos blancos seré fuerte y dominaré todo Barsoom —hizo una pausa y luego añadió—: He de conseguir más hierro para armas más grandes.

Después Pew Mogel se alzó de su trono lleno de excitación.

—Preferiría conquistaros pacíficamente, adquiriendo el hierro de Helium como pago por la devolución de Dejah Thoris sana y salva. Pero el Jeddak y tú, John Carter, me forzáis a otras alternativas. Sin embargo, os daré otra oportunidad para hacerlo pacíficamente —dijo.

La mano de Pew Mogel se movió hacia el brazo derecho de su trono y pulsó otra protuberancia. Una bella mujer apareció a la vista. Era Dejah Thoris.

A la vista de la princesa encadenada a otro pilar, John Carter empalideció.

Saltó hacia adelante para liberarla.

Sus músculos terrestres le ayudaron a cubrir fácilmente la distancia en un salto; pero a medio camino de su salto, Dejah Thoris y Tars Tarkas vieron al terrestre detenerse en medio del aire como si hubiera chocado con toda su fuerza contra alguna barrera invisible. Medio desvanecido, cayó al suelo.

Dejah Thoris gritó. Tars Tarkas tiró de sus cadenas. Lentamente el terrestre se puso en pie, sacudiendo su cuerpo como algún majestuoso animal. Con la espada golpeó la barrera que había aparecido entre él y el trono.

Pew Mogel rió ásperamente.

—Estás atrapado, John Carter. E] cristal invisible contra el que has chocado es otra invención del gran Ras Thavas que yo adquirí. Es indestructible.

—Desde ahí presenciarás la tortura de tu princesa a no ser que ella acceda a firmar una nota para su padre pidiéndole la rendición de Helium ante mí.

El terrestre miró a su princesa, a menos de cinco metros de él. Dejah Thoris levantó orgullosamente la cabeza y miró hacia otro lado en silenciosa respuesta a las demandas de Pew Mogel sobre la traición a su pueblo.

Pew Mogel la miró furioso y dio una orden a su mono. El blanco bruto se acercó lentamente hacia Dejah Thoris. Asiendo su cabello con una garra forzó su cabeza atrás hasta que pudo verle la cara. Sus brutales rasgos estaban a dos centímetros de ella.

—Pide la rendición de Helium —silabeó Pew Mogel—, y tendrás tu libertad.

—¡Nunca! —La palabra pareció golpearle. Pew Mogel dio otra orden al mono. La criatura plantó sus gruesos y colgantes labios sobre los de la princesa. Dejah Thoris intentó separarse de su abrazo mientras Tars Tarkas tiraba frenéticamente de sus cadenas de acero. La joven se desmayó.

El terrestre golpeó de nuevo fútilmente la barrera invisible.

¡Loco! —rugió Pew Mogel—. Te he dado la oportunidad de recuperar a tu princesa si me dabas todo el hierro de Helium pero tú y el Jeddak habéis pretendido desafiarme y rescatar a Dejah Thoris sin pagarme el precio que os pedí para devolverla a salvo.