Lo que he dicho.

ZAPATERA. Pues si dices tú, más digo yo y puedes enterarte, y todos los del pueblo, que hace cuatro meses que se fue mi marido y no cederé a nadie jamás, porque una mujer casada debe estarse en su sitio como Dios manda. Y que no me asusto de nadie, ¿lo oyes?, que yo tengo la sangre de mi abuelo, que esté en gloria, que fue desbravador de caballos y lo que se dice un hombre. Decente fui y decente lo seré. Me comprometí con mi marido. Pues hasta la muerte. (Don Mirlo sale por la puerta rápidamente y haciendo señas que indican una relación entre él y la Zapatera.)

MOZO DEL SOMBRERO. (Levantándose.) Tengo tanto coraje que agarraría un toro de los cuernos, le haría hincar la cerviz en las arenas y después me comería sus sesos crudos con estos dientes míos, en la seguridad de no hartarme de morder. (Sale rápidamente y don Mirlo huye hacia la izquierda.)

ZAPATERA. (Con las manos en la cabeza.) Jesús, Jesús, Jesús y Jesús. (Se sienta.)

ESCENA II

Zapatera y Niño.

Por la puerta entra el Niño, se dirige a la Zapatera y le tapa los ojos.

NIÑO. ¿Quién soy yo?

ZAPATERA. Mi niño, pastorcillo de Belén.

NIÑO. Ya estoy aquí. (Se besan.)

ZAPATERA. ¿Vienes por la meriendita?

NIÑO. Si tú me la quieres dar…

ZAPATERA. Hoy tengo una onza de chocolate.

NIÑO. ¿Sí? A mí me gusta mucho estar en tu casa.

ZAPATERA. (Dándole la onza.) Porque eres interesadillo…

NIÑO. ¿Interesadillo? ¿Ves este cardenal que tengo en la rodilla?

ZAPATERA. ¿A ver? (Se sienta en una silla baja y toma al Niño en brazos.)

NIÑO. Pues me lo ha hecho el Lunillo porque estaba cantando… las coplas que te han sacado y yo le pegué en la cara, y entonces él me tiró una piedra que, ¡plaff!, mira.

ZAPATERA. ¿Te duele mucho?

NIÑO. Ahora no, pero he llorado.

ZAPATERA. No hagas caso ninguno de lo que dicen.

NIÑO. Es que eran cosas muy indecentes. Cosas indecentes que yo sé decir, ¿sabes? pero que no quiero decir.

ZAPATERA. (Riéndose.) Porque si las dices cojo un pimiento picante y lo pongo la lengua como un ascua. (Ríen.)

NIÑO.