¿Por qué me has querido? ¡Fantasiosa, fantasiosa, fantasiosa!

ZAPATERA. (Levantándose.) ¡Cállate! No me hagas hablar más de lo prudente y ponte a tu obligación. ¡Parece mentira! (Dos Vecinas con mantilla cruzan la ventana sonriendo.) ¿Quién me lo iba a decir, viejo pellejo, que me ibas a dar tal pago? ¡Pégame, si te parece, anda, tírame el martillo!

ZAPATERO. Ay, mujer… no me des escándalos, ¡mira que viene la gente! ¡Ay, Dios mío! (Las dos Vecinas vuelven a cruzar.)

ZAPATERA. Yo me he rebajado. ¡Tonta, tonta, tonta! Maldito sea mi compadre Manuel, malditos sean los vecinos, tonta, tonta, tonta. (Sale golpeándose la cabexa.)

ESCENA IV

Zapatero, Vecina Roja y Niño.

ZAPATERO. (Mirándose en un espejo y contándose las arrugas.) Una, dos, tres, cuatro… y mil. (Guarda el espejo.) Pero me está muy bien empleado, sí señor. Porque vamos a ver: ¿por qué me habré casado? Yo debí haber comprendido, después de leer tantas novelas, que las mujeres les gustan a todos los hombres, pero todos los hombres no les gustan a todas las mujeres. ¡Con lo bien que yo estaba! Mi hermana, mi hermana tiene la culpa, mi hermana que se empeñó: ¡«que si te vas a quedar solo», que si qué sé yo! Y esto es mi ruina. ¡Mal rayo parta a mi hermana, que en paz descanse! (Fuera se oyen voces.) ¿Qué será?

VECINA ROJA. (En la ventana y con gran brío. La acompañan sus Hijas vestidas del mismo color.) Buenas tardes.

ZAPATERO. (Rascándose la cabeza.) Buenas tardes.

VECINA. Dile a tu mujer que salga. Niñas, ¿queréis no llorar más? ¡Qué salga, a ver si por delante de mí casca tanto como por detrás!

ZAPATERO. ¡Ay, vecina de mi alma, no me dé usted escándalos, por los clavitos de Nuestro Señor! ¿Qué quiere usted que yo le haga? Pero comprenda mi situación: toda la vida temiendo casarme… porque casarse es una cosa muy seria, y, a última hora, ya lo está usted viendo.

VECINA. ¡Qué lástima de hombre! ¡Cuánto mejor le hubiera ido a usted casado con gente de su clase!… estas niñas, pongo por caso, a otras del pueblo…

ZAPATERO. Y mi casa no es casa. ¡Es un guirigay!

VECINA. ¡Se arranca el alma! Tan buenísima sombra como ha tenido usted toda su vida.

ZAPATERO. (Mira por si viene su Mujer.) Anteayer… despedazó el jamón que teníamos guardado para estas Pascuas y nos lo comimos entero. Ayer estuvimos todo el día con unas sopas de huevo y perejil: bueno, pues porque protesté de esto, me hizo beber tres vasos seguidos de leche sin hervir.

VECINA. ¡Qué fiera!

ZAPATERO. Así es, vecinita de mi corazón, que le agradecería en el alma que se retirase.

VECINA. ¡Ay, si viviera su hermana! Aquélla sí que era…

ZAPATERO. Ya ves… y de camino llévate tus zapatos que están arreglados. (Por la puerta de la izquierda asoma la Zapatera, que detrás de la cortina espía la escena sin ser vista.)

VECINA. (Mimosa.) ¿Cuánto me vas a llevar por ellos?… Los tiempos van cada vez peor.

ZAPATERO.