(Ríe. Cesa la música.) ¡Qué mala sombra! Esto es dejar a una con la miel en los labios… Qué…
ESCENA X
Aparece en la ventana don Mirlo. Viste de negro, frac y pantalón corto. Le tiembla la voz y mueve la cabeza como un muñeco de alambre.
MIRLO. ¡Chisssssss!
ZAPATERA. (Sin mirar y vuelta de espalda a la ventana.) Pin, pin, pío, pío, pío.
MIRLO. (Acercándose más.) ¡Chissss! Zapaterita blanca, como el corazón de las almendras, pero amargosilla también. Zapaterita… junco de oro encendido… Zapaterita, bella Otero de mi corazón.
ZAPATERA. Cuánta cosa, don Mirlo; a mí me parecía imposible que los pajarracos hablaran. Pero si anda por ahí revoloteando un mirlo negro, negro y viejo… sepa que yo no puedo oírle cantar hasta más tarde… pin, pío, pío, pío.
MIRLO. Cuando las sombras crepusculares invadan con sus tenues velos el mundo y la vía pública se halle libre de transeuntes, volveré. (Toma rapé y estornuda sobre el cuello de la Zapatera.)
ZAPATERA. (Volviéndose airada y pegando a don Mirlo, que tiembla.) ¡Aaaa! (Con cara de asco:) ¡Y aunque no vuelvas, indecente! Mirlo de alambre, garabato de candil… Corre, corre… ¿Se habrá visto? ¡Mira que estornudar! ¡Vaya mucho con Dios! ¡Qué asco!
ESCENA XI
En la ventana se para el Mozo de la Faja. Tiene el sombrero plano echado a la cara y da pruebas de gran pesadumbre.
MOZO. ¿Se toma el fresco, zapaterita?
ZAPATERA. Exactamente igual que usted.
MOZO. Y siempre sola… ¡Qué lástima!
ZAPATERA. (Agria.) ¿Y por qué, lástima?
MOZO. Una mujer como usted, con ese pelo y esa pechera tan hermosísima…
ZAPATERA. (Más agria.) Pero, ¿por qué lástima?
MOZO. Porque usted es digna de estar pintada en las tarjetas postales y no aquí… este portalillo.
ZAPATERA. ¿Sí?… A mí las tarjetas postales me gustan mucho, sobre todo las de novios que se van de viaje…
MOZO. ¡Ay, zapaterita, qué calentura tengo! (Siguen hablando.)
ZAPATERO. (Entrando y retrocediendo.) ¡Con todo el mundo y a estas horas! ¡Qué dirán los que vengan al rosario de la iglesia! ¡Qué dirán en el casino! ¡Me estarán poniendo!… En cada casa, un traje con ropa interior y todo. (Zapatera ríe.) ¡Ay, Dios mío! ¡Tengo razón para marcharme! Quisiera oír a la mujer del sacristán; pues ¿y los curas? ¿Qué dirán los curas? Eso será lo que habrá que oír. (Entra desesperado.)
MOZO. ¿Cómo quiere que se lo exprese…? Yo la quiero, te quiero como…
ZAPATERA. Verdaderamente eso de «la quiero», «te quiero», suena de un modo que parece que me están haciendo cosquillas con una pluma detrás de las orejas. Te quiero, la quiero…
MOZO. ¿Cuántas semillas tiene el girasol?
ZAPATERA.
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