Puede vivir en el ala derecha del castillo, y todo lo demás se arreglará. ¡Qué bien le vendrá esto, y cuánto placer, e incluso cuántas ventajas, tendremos con su trato! Hace tiempo que deseaba hacer un plano de la finca y de las tierras; él se ocupará de dirigirlo. Tú tienes la intención de que explotemos nosotros mismos las fincas en el porvenir, cuando hayan caducado los años de los arriendos actuales. Semejante empresa es como para preocupar; ¡con cuántos conocimientos previos podrá él ayudarnos! Echo mucho de menos a una persona así. Los campesinos tienen el conocimiento que les hace falta, pero sus informes son confusos y nada honrados. La gente que ha estudiado en la ciudad y en las universidades tiene claridad y orden, pero carece de la comprensión directa de los asuntos. De mi amigo puedo esperar ambas cosas; y, además, luego se presentarán mil otras ocasiones, que me complazco en imaginarme relacionadas contigo, y en las que preveo mucho de bueno. Ahora te agradezco que me hayas escuchado propicia, pero háblame también francamente y con todo detalle, diciéndome todo lo que tengas que decirme: no te interrumpiré.
—Muy bien —dijo Charlotte—, empezaré enseguida con una observación general. Los hombres piensan más en cada cosa por separado, en lo presente, y con razón, porque están llamados a hacerlo, a realizarlo; las mujeres, por el contrario, pensamos más en todo lo que en la vida va unido, y con la misma razón, puesto que nuestro destino, el destino de la familia, va unido a todo ese conjunto, y precisamente lo que se nos exige es lograr esa unión. Por ello, echemos una ojeada a nuestra vida presente y pasada, y me confesarás que llamar al capitán no coincide completamente con nuestros propósitos, con nuestros planes y nuestras intenciones. De buena gana recordaré el principio de nuestras relaciones: nos quisimos de jóvenes con todo el corazón; nos separaron: a ti porque tu padre, con insaciable avidez de propiedades, te unió a una mujer rica bastante más mayor; a mí porque, sin perspectivas determinadas, tuve que dar mi mano a un hombre acomodado, respetable, pero a quien no quería. Luego volvimos a quedar libres: tú primero, y tu mujer te dejó como dueño de una gran hacienda: yo después, precisamente cuando regresabas de largos viajes. Así volvimos a encontrarnos. Disfrutamos del recuerdo, y pudimos vivir juntos sin estorbo. Tú te empeñaste en que nos casáramos: yo no accedí al principio, pues, siendo aproximadamente de la misma edad, yo, como mujer, me he hecho más vieja que tú como hombre. Finalmente, no quise rehusar lo que parecías considerar tu única dicha. Querías recobrarte a mi lado de todas las incomodidades que habías pasado en la corte, en la vida militar, en los viajes; encontrarte a ti mismo y disfrutar de la vida; pero conmigo solamente. A mi única hija la puse en un internado, donde, ciertamente, se educará de modo más completo que como podría ocurrir quedándose en el campo: y no solo a ella, sino que también envié allí a Ottilie, mi sobrina tan querida, que quizá hubiera servido mejor para ayudar en casa bajo mi dirección. Todo eso fue con tu aprobación, solo para que así pudiéramos vivirnos a nosotros mismos, solo para que pudiéramos disfrutar sin estorbo esa dicha que antes habíamos deseado con tal ansia, y que por fin alcanzábamos con retraso. Así empezamos nuestra estancia en la finca. Yo me he encargado de lo de casa, y tú de lo de fuera, y del conjunto. Lo he organizado todo para salir al encuentro de todos tus deseos, para vivir solo para ti; vamos a probar al menos por un tiempo hasta dónde podemos llegar juntos de esta manera.
—Puesto que, como dices, unirlo todo es realmente vuestro elemento —contestó Eduard—, no se os debe escuchar sin interrumpir, ni conviene resolver daros la razón; y a ti hasta hoy se te debe de haber dado siempre la razón. Los arreglos que hemos hecho hasta ahora para nosotros son muy buenos. Pero ¿no hemos de seguir construyendo, ni hay nada aquí que no tenga que seguir desarrollándose? Lo que yo hago en el jardín y tú en el parque, ¿ha de servir solo para ermitaños?
—¡Muy bien! —contestó Charlotte—, ¡muy bien! Solamente que no hemos dejado entrar nada que sea un estorbo, nada ajeno. Piensa que nuestros propósitos, también en lo que atañe a entretenimientos, solo se referían a que estuviéramos juntos los dos. Al principio tú querías hacerme conocer tus diarios de viaje, y, con esa ocasión, poner en orden muchos papeles que tenían que ver con ellos, organizando, con mi participación y mi ayuda, todos aquellos cuadernos y hojas, inestimables pero enredados, en un conjunto ordenado grato a nosotros y a los demás. Te prometí ayudarte a copiarlos, y pensábamos que sería muy cómodo, muy amable, muy cordial e íntimo viajar con el recuerdo por el mundo que no habríamos de ver juntos. Es más, el principio ya está hecho. Luego, por las noches, volviste a tocar la flauta, acompañándome al piano; y no nos faltan visitas de los vecinos y a los vecinos. Yo, por lo menos, de todo eso he sacado el primer verano realmente alegre que he podido disfrutar en mi vida.
—Sin embargo —contestó Eduard, frotándose la frente—, en todo lo que me repites tan razonable y cariñosamente me ha acompañado siempre la idea de que con la presencia del capitán no se alterará nada; antes bien, muchas cosas mejorarán y tendrán nueva vida.
1 comment