«Las siento una a una, redondas o puntiagudas.»
«Me arde el dorso de las manos», dijo Jinny, «pero el rocío me ha puesto las palmas pegajosas y húmedas.»
«Ahora el gallo canta como un chorro de agua dura y roja en la blanca marea», dijo Bernard.
«Los pájaros cantan alto y bajo, callan y cantan, a nuestro alrededor», dijo Susan.
«El animal patea; patea el elefante con la pata encadenada; el gran bruto en la playa patea», dijo Louis.
«Mira la casa», dijo Jinny, «con las persianas blancas en todas las ventanas.»
«Agua fría comienza a manar del grifo del fregadero», dijo Rhoda, «sobre el cuenco con pescadilla.»
«Rajas de oro rajan los muros», dijo Bernard, «y hay sombras de hojas, azules y en forma de dedos, bajo las ventanas.»
«Y ahora la señora Constable se pone las gruesas medias negras», dijo Susan.
«Cuando el humo se alza, el sueño enroscándose se aleja del tejado, como una niebla», dijo Louis.
«Al principio, los pájaros cantaban a coro», dijo Rhoda. «Ahora la puerta de la cocina se abre. Se van volando. Se van volando como el puñado de semilla que lanza el sembrador. Pero hay uno, solo, que canta junto a la ventana del dormitorio.»
«En el fondo del cuenco se forman burbujas», dijo Jinny. «Después suben, más y más aprisa, cómo una cadena de plata hasta la superficie.»
«Ahora Biddy raspa las escamas de los pescados con un cuchillo mellado sobre una tabla», dijo Neville.
«La ventana del comedor es azul oscuro ahora», dijo Bemard, «y el aire retiembla sobre las chimeneas.»
«Una golondrina se posa en el cable de la electricidad», dijo Susan. «Y Biddy ha dejado bruscamente el cubo en el suelo de losas de la cocina.»
«Esta es la primera campanada de la campana de la iglesia», dijo Louis. «Será seguida por otras, uno dos, uno dos, uno dos.»
«Mira cómo vuela el mantel sobre la mesa, blanco y a lo largo», dijo Rhoda. «Ahora hay discos de blanca porcelana, y rayas de plata junto a cada plato.»
«De repente zumba una abeja en mi oreja», dijo Neville. «Está aquí, y ya ha pasado.»
«Ardo, tiemblo», dijo Jinny, «al salir de este sol y entrar en esta sombra.»
«Ahora se han ido todos», dijo Louis. «Estoy solo. Todos han entrado en la casa para desayunar, y he quedado en pie junto al muro entre las flores. Es muy temprano, antes de las clases. Flor tras flor puntean la profundidad verde. Los pétalos son arlequines. Los tallos surgen de los negros hoyos. Las flores nadan como peces de luz, en la superficie de las oscuras aguas verdes. Sostengo un tallo en la mano. Soy el tallo. Mis raíces descienden hasta las profundidades del mundo, a través de tierras secas, de roca, a través de húmedas tierras, de vetas de plomo y de plata. Soy todo fibra. Todos los temblores me estremecen, y el peso de la tierra oprime mis costillares. Aquí, mis ojos son hojas verdes que no ven. Soy un chico vestido de franela gris, con un cinturón de hebilla en forma de serpiente, aquí. Allá, abajo, mis ojos son los ojos sin párpados de una estatua de piedra en un desierto junto al Nilo. Veo mujeres que pasan, con cántaros rojos, camino del río. Veo camellos que se balancean y hombres con turbante. Oigo pateos, temblores y rebullir a mi alrededor.
»Aquí Bernard, Neville, Jinny y Susan (pero no Rhoda) rasan los parterres con sus redes. Espuman las mariposas de las móviles cabezas de las flores. Peinan la superficie del mundo.
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