Sus redes están llenas de alas batientes. “¡Louis! ¡Louis! ¡Louis!”, gritan. Pero no pueden verme. Estoy al otro lado del seto. En la masa de hojas sólo hay menudos orificios, como ojos para ver. Dios mío, déjalos que pasen. Dios mío, permite que dejen las mariposas envueltas en un pañuelo, sobre la grava. Déjales contar cuántas mariposas blancas, cuántas rojas y cuántas moteadas han atrapado. Pero permite que no me vean. A la sombra del seto, soy verde como el tejo. Mi cabello es de hojas. Estoy enraizado en el centro de la tierra. Mi cuerpo es un tallo. Oprimo el tallo. Una gota se forma en el orificio de la boca, y lenta y densa crece y crece. Ahora, algo de color de rosa pasa por el orificio como un ojo. Ahora, el rayo de una mirada pasa por el túnel. Y el rayo me toca. Soy un chico con un traje de franela gris. Es ella y me ha encontrado. Siento el golpe en el cogote. Me ha besado. Todo se ha hecho añicos.»
«Me he puesto á correr», dijo Jinny, «después de desayunar. He visto que las hojas se agitaban en un orificio del seto. He pensado: "Es un pájaro en su nido." Las hojas han seguido moviéndose. He tenido miedo. Corriendo, he pasado ante Susan, ante Rhoda, Neville y Bernard, que hablaban junto a la caseta de las herramientas. Lloraba mientras corría más y más aprisa. ¿Qué ha movido las hojas? ¿Qué mueve mi corazón, mis piernas? Y he entrado bruscamente aquí, viéndote verde como un arbusto, como una rama, muy quieto, Louis, con la mirada fija. “¿Está muerto?”, he pensado, y te he besado, saltándome el corazón, bajo el vestido de color de rosa, como las hojas, que siguen moviéndose aunque nada hay que las mueva.
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