«Soy», escribe, «un fragmento de mí conservado en un museo abandonado. Ahora, que mi familia que estaba aquí se ha ido a Suiza, ha caído sobre mí toda casta de desastres que pueden suceder. Por eso me encuentro en una abulia absoluta, de modo que hacer algo me cuesta tanto trabajo como leer un volumen de Teófilo [Braga].» Poco más adelante, se refiere a su «estado actual de no-ser» y concluye que semejante «estado de espíritu [le] obliga a trabajar mucho, sin querer, en el Libro del desasosiego. Pero todo fragmentos, fragmentos, fragmentos».
En lo transcrito hay, por lo menos, tres declaraciones que conviene no olvidar, la primera de las cuales es la correspondencia entre el estado fragmentario de la personalidad del poeta y su imposibilidad de escribir otra cosa que fragmentos del Libro; la segunda, que dicha obra aparece como ortónima, es decir, que se corresponde con la personalidad real de Pessoa y no con la fingida de uno de sus heterónimos; y, en tercer lugar, que es producto de lo que el poeta llama un «estado de no-ser». Y el lector podrá comprobar que, aunque el estilo del libro cambie espectacularmente a lo largo de los años de su redacción, estas características se mantendrán invariables en él.
Durante aquellos últimos meses del año 1914, Pessoa se refiere una vez más a su falta de «sosiego de espíritu» (carta del 4 de diciembre) y, en una de estas epístolas, escrita el 19 de enero del año siguiente, hace esta confidencia a Côrtes-Rodrigues: «...vivo desde hace meses en una continua sensación de incompatibilidad profunda con las criaturas que me rodean ―incluso con las cercanas, amigos, literarios es claro, porque los otros no son individuos con quien yo tenga que poder tener intimidad espiritual― y por eso, como, en materia de relaciones sociales, me llevo bien con todo el mundo, me llevo bien con ellos». Es algo que el lector encontrará afirmado en el Libro del desasosiego, atribuido, ahora, a Bernardo Soares. Pero antes de esta atribución ha habido otras que considero de gran interés, puesto que Pessoa pensó atribuirlo ―parece que antes que a cualquier otro de sus personajes― al heterónimo, poco importante por lo que de él sabemos, Vicente Guedes. No me resisto a traducir, dada la luz que vierte sobre nuestro asunto, y sobre la heteronimia en general, este escrito pesoano, titulado «Aspectos», posterior a 1915 pero de fecha indeterminada, pensado, al parecer, para encabezar a sus obras completas:
La obra compleja, cuyo primer volumen es éste, es de substancia dramática, aunque de forma varia ―aquí de trechos en prosa, en otros libros de poemas o de filosofías.
...
A cada personalidad más dilatada que el autor de estos libros ha conseguido vivir dentro de sí, le ha concedido una índole expresiva, y ha hecho de esa personalidad un autor con un libro, o libros, con las ideas, las emociones, y el arte de los cuales él, el autor real (o por ventura aparente, porque no sabemos lo que es la realidad), nada tiene, salvo el haber sido, al escribirlas, el médium de unas figuras que él mismo ha creado.
Ni esta obra, ni las que le seguirán, tienen nada que ver con quien las escribe. No concuerda él con lo que en ellas está escrito, ni discuerda. Como si le fuese dictado escribe; y, como si le fuese dictado por quien fuese un amigo, y por lo tanto con razón le pidiese que escribiese lo que dictaba, le parece interesante ―por ventura sólo por amistad― lo que, dictado, va escribiendo.
El autor humano de estos libros no conoce en sí mismo personalidad ninguna. Cuando acaso siente una personalidad emerger dentro de sí, pronto ve que es un ente diferente del que él es, aunque parecido; hijo mental, quizás, y con cualidades heredadas, pero (con) las diferencias de ser otro.
...
Estos libros serán los siguientes. Primero, este volumen, Libro del desasosiego, escrito por quien dice de sí mismo llamarse Vicente Guedes; después, el Guardador de rebaños y otros poemas y fragmentos del (también, y del mismo modo, fallecido) Alberto Caeiro, que nació cerca de Lisboa en 1889 y murió donde había nacido en 1915. Si me dicen que es absurdo hablar así de quien nunca ha existido, respondo que tampoco tengo pruebas de que Lisboa haya existido alguna vez, o yo que escribo, o cualquier cosa donde quiera que sea.
...
Con una falta tal de literatura como la que hay hoy, ¿qué puede hacer un hombre de genio sino convertirse, él solo, en una literatura?[8]
El hecho de que Pessoa proyectase en ocasión de la redacción de esta nota ―pues sus planes de publicación variaron posteriormente― que el libro que nos ocupa fuese el primero de la serie de sus obras completas desvirtúa en cierto modo su atribución heteronímica a Vicente Guedes, pues parece como si ello insinuase que este libro es el más pesoano ―casi el más ortónimo― de su autor, como efectivamente creo que lo es, de entre los atribuidos a sus personajes. En mi ponencia para el simposio pesoano celebrado en la Universidad de Vanderbilt poco después de haber sido publicado el Libro del desasosiego[9]me ocupo de esta atribución y de la realizada en favor del barón de Teive, otro heterónimo menor. Debo añadir aquí que nuestro poeta publicó en 1929, en los números 2 y 4 de la revista Solução Editora sendos fragmentos de esta obra y que el aparecido en el primero de dichos números iba firmado ―según los editores portugueses― por Fernando Pessoa, como el aparecido en A Águia dieciséis años antes, mientras el del segundo de ellos aparecía, sí, firmado por Pessoa pero atribuido a Bernardo Soares[10]. Es la costumbre que observaría en adelante siempre que se decidiese a publicar un fragmento de este libro, lo cual parece indicar dos cosas: que fue alrededor de 1929 ―y carecemos de testimonios para afirmar otra cosa, o yo no los conozco, si los hay― cuando Pessoa, que nunca había dejado de escribir muy intermitentemente fragmentos de este libro, sintió renovado su entusiasmo por él y que fue también por entonces cuando inventó al personaje literario Bernardo Soares, el cual, como no tardaremos en ver, le creó varios problemas, tanto en relación con la heteronimia como en lo que se refiere al estilo y a la organización de la magna obra. Y, dicho sea de paso, los datos recién indicados parecen señalar por su parte que el fragmento más arriba transcrito debe de ser anterior a 1930.Este año parece, en efecto, ser crucial en lo que se refiere a la atribución definitiva del Libro del desasosiego, pues en él, y tras haber publicado sus dos fragmentos a que acabo de referirme, Pessoa escribió a J. G. Simões una carta, fechada el 28 de junio, en la que le prometía enviarle, para la revista presença, «uno de los triunfales de Alvaro de Campos y otra cosa de lo mío mío»[11], resultando ser lo «suyo suyo» ―si es que no cambió de intención― un fragmento de nuestro libro. Ello parece translucir un arrepentimiento momentáneo ―¿o se trató sólo de un significativo olvido?― en cuanto a la atribución del libro a Soares, pues lo cierto es que el fragmento publicado en la revista conimbrigense fue atribuido a este personaje. Creo que si hubo arrepentimiento, aun momentáneo, se debió a la dificultad de caracterizar a Soares como heterónimo o, para decirlo de otra manera, de atribuir a un heterónimo el Libro del desasosiego, pues no debemos olvidar que tanto Guedes como Teive, ambos heterónimos, fueron desposeídos de una autoría que ya les había sido otorgada. Pessoa, en efecto, se había dado cuenta de que Soares no era una figura heteronímica, y prueba de ello es la carta al mismo Simões, del 28 de julio de 1932, en la que le dice que Soares «no es un heterónimo, sino una personalidad literaria»
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