María Antonieta
ZWEIG STEFAN - Maria AntonietaINDICEINTRODUCCIÓNCASAN A UNA NIÑASECRETO DE ALCOBAPRESENTACIÓN EN VERSALLESLA LUCHA POR UN SALUDOLA CONQUISTA DE PARÍSRETRATO DE UNA PAREJA REGIALA REINA DEL ROCOCÓTRIANÓNLA NUEVA SOCIEDADLA VISITA DEL HERMANOMATERNIDADLA REINA SE HACE IMPOPULARUN RAYO EN EL TEATRO ROCOCÓEL ASUNTO DEL COLLARPROCESO Y SENTENCIADESPIERTA EL PUEBLO, DESPIERTA LA REINAEL VERANO DE LA DECISIÓNHUYEN LOS AMIGOSAPARECE EL AMIGOLA ÚLTIMA NOCHE EN VERSALLESEL CARRO FÚNEBRE DE LA MONARQUÍAEXAMEN DE CONCIENCIAMIRABEAUSE PREPARA LA HUIDALA HUIDA A VARENNESLA NOCHE EN VARENNESREGRESOEL UNO ENGAÑA AL OTROAPARECE EL AMIGO POR ÚLTIMA VEZREFUGIO EN LA GUERRALOS ÚLTIMOS CLAMORESEL DIEZ DE AGOSTOEL TEMPLEMARÍA ANTONIETA, SOLALA ÚLTIMA SOLEDADLA CONSERJERÍALA ÚLTIMA TENTATIVALA GRAN INFAMIALA VISTAEL ULTIMO VIAJELA ENDECHA FÚNEBREFINNOTA DEL AUTORCUADRO CRONOLÓGICO
ZWEIG STEFAN - Maria Antonieta
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Stefan Zweig
María Antonieta
INDICE
Pagina
Introducción 2
Casan a una niña 4
Secreto de alcoba 14
Presentación en Versalles 20
La lucha por un saludo 26
La conquista de París 35
«Le Roi est mort, vive le Roi!»
40
Retrato de una pareja regia 45
La reina del rococó 52
Trianón 60
La nueva sociedad 67
La visita del hermano 72
Maternidad 77
La reina se hace impopular 82
Un rayo en el teatro rococó 89
El asunto del collar 97
Proceso y sentencia 107
Despierta el pueblo, despierta la reina 114
El verano de la decisión 118
Huyen los amigos 123
Aparece el amigo 128
¿Lo era o no lo era? 134
La última noche en Versalles 140
El carro fúnebre de la monarquía 146
Examen de conciencia 150
Mirabeau 156
Se prepara la huida 162
La huida a Varennes 168
La noche en Varennes 173
Regreso 177
El uno engaña al otro 182
Aparece el amigo por última vez 187
Refugio en la guerra 192
Los últimos clamores 196
El diez de agosto 199
El Temple 205
María Antonieta, sola 214
La última soledad 218
La Conserjería 225
La última tentativa 229
La gran infamia 234
Comienza el proceso 240
La vista 243
El último viaje 252
La endecha fúnebre 256
Nota del autor 259
Cuadro cronológico 263
INTRODUCCIÓN
Escribir la historia de la reina María Antonieta es volver a abrir un proceso más que secular, en el cual acusadores y defensores se contradicen mutuamente del modo más violento. Del tono apasionado de la discusión son culpables los acusadores. Para herir a la realeza, la Revolución tenía que atacar a la reina, y en la reina, a la mujer. Ahora bien. veracidad y política habitan raramente bajo el mismo techo, y allí donde se traza una imagen con fines demagógicos, es de esperar poca rectitud de los siervos complacientes de la opinión pública. No se ahorró ninguna difamación contra María Antonieta. ningún medio para llevarla a la guillotina: todo vicio. toda depravación moral, toda suerte de perversidad fueron atribuidos sin vacilar a la louve autrichienne, a la loba austríaca, en periódicos, folletos y libros: hasta en la propia morada de la justicia. en la sala del juicio, comparó el fiscal, patéticamente, a la «Viuda Capeto» con la, viciosas más célebres de la historia, con Mesalina, Agripina y Fredegunda. Tanto más completo fue después el cambio, cuando. en 1815. ascendió otra vez un Borbón al trono de Francia: para adular a la dinastía. la figura diabólica fue repintada con los colores más suntuosos: no hay representación de María Antonieta procedente de ese tiempo, sin nubes de incienso ni aureola de santidad. Los cánticos de alabanza suceden a los cánticos de alabanza, la intangible virtud de María Antonieta es defendida airadamente: su espíritu de sacrificio. su magnanimidad. su heroísmo inmaculado. son celebrados en verso y en prosa. y un velo de anécdotas. abundantemente impregnadas en llanto, tejido. en general, por aristocráticas manos, envuelve el transfigurado semblante de la reine martyre, de la reina mártir.
Aquí. como en la mayoría de los casos, la verdad psicológica viene a encontrarse entre los dos extremos. María Antonieta no era ni la gran santa del monarquismo, ni la perdida, la grue, de la Revolución. sino un carácter de tipo medio: una mujer en realidad vulgar; ni demasiado inteligente ni demasiado necia; ni fuego ni hielo; sin especial tendencia hacia el bien y sin la menor inclinación hacia el mal; el carácter medio de mujer de ayer, de hoy y de mañana; sin afición hacia lo demoníaco ni voluntad de heroísmo, y, por tanto, a primera vista, apenas personaje de tragedia. Pero la Historia, ese gran demiurgo, en modo alguno necesita un carácter heroico como protagonista para edificar un drama emocionante. La tensión trágica no se produce sólo por la desmesurada magnitud de una figura, sino que se da también, en todo tiempo, por la desarmonía entre una criatura humana y su destino. Se presenta dramáticamente cuando un hombre superior, un héroe, un genio, se encuentra en pugna con el mundo que lo rodea, el cual se muestra como demasiado estrecho, demasiado hostil hacia la innata misión a que aquél viene destinado -así, Napoleón ahogándose en el diminuto recinto de Santa Elena. o Beethoven prisionero de su sordera-; en términos generales, es el caso de toda gran figura que no encuentra su medida y su cauce. Pero también surge lo trágico cuando a una naturaleza de término medio, o quizá débil, le toca en suerte un inmenso destino, responsabilidades personales que la aplastan y trituran, y esta forma de lo trágico hasta llega quizás a parecerme la más humanamente impresionante. Pues el hombre extraordinario busca, sin saberlo, un destino extraordinario; su naturaleza, de desmesuradas proporciones, está orgánicamente acomodada para vivir de un modo heroico, o «en peligro» , según la frase de Nietzsche; desafía al mundo con la audacia de las exigencias propias de su carácter. De modo que, en último término, el carácter genial no es irresponsable de sus sufrimientos, porque la misión que le fue adjudicada le hace aspirar místicamente a esta prueba del fuego para que sea extraída de él su fuerza postrera; lo mismo que la tempestad a la gaviota, su poderoso destino lo arrastra cada vez con mayor poderío y más hacia lo alto.
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