Se comprometía a los votos más arduos y los observaba sin vacilaciones. La enfermedad no constituía una excusa para aflojar su observancia. Me acuerdo de una vez que cayó enferma mientras cumplía el voto de Chandrayana

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: no permitió que la enfermedad interrumpiera :el cumplimiento de su. promesa. Realizar consecutivamente dos o tres ayunos para ella. no era nada.

Vivir con una comida por día durante los Chaturmas le era habitual. No contenta con eso, durante uno de los Chaturmas ayunaba día por medio. Había prometido que, en otro de los Chaturmas, no tomaría ningún alimento sin antes ver el sol. Nosotros, que en aquella época éramos unos niños, nos

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Lit., un período de cuatro meses. Promesa de ayuno o semi ayuno durante los cuatro meses de las lluvias. Este período es una especie de Cuaresma larga.

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Una especie de ayuno en que se aumenta o disminuye la cantidad de comida que se ingiere de acuerdo con el creciente y menguante de la luna.

M I R E L I G I Ó N

quedábamos mirando fijamente el cielo en espera de anunciarle a nuestra madre la salida del sol. Todo el mundo sabe que en el apogeo de la estación de las lluvias a menudo el sol no condesciende a mostrar su rostro. Recuerdo días en que ante su súbita aparición corríamos a anunciárselo a nuestra madre.

Ésta se apresuraba a salir para verlo con sus propios ojos, pero en ese momento desaparecía el fugitivo sol, privándola de su alimento. "No importa", decía alegremente, "Dios no quiso que hoy comiera". Y volvía a emprender la rutina de sus obligaciones.

Autobiografía, 1948, pp. 12-13

M A H A T M A G A N D H I

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LA ÉPOCA ESCOLAR

Desde los seis o siete años hasta los dieciséis estuve en la escuela, donde me enseñaban toda clase de cosas excepto religión. Debo decir que no logré que los maestros me transmitieran lo que hubieran podido darme sin ningún esfuerzo de su parte. A pesar de todo, seguí aprendiendo cosas aquí y allá en todo lo que me rodeaba. Utilizo el término "religión" en su sentido más amplio, entendiendo por religión la autorrealización o conocimiento del yo.

Dado que había nacido en la fe vaishnava, a menudo tenía que ir al haveli; sin embargo, éste nunca me atrajo. No me gustaba su brillo y su pompa. Asimismo, había oído rumores de que allí cundía la inmoralidad, de modo que el lugar no me

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ofrecía ningún interés. A partir de esta situación, no podía extraer ningún beneficio del haveli.

No obstante, lo que no logré allí lo conseguí por mi niñera, una vieja criada de la familia, cuyo afecto por mí recuerdo todavía. He hecho alusión anteriormente a que en mí habitaba el temor a los fantasmas y los espíritus. Rambha -tal era su nombreme sugirió como remedio para ese mal que repitiera el Ramanama. Tenía más fe en ella que en su remedio pero de todos modos comencé a esa tierna edad a repetir el Ramanama para curar mi miedo a los fantasmas y los espíritus. Esto duró poco, pero la buena semilla esparcida en la infancia no fue sembrada en vano. Creo que se debe a la semilla sembrada por esa buena mujer que fue Rambha que hoy en día el Ramanama se haya constituido para mí en un remedio infalible.

Sin embargo, lo que me dejó una profunda impresión fue la lectura del Ramayana que se le hacía a mi padre. Parte del tiempo que mi padre estuvo enfermo la pasó en Porbandar. Allí, todas las tardes acostumbraba escuchar el Ramayana. El lector era un gran devoto de Rama.