Ahora bien, es necesario pensar también en la posible alusión a los partidarios del hijo de Napoleón III, el duque de Enghien.

[487] Lo más chocante del poema es esta invitación al cristianismo. ¿Se ha dado cuenta el poeta de que sus sarcasmos constituyen un pecado contra la caridad cristiana, y quiere redimirlo lanzando otro sarcasmo?

[488] Soneto en versos monosilábicos que, en español, tiene que ser necesariamente un soneto en versos de dos pies. Rimbaud ––no muy hábil–– suprime los artículos y los pronombres; lo que hace un tanto críptico el poema que nos relata el accidente de un coche, por culpa de la borrachera del cochero, y en el que una dama resulta herida.

[489] Serie de poemas escritos parodiando a François Coppée (18421908), poeta de forma parnasiana, pero preocupado por los temas sencillos y por las gentes humildes; partícipe, pues, en cierto modo, del realismo socializante de A. Daudet y de E. Zola. Autor, en otros libros, de Los humildes y de un libro de décimas, Paseos e interiores, que son las que imitan tanto Rimbaud como Verlaine, y otros poetas contemporáneos, en décimas (también) conocidas con el título general de Viejos Coppées (Vieux Coppées). Hemos creído apropiado añadirle a éstas el poema más largo que inicia la serie. Tanto en éste como en las décimas, el verso de Rimbaud se acopla magníficamente, a nuestro entender, al objeto poético imitado y al imaginario del autor que imita. Se produce así la síntesis perfecta buscada por todo pastiche.

[490] A pesar de aparecer en el Álbum de coña, estamos, a nuestro entender, ante uno de los poemas más serios y reveladores de los secretos íntimos de Rimbaud. Sin que se pueda decir (no hay razones documentales para ello) que es un texto autobiográfico, el poema recoge algunos de los espacios privilegiados del joven poeta (colmados, váteres, rincones secretos), y algunos de sus temas obsesivos (Biblia, Virgen, Crucifijo, relación problemática con la madre, actos fisiológicos secretos, alusiones al sexo metonimizado en el vello ––pubescencias). La presencia de un padre en el poema es tanto más significativa cuanto que es la única que aparece en las poesías de Rimbaud y, además, aparece ligada problemáticamente al problema del sexo. La parodia de Coppée puede subyacer en el realismo cotidiano de los cuadros que el poema nos presenta; pero nunca en la vulgaridad con que son descritos, nunca en el sarcasmo que los envuelve (Coppée es un tierno) y, menos aún, en el desencanto desesperado que cierra los últimos versos.

[491] ¿Quién es el destinatario de esta exclamación? ¿El padre nunca nombrado hasta ahora y, sin embargo, presente ––y sólo Dios sabe en qué grado?

[492] Con minúscula. ¿Quiere ésta establecer una diferencia emocional entre la Virgen y cristo, o es sólo un modo de designar un objeto ––un crucifijo? Claro que la imagen de la Virgen también lo es...

[493] ¿A quién? Sin duda a ese mismo Señor que invoca. Encontramos en estos versos, si no una explicación, sí una sugerencia para comprender la deriva sexual de Rimbaud. El episodio del Cuartel de Babilonia es la culminación de un proceso. La raíz de éste es más honda: podemos imaginárnosla en ese desfase entre la evolución psíquica de un chico que a los catorce años tiene conocimientos y madurez crítica de adulto y, posiblemente, ensoñaciones sexuales de adolescente, pero que posee un cuerpo de niño ––si no de niña hermosa: ojos azules, largo pelo rubio y ondulado, cuerpo lampiño y ––como se sugiere aquí–– órganos sexuales bastante retraídos. Y, además, una educación sexual basada en la ignorancia y en la ausencia (demasiado pronta) del padre.

[494] No creemos que haya en toda la literatura puntos suspensivos más dolorosos.

[495] Marca de chocolates.

[496] Novela de E. Senancour (1770-1846); novela falsamente epistolar; uno de los puntos de referencia del Primer Romanticismo francés. En ella se consagra de manera definitiva la poesía de los Alpes y, lo que es más novedoso, la poesía de los desiertos.

[497] Mlle. St. F. de Genlis (1746-1830); escritora de abundante obra sentimental y didáctica, e institutriz de los hijos del duque de Orléans.

[498] Poema narrativo de L. Gresset (1709-1777) que cuenta las aventuras de un loro.

[499] Poema epicoburlesco de N. Boneau, autor del Arte Poético que consagra conceptualmente el clasicismo francés.

[500] Nicolas Venette, autor en el siglo xvu de un libro titulado, Acerca de la generación del hombre o cuadro del amor conyugal Respetamos la irreverencia onomástica de Rimbaud, y ponemos el acento a la francesa para conseguir una asonancia facilona.

[501] Incluso aquí, surge el rechazo del sexo, ya profanado para siempre.

[502] El retoño real, dos veces en prisión, era Napoleón III. En cuanto a que el cura aludido sea un capellán suyo, cuando estuvo en prisión, creemos que es llevar demasiado lejos la obsesión antinapoleónica de Rimbaud. Pero no podemos desechar la interpretación de S. Bernard.

[503] Observemos cómo el desplazamiento metonímico (del tabaco al tedio) genera una metáfora sorprendente.

[504] Ciudad francesa, al nordeste de París. Cuna de la Francia franca, tras la batalla de Clodoveo (486) en sus parajes, contra Siagrio. Pertenece a la mitología escolar (y otra) de los franceses.

[505] El Aisna (pronunciar, esna): afluente del Oise, el río de Rimbaud, y departamento de Francia. Al ser un río, podemos utilizar una fórmula francesa muy habitual para crear nombres de ciudades: se pone el nombre de pila de ésta (aquí Soissons) y se añade su ubicación respecto de un río: al lado de, junto a, cabe a... La fórmula arcaica cabe está justificada por la francesa, «près Soissons», sin la preposición de ––arcaica también.

[506] En estos pastiches, siempre hay un verso que sacraliza el poema.

[507] Con interrogación. La expresión francesa puede significar al mismo tiempo el asedio (de una ciudad) y el estado del que está sentado (siège: asiento). Juego de palabras que aúna la condición del pobre cochero, condenado a no moverse de su asiento, a pesar del tiempo que haga, y (posiblemente) la indicación del verso ocho ––ese misterioso edicto, propio de situaciones sociales delicadas.

[508] Enigmático: ¿el cochero en su garita? ¿las personas de bien recogidas en sus casas? En cualquier caso, frente al mundo de la fiesta nocturna, esa mirada que sondea los cielos rimbaldianos.

[509] Teatro de París en la plaza del mismo nombre, en la intersección del barrio Latino, del barrio de Saint-Germain y del parque del Luxemburgo.

[510] En efecto, Rimbaud sólo puede recordar el recuerdo de aquellos que vivieron el acontecimiento de la llegada a este mundo del príncipe imperial, hijo de Napoleón III y de Eugenia de Montijo. Por muy precoz que fuera Rimbaud, no le vemos recordando sus propios recuerdos de los acontecimientos, incluso leídos (en 1857 tiene sólo cinco años, y no creemos que tal nacimiento le importase mucho): la interpretación de S. Bernard no es verosímil. Creemos, más bien, que se trata del continuo juego de alusiones antinapoleónicas (herencia de V. Hugo, tanto como sentimiento personal) que recorre toda la adolescencia del poeta, y que encuentra aquí un pretexto para poner de nuevo en solfa dicho acontecimiento.

[511] N de Napoleón, por todo París y, especial, por las rejas del parque de las Tullerías.

[512] El neologismo adverbial es de la cosecha irónica de Rimbaud.

[513] La trampa electoralista y demagógica de Napoleón III consistió en hacerse pasar por republicano, conservando, aunque emperador, la bandera tricolor.

[514] Eugenia de Montijo, que amplía así la galería iconográfica española; aquí, claro está, de manera irónica. Ahora bien, no podemos olvidar el ambiente de capillismo sectario que rodeaba a la emperatriz ––y ella era la santa admirada y pintada, de todas las devociones. La advocación tiene un regusto españolista a lo V. Hugo.

[515] Décima atribuida, primero, a Verlaine y, luego y finalmente, a Rimbaud. Sigue la tradición rimbaldiana de meterse con el principe imperial, y por las mismas razones del poema La resplandeciente victoria de Sarrebrück: la admiración causada en el emperador por el gesto de su hijo, al recoger éste una bala que había caído a sus pies durante dicha batalla. El pretexto es lo de menos.

[516] ¿Propias de un rey?

[517] ¿Propias de un Dios? De alcoba.

[518] Alusión irónica al grito de Napoleón I, en el poema de V. Hugo: «El Porvenir, el Porvenir es mío. ––No mi Sir, el Porvenir no es de nadie...»

[519] Su, ¿de quién? ¿del príncipe o del emperador? Esa mirada perdida ya se la hemos visto al padre en varios poemas: la vaguedad melancólica de unos ojos simplemente azules y miopes.