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¿Por qué «argénteo» ? ¿Por qué « la música, argénteo son»? ¿Qué dices tú, Simón Cuerdas?

MÚSICO 1.°

Pues porque, igual que la plata, suena dulce.

PEDRO

¡Palabras! ¿Tú qué dices, Hugo Violas?

MÚSICO 2.°

«Argénteo» porque a los músicos nos pagan en plata.

PEDRO

¡Más palabras! ¿Y tú qué dices, Juan del Coro?

MÚSICO 3.°

Pues no sé qué decir.

PEDRO

¡Ah, disculpad! Sois el cantor. Yo os lo diré. «La música, argénteo son» porque a los músicos nunca os suena el oro.

«... la música, argénteo son,

el mal no tarda en reparar».

Sale.

MÚSICO 1.°

¡Qué pillo más irritante!

MÚSICO 2.°

¡Que lo zurzan! Venga, vamos a entrar. Aguardamos a los dolientes y esperamos a comer.

Salen.

V.i Entra ROMEO.

ROMEO

Si puedo confiar en la verdad

de un sueño halagador, se acercan buenas nuevas.

El rey de mi pecho está alegre en su trono y hoy un insólito vigor me eleva

sobre el suelo con pensamientos de júbilo.

Soñé que mi amada vino y me halló muerto

(sueño extraño, si en él un muerto piensa) y me insufló tanta vida con sus besos

que resucité convertido en un emperador.

¡Ah, qué dulce ha de ser el amor real

si sus sombras albergan tanta dicha!

Entra BALTASAR, criado de Romeo.

¡Noticias de Verona! ¿Qué hay, Baltasar?

¿No traes cartas del fraile?

¿Cómo está mi amor? ¿Está bien mi padre?

¿Cómo está Julieta? Dos veces lo pregunto, pues nada puede ir mal si ella está bien.

BALTASAR

Entonces está bien y nada puede ir mal.

Su cuerpo descansa en la cripta de los Capuletos y su alma inmortal vive con los ángeles.

Vi cómo la enterraban en el panteón

y a toda prisa cabalgué para contároslo.

Perdonadme por traeros malas nuevas,

pero cumplo el deber que me asignasteis.

ROMEO

¿Es verdad? Entonces yo os desafío, estrellas.-

Ya sabes dónde vivo; tráeme papel y tinta y alquila caballos de posta. Salgo esta noche.

BALTASAR

Calmaos, señor, os lo ruego.

Estáis pálido y excitado, y eso anuncia

alguna adversidad.

ROMEO

Calla, te equivocas.

Déjame y haz lo que te he dicho.

¿No tienes carta para mí de Fray Lorenzo?

BALTASAR

No, señor.

ROMEO

No importa. Vete. Y alquila esos caballos.

Yo voy contigo en seguida.

Sale BALTASAR.

Bien, Julieta, esta noche yaceré contigo.

A ver la manera. ¡Ah, destrucción, qué pronto te insinúas en la mente de un desesperado!

Recuerdo un boticario, que vive

por aquí. Le vi hace poco, cubierto

de andrajos, con cejas muy pobladas,

recogiendo hierbas. Estaba macilento;

su penuria le había enflaquecido.

En su pobre tienda pendía una tortuga,

un caimán disecado y varias pieles

de peces deformes; y por los estantes,

expuestas y apenas separadas,

un número exiguo de cajas vacías,

cazuelas verdes, vejigas, semillas rancias, hilos bramantes y panes de rosa ya pasados.

Viendo esa indigencia, yo me dije:

«Si alguien necesita algún veneno,

aunque en Mantua venderlo se pena con la muerte, este pobre hombre se lo venderá.»

Ah, la idea se adelantó a mi menester

y ahora este menesteroso ha de vendérmelo.

Que yo recuerde, esta es la casa;

hoy es fiesta, y la tienda está cerrada.

¡Eh, boticario!

Entra el BOTICARIO.

BOTICARIO

¿Quién grita?

ROMEO

Vamos, ven aquí. Veo que eres pobre.

Toma cuarenta ducados y dame

un frasco de veneno, algo que actúe rápido y se extienda por las venas, de tal modo

que el cansado de la vida caiga muerto

y el aliento salga de su cuerpo

con el ímpetu de la pólvora inflamada

cuando huye del vientre del cañón.

BOTICARIO

De esas drogas tengo, pero las leyes de Mantua castigan con la muerte a quien las venda.

ROMEO

¿Y tú temes la muerte, estando tan escuálido y cargado de penuria? El hambre está en tu cara; en tus ojos hundidos, la hiriente miseria; tu cuerpo lo visten indignos harapos.

El mundo no es tu amigo, ni su ley,

y el mundo no da ley que te haga rico,

conque no seas pobre, viola la ley y toma esto.

BOTICARIO

Accede mi pobreza, no mi voluntad.

ROMEO

Le pago a to pobreza, no a to voluntad.

BOTICARIO

Disolved esto en cualquier líquido

y bebedlo y, aunque tengáis el vigor

de veinte hombres, al instante os matará.

ROMEO

Aquí está el oro, peor veneno para el alma; en este mundo asesina mucho más

que las tristes mezclas que no puedes vender.

Soy yo quien te vende veneno, no tú a mí.

Adiós, cómprate comida y echa carnes.

[Sale el BOTICARIO.]

Cordial y no veneno, ven conmigo

a la tumba de Julieta, que es tu sitio.

V.ii Entra FRAY JUAN.

FRAY JUAN

¡Eh, santo franciscano, hermano!

Entra FRAY LORENZO.

FRAY LORENZO

Esa parece la voz de Fray Juan.

Bien venido de Mantua. ¿Qué dice Romeo?

Si escribió su mensaje, dame la carta.

FRAY JUAN

Fui en busca de un hermano franciscano

que había de acompañarme. Le hallé

en la ciudad, visitando a los enfermos.

La guardia sanitaria, sospechando

que la casa en que vivíamos los dos

estaba contagiada por la peste,

selló las puertas y nos prohibió salir.

Por eso no pude viajar a Mantua.

FRAY LORENZO

Entonces, a Romeo, ¿quién le llevó mi carta?

FRAY JUAN

Aquí está, no pude mandársela

ni conseguir que nadie os la trajese.

Tenían mucho miedo de contagios.

FRAY LORENZO

¡Ah, desventura! Por la orden franciscana, no era una carta cualquiera, sino de gran trascendencia. No entregarla podría hacer mucho daño. Vamos, Fray Juan, buscadme

una palanca y llevádmela a la celda.

FRAY JUAN

Ahora mismo os la llevo, hermano.

Sale.

FRAY LORENZO

He de ir solo al panteón. De aquí a tres horas despertará Julieta.

Se enfadará conmigo cuando sepa que Romeo no ha sido avisado de lo sucedido.

Volveré a escribir a Mantua; a ella la tendré aquí, en mi celda, hasta que llegue Romeo.

¡Ah, cadáver vivo en tumba de muertos!

Sale.

V.iii Entran PARIS y su PAJE, con flores, agua perfumada [y una antorcha].

PARIS

Muchacho, dame la antorcha y aléjate.

No, apágala; no quiero que me vean.

Ahora échate al pie de esos tejos

y pega el oído a la hueca tierra.

Así no habrá pisada que no oigas

en este cementerio, con un suelo tan blando de tanto cavar tumbas. Un silbido tuyo

será aviso de que alguien se acerca.

Dame esas flores. Haz lo que te digo, vamos.

PAJE [aparte]

Me asusta quedarme aquí solo

en el cementerio, pero lo intentaré.

[Sale. ] PARIS cubre la tumba de flores.

PARIS

Flores a esta flor en su lecho nupcial.

Mas, ay, tu dosel no es más que polvo y piedra.

Con agua de rosas lo he de rociar

cada noche, o con lágrimas de pena.

Las exequias que desde ahora te consagro

son mis flores cada noche con mi llanto.

Silba el PAJE.

Me avisa el muchacho; viene alguien.

¿Qué pie miserable se acerca a estas horas turbando mis ritos de amor y mis honras?

Entran ROMEO y BALTASAR con una antorcha, una azada y una barra de hierro.

¡Cómo! ¿Con antorcha? Noche, ocúltame un instante.

[Se esconde.]

ROMEO

Dame la azada y la barra de hierro.

Ten, toma esta carta. Haz por entregarla

mañana temprano a mi padre y señor.

Dame la antorcha. Te lo ordeno por tu vida: por más que oigas o veas, aléjate

y no interrumpas mi labor.

Si desciendo a este lecho de muerte

es por contemplar el rostro de mi amada,

pero, sobre todo, por quitar de su dedo

un valioso anillo, un anillo que he de usar en un asunto importante. Así que vete.

Si, por recelar, vuelves y me espías

para ver qué más cosas me propongo,

por Dios, que te haré pedazos y te esparciré por este insaciable cementerio.

El momento y mi propósito son fieros,

más feroces y mucho más inexorables

que un tigre hambriento o el mar embravecido.

BALTASAR

Me iré, señor, y no os molestaré.

ROMEO

Con eso me demuestras tu amistad. Toma:

vive y prospera. Adiós, buen amigo.

BALTASAR [aparte]

Sin embargo, me esconderé por aquí.

Su gesto no me gusta y sospecho su propósito.

[Se esconde.]

ROMEO

Estómago odioso, vientre de muerte,

saciado del manjar más querido de la tierra, así te obligo a abrir tus mandíbulas podridas y, en venganza, te fuerzo a tragar más alimento . , Abre la tumba.

PARIS

Este es el altivo Montesco desterrado,

el que mató al primo de mi amada, haciendo que ella, según dicen, muriese de la pena.

Seguro que ha venido a profanar

los cadáveres. Voy a detenerle.

[Desenvaina.]

¡Cesa tu impía labor, vil Montesco!

¿Pretendes vengarte más allá de la muerte?

¡Maldito infame, date preso!

Obedece y ven conmigo, pues has de morir.

ROMEO

Es verdad, y por eso he venido.

Querido joven, no provoques a un desesperado; huye y déjame. Piensa en estos muertos

y teme por tu vida. Te lo suplico,

no añadas a mi cuenta otro pecado

moviéndome a la furia. ¡Márchate!

Por Dios, más te aprecio que a mí mismo,

pues vengo armado contra mí mismo.

No te quedes; vete.