Buenas tardes, amigo.

CRIADO

Buenas os dé Dios. Señor, ¿sabéis leer?

ROMEO

Sí, mi mala fortuna en mi adversidad.

CRIADO

Eso lo habréis aprendido de memoria. Pero, os lo ruego, ¿sabéis leer lo que veáis?

ROMEO

Si conozco el alfabeto y el idioma, sí.

CRIADO

Está claro. Quedad con Dios.

ROMEO

Espera, que sí sé leer.

Lee el papel.

«El signor Martino, esposa e hijas.

El conde Anselmo y sus bellas hermanas.

La viuda del signor Vitruvio.

El signor Piacencio y sus lindas sobrinas.

Mercucio y su hermano Valentino.

Mi tío Capuleto, esposa a hijas.

Mi bella sobrina Rosalina y Livia.

El signor Valentio y su primo Tebaldo.

Lucio y la alegre Elena.»

Bella compañía. ¿Adónde han de ir?

CRIADO

Arriba.

ROMEO

¿Adónde? ¿A una cena?

CRIADO

A nuestra casa.

ROMEO

¿A casa de quién?

CRIADO

De mi amo.

ROMEO

Tenía que habértelo preguntado antes.

CRIADO

Os lo diré sin que preguntéis. Mi amo es el grande y rico Capuleto, y si vos no sois de los Montescos, venid a echar un trago de vino. Quedad con Dios.

Sale.

BENEVOLIO

En el festín tradicional de Capuleto

estará tu amada, la bella Rosalina .,

con las más admiradas bellezas de Verona.

Tú ve a la fiesta: con ojo imparcial

compárala con otras que te mostraré,

y, en lugar de un cisne, un cuervo has de ver.

ROMEO

Si fuera tan falso el fervor de mis ojos, que mis lágrimas se conviertan en llamas, y si se anegaron, siendo mentirosos,

y nunca murieron, cual herejes ardan.

¡Otra más hermosa! Si todo ve el sol,

su igual nunca ha visto desde la creación.

BENVOLIO

Te parece bella si no ves a otras:

tus ojos con ella misma la confrontan.

Pero si tus ojos hacen de balanza,

sopesa a tu amada con cualquier muchacha

que pienso mostrarte brillando en la fiesta, y lucirá menos la que ahora te ciega.

ROMEO

Iré, no por admirar a las que elogias,

sino sólo el esplendor de mi señora.

[Salen. ]

I.iii Entran la SEÑORA CAPULETO y el AMA.

SEÑORA CAPULETO

Ama, ¿y mi hija? Dile que venga.

AMA

Ah, por mi virginidad a mis doce años,

¡si la mandé venir! ¡Eh, paloma! ¡Eh, reina!

¡Santo cielo! ¿Dónde está la niña? ¡Julieta!

Entra JULIETA.

JULIETA

Hola, ¿quién me llama?

AMA

Tu madre.

JULIETA

Aquí estoy, señora. ¿Qué deseáis?

SEÑORA CAPULETO

Pues se trata... Ama, déjanos un rato;

hemos de hablar a solas... Ama, vuelve.

Pensándolo bien, más vale que to oigas.

Sabes que mi hija está en edad de merecer.

AMA

Me sé su edad hasta en las horas.

SEÑORA CAPULETO

Aún no tiene los catorce.

AMA

Apuesto catorce de mis dientes

(aunque, ¡válgame!, no me quedan más que cuatro) a que no ha cumplido los catorce.

¿Cuánto falta para que acabe julio? . .

SEÑORA CAPULETO

Dos semanas y pico.

AMA

Pues con o sin pico, entre todos los días del año la última noche de julio cumple los catorce.

Susana y ella (¡Señor, da paz a las ánimas!) tenían la misma edad. Bueno, Susana

está en el cielo, yo no la merecía. Como digo, la última noche de julio cumple los catorce, vaya que sí; me acuerdo muy bien.

Del terromoto hace ahora once años

y, de todos los días del año (nunca

se me olvidará) ese mismo día la desteté: me había puesto ajenjo en el pecho,

ahí sentada al sol, bajo el palomar.

El señor y vos estabais en Mantua

(¡qué memoria tengo!). Pero, como digo,

en cuanto probó el ajenjo en mi pezón

y le supo tan amargo... Angelito,

¡hay que ver qué rabia le dio la teta!

De pronto el palomar dice que tiembla; desde luego, no hacía falta avisarme que corriese.

Y de eso ya van once años, pues entonces

se tenía en pie ella solita. ¡Qué digo!

¡Pero si podía andar y correr!

El día antes se dio un golpe en la frente, y mi marido (que en paz descanse,

siempre alegre) levantó a la niña.

«Ajá», le dijo, «¿te caes boca abajo?

Cuando tengas más seso te caerás boca arriba,

¿a que sí, Juli?» . Y, Virgen santa,

la mocosilla paró de llorar y dijo que sí.

¡Pensar que la broma iba a cumplirse!

Aunque viva mil años, juro que nunca

se me olvidara. «¿A que sí, Juli?», dice.

Y la pobrecilla se calla y le dice que sí.

SEÑORA CAPULETO

Ya basta. No sigas, te lo ruego.

AMA

Sí, señora. Pero es que me viene la risa

de pensar que se calla y le dice que sí.

Y eso que llevaba en la frente un chichón de grande como un huevo de pollo;

un golpe muy feo, y lloraba amargamente.

«Ajá» , dice mi marido, «¿te caes boca abajo?

Cuando seas mayor te caerás boca arriba,

¿a que sí, Juli?» Y se calla y le dice que sí.

JULIETA

Calla tú también, ama, te lo ruego.

AMA

¡Chsss...! He dicho. Dios te dé su gracia; fuiste la criatura más bonita que crié.

Ahora mi único deseo es vivir para verte casada.

SEÑORA CAPULETO

Pues de casamiento venía yo a hablar.

Dime, Julieta, hija mía,

¿qué te parece la idea de casarte?

JULIETA

Es un honor que no he soñado.

AMA

¡Un honor! Si yo no fuera tu nodriza,

diría que mamaste listeza de mis pechos.

SEÑORA CAPULETO

Pues piensa ya en el matrimonio. Aquí, en Verona, hay damas principales, más jóvenes que tú, que ya son madres. Según mis cuentas,

yo te tuve a ti más o menos a la edad

que tú tienes ahora. Abreviando:

el gallardo Paris te pretende.

AMA

¡Qué hombre, jovencita! Un hombre

que el mundo entero... ¡Es la perfección!

SEÑORA CAPULETO

El estío de Verona no da tal flor.

AMA

¡Eso, es una flor, toda una flor!

SEÑORA CAPULETO

¿Qué dices? ¿Podrás amar al caballero?

Esta noche le verás en nuestra fiesta . .

Si lees el semblante de Paris como un libro, verás que la belleza ha escrito en él la dicha.

Examina sus facciones y hallarás

que congenian en armónica unidad,

y, si algo de este libro no es muy claro, en el margen de sus ojos va glosado.

A este libro de amor, que ahora es tan bello, le falta cubierta para ser perfecto.

Si en el mar vive el pez, también hay excelencia en todo lo bello que encierra belleza:

hay libros con gloria, pues su hermoso fondo queda bien cerrado con broche de oro.

Todas sus virtudes, uniéndote a él,

también serán tuyas, sin nada perder.

AMA

Perder, no; ganar: el hombre engorda a la mujer.

SEÑORA CAPULETO

En suma, ¿crees que a Paris amarás?

JULIETA

Creo que sí, si la vista lleva a amar.

Mas no dejaré que mis ojos le miren

más de lo que vuestro deseo autorice.

Entra un CRIADO.

CRIADO

Señora, los convidados ya están; la cena, en la mesa; preguntan por vos y la señorita; en la despensa maldicen al ama, y todo está por hacer. Yo voy a servir.

Os lo ruego, venid en seguida.

Sale.

SEÑORA CAPULETO

Ahora mismo vamos. Julieta, te espera el conde.

AMA

¡Vamos! ¡A gozar los días gozando las noches!

Salen.

I.iv Entran ROMEO, MERCUCIO, BENVOLIO, con cinco o seis máscaras, portadores de antorchas.

ROMEO

¿Decimos el discurso de rigor

o entramos sin dar explicaciones?

BENVOLIO

Hoy ya no se gasta tanta ceremonia:

nada de Cupido con los ojos vendados

llevando por arco una regla pintada

y asustando a las damas como un espantajo, ni tímido prólogo que anuncia una entrada dicho de memoria con apuntador.

Que nos tomen como quieran. Nosotros

les tomamos algún baile y nos vamos.

ROMEO

Dadme una antorcha, que no estoy para bailes.

Si estoy tan sombrío, llevaré la luz.

MERCUCIO

No, gentil Romeo: tienes que bailar.

ROMEO

No, de veras.