Vosotros lleváis calzado

de ingrávida suela, pero yo del suelo

no puedo moverme, de tanto que me pesa el alma.

MERCUCIO

Tú, enamorado, pídele las alas a Cupido

y toma vuelo más allá de todo salto.

ROMEO

El vuelo de su flecha me ha alcanzado

y ya no puedo elevarme con sus alas,

ni alzarme por encima de mi pena,

y así me hundo bajo el peso del amor.

MERCUCIO

Para hundirte en amor has de hacer peso:

demasiada carga para cosa tan tierna.

ROMEO

¿Tierno el amor? Es harto duro,

harto áspero y violento, y se clava como espina.

MERCUCIO

Si el amor te maltrata, maltrátalo tú:

si se clava, lo clavas y lo hundes.

Dadme una máscara, que me tape el semblante: para mi cara, careta. ¿Qué me importa ahora que un ojo curioso note imperfecciones?

Que se ruborice este mascarón.

BENVOLIO

Vamos, llamad y entrad. Una vez dentro,

todos a mover las piernas.

ROMEO

Dadme una antorcha. Que la alegre compañía haga cosquillas con sus pies a las esteras . , que a mí bien me cuadra el viejo proverbio: bien juega quien mira, y así podré ver

mejor la partida; pero sin jugar.

MERCUCIO

Te la juegas, dijo el guardia.

Si no juegas, habrá que sacarte;

sacarte, con perdón, del fango amoroso

en que te hundes. Ven, que se apaga la luz.

ROMEO

No es verdad.

MERCUCIO

Digo que si nos entretenemos,

malgastamos la antorcha, cual si fuese de día.

Toma el buen sentido y verás que aciertas cinco veces más que con la listeza.

ROMEO

Nosotros al baile venimos por bien,

mas no veo el acierto.

MERCUCIO

Pues dime por qué.

ROMEO

Anoche tuve un sueño.

MERCUCIO

Y también yo.

ROMEO

¿Qué soñaste?

MERCUCIO

Que los sueños son ficción.

ROMEO

No, porque durmiendo sueñas la verdad.

MERCUCIO

Ya veo que te ha visitado la reina Mab ., la partera de las hadas. Su cuerpo

es tan menudo cual piedra de ágata

en el anillo de un regidor.

Sobre la nariz de los durmientes

seres diminutos tiran de su carro,

que es una cáscara vacía de avellana

y está hecho por la ardilla carpintera o la oruga (de antiguo carroceras de las hadas).

Patas de araña zanquilarga son los radios, alas de saltamontes la capota;

los tirantes, de la más fina telaraña;

la collera, de reflejos lunares sobre el agua; la fusta, de hueso de grillo; la tralla, de hebra; el cochero, un mosquito vestido de gris,

menos de la mitad que un gusanito

sacado del dedo holgazán de una muchacha.

Y con tal pompa recorre en la noche

cerebros de amantes, y les hace soñar el amor; rodillas de cortesanos, y les hace soñar reverencias; dedos de abogados, y les hace soñar honorarios; labios de damas, y les hace soñar besos,

labios que suele ulcerar la colérica Mab, pues su aliento está mancillado por los dulces.

A veces galopa sobre la nariz de un cortesano y le hace soñar que huele alguna recompensa; y a veces acude con un rabo de cerdo por diezmo y cosquillea en la nariz al cura dormido, que entonces sueña con otra parroquia.

A veces marcha sobre el cuello de un soldado y le hace soñar con degüellos de extranjeros, brechas, emboscadas, espadas españolas,

tragos de a litro; y entonces le tamborilea en el oído, lo que le asusta y despierta; y él, sobresaltado, entona oraciones

y vuelve a dormirse. Esta es la misma Mab que de noche les trenza la crin a los caballos, y a las desgreñadas les emplasta mechones de pelo, que, desenredados, traen desgracias.

Es la bruja que, cuando las mozas yacen boca arriba, las oprime y les enseña a concebir

y a ser mujeres de peso. Es la que...

ROMEO

¡Calla, Mercucio, calla!

No hablas de nada.

MERCUCIO

Es verdad: hablo de sueños,

que son hijos de un cerebro ocioso

y nacen de la vana fantasía,

tan pobre de sustancia como el aire

y más variable que el viento, que tan pronto galantea al pecho helado del norte

como, lleno de ira, se aleja resoplando

y se vuelve hacia el sur, que gotea de rocío.

BENVOLIO

El viento de que hablas nos desvía.

La cena terminó y llegaremos tarde.

ROMEO

Muy temprano, temo yo, pues presiento

que algún accidente aún oculto en las estrellas iniciará su curso aciago

con la fiesta de esta noche y pondrá fin

a esta vida que guardo en mi pecho

con el ultraje de una muerte adelantada.

Mas que Aquél que gobierna mi rumbo

guíe mi nave. ¡Vamos, alegres señores!

BENVOLIO

¡Que suene el tambor!

Desfilan por el escenario [y salen].

I.v Entran CRIADOS con servilletas.

CRIADO 1.°

¿Dónde está Perola, que no ayuda a quitar la mesa? ¿Cuándo coge un plato?

¿Cuándo friega un plato?

CRIADO 2.°

Si la finura sólo está en las manos de uno, y encima no se las lava, vamos listos.

CRIADO 1.°

Llevaos las banquetas, quitad el aparador, cuidado con la plata. Oye, tú, sé bueno y guárdame un poco de mazapán; y hazme un favor: dile al portero que deje entrar a Susi Muelas y a Lena . .

[Sale el CRIADO 2.°]

¡Antonio! ¡Perola!

[Entran otros dos CRIADOS.]

CRIADO 3.°

Aquí estamos, joven.

CRIADO 1. °

Te buscan y rebuscan, lo llaman y reclaman allá, en el salón.

CRIADO 4.°

No se puede estar aquí y allí. ¡Ánimo, muchachos! Venga alegría, que quien resiste, gana el premio.

Salen.

Entran [CAPULETO, la SEÑORA CAPULETO, JULIETA, TEBALDO, el AMA], todos los convidados y las máscaras

[ROMEO, BENVOLIO y MERCUCIO].

CAPULETO

¡Bienvenidos, señores! Las damas sin callos querrán echar un baile con vosotros.-

¡Vamos, señoras! ¿Quién de vosotras

se niega a bailar? La que haga remilgos

juraré que tiene callos. ¿A que he acertado?-

¡Bienvenidos, señores! Hubo un tiempo

en que yo me ponía el antifaz

y musitaba palabras deleitosas

al oído de una bella. Pero pasó, pasó.

Bienvenidos, señores.-¡ Músicos, a tocar!

¡Haced sitio, despejad! ¡Muchachas, a bailar!

Suena la música y bailan.

¡Más luz, bribones! Desmontad las mesas

y apagad la lumbre, que da mucho calor ..

Oye, ¡qué suerte la visita inesperada! .

Vamos, siéntate, pariente Capuleto,

que nuestra época de bailes ya pasó.

¿Cuánto tiempo hace

que estuvimos en una mascarada?

PARIENTE DE CAPULETO

¡Virgen santa! Treinta años.

CAPULETO

¡Qué va! No tanto, no tanto.

Fue cuando la boda de Lucencio:

en Pentecostés hará unos veinticinco años.

Esa fue la última vez.

PARIENTE DE CAPULETO

Hace más, hace más: su hijo es mayor;

tiene treinta años.

CAPULETO

¿Me lo vas a decir tú? Hace dos años

era aún menor de edad.

ROMEO [a un CRIADO]

¿Quién es la dama cuya mano

enaltece a ese caballero?

CRIADO

No lo sé, señor.

ROMEO

¡Ah, cómo enseña a brillar a las antorchas!

En el rostro de la noche es cual la joya

que en la oreja de una etíope destella...

No se hizo para el mundo tal belleza.

Esa dama se distingue de las otras

como de los cuervos la blanca paloma.

Buscaré su sitio cuando hayan bailado

y seré feliz si le toco la mano.

¿Supe qué es amor? Ojos, desmentidlo,

pues nunca hasta ahora la belleza he visto.

TEBALDO

Por su voz, este es un Montesco.-

Muchacho, tráeme el estoque.- ¿Cómo se atreve a venir aquí el infame con esa careta,

burlándose de fiesta tan solemne?

Por mi cuna y la honra de mi estirpe,

que matarle no puede ser un crimen.

CAPULETO

¿Qué pasa, sobrino? ¿Por qué te sulfuras?

TEBALDO

Tío, ese es un Montesco, nuestro enemigo: un canalla que viene ex profeso

a burlarse de la celebración.

CAPULETO

¿No es el joven Romeo?

TEBALDO

El mismo: el canalla de Romeo.

CAPULETO

Cálmate, sobrino; déjale en paz:

se porta como un digno caballero

y, a decir verdad, Verona habla con orgullo de su nobleza y cortesía.

Ni por todo el oro de nuestra ciudad

le haría ningún desaire aquí, en mi casa.

Así que calma, y no le hagas caso.

Es mi voluntad, y si la respetas,

muéstrate amable y deja ese ceño,

pues casa muy mal con una fiesta.

TEBALDO

Casa bien si el convidado es un infame.

¡No pienso tolerarlo!

CAPULETO

Vas a tolerarlo. óyeme, joven don nadie:

vas a tolerarlo, ¡pues sí!

¿Quién manda aquí, tú o yo? ¡Pues sí!

¿Tú no tolerarlo? Dios me bendiga,

¿tú armar alboroto aquí, en mi fiesta?

¿Tú andar desbocado? ¿Tú hacerte el héroe?

TEBALDO

Pero, tío, ¡es una vergüenza!

CAPULETO

¡Conque sí! ¡Serás descarado!

¡Conque una vergüenza! Este juego tuyo

te puede costar caro, te lo digo yo.

¡Tú contrariarme! Ya está bien.-

¡Magnífico, amigos!-¡ Insolente!

Vete, cállate o...-¡Más luz, más luz!-

Te juro que te haré callar-¡ Alegría, amigos!

TEBALDO

Calmarme a la fuerza y estar indignado

me ha descompuesto, al ser tan contrarios.

Ahora me retiro, mas esta intrusión,

ahora tan grata, causará dolor.

Sale.

ROMEO

Si con mi mano indigna he profanado

tu santa efigie, sólo peco en eso:

mi boca, peregrino avergonzado,

suavizará el contacto con un beso.

JULIETA

Buen peregrino, no reproches tanto

a tu mano un fervor tan verdadero:

si juntan manos peregrino y santo,

palma con palma es beso de palmero.

ROMEO

¿Ni santos ni palmeros tienen boca?

JULIETA

Sí, peregrino: para la oración.

ROMEO

Entonces, santa, mi oración te invoca:

suplico un beso por mi salvación.

JULIETA

Los santos están quietos cuando acceden.

ROMEO

Pues, quieta, y tomaré lo que conceden ..

[La besa.]

Mi pecado en tu boca se ha purgado.

JULIETA

Pecado que en mi boca quedaría.

ROMEO

Repruebas con dulzura. ¿Mi pecado?

¡Devuélvemelo!

JULIETA

Besas con maestría.

AMA

Julieta, tu madre quiere hablarte.

ROMEO

¿Quién es su madre?

AMA

Pero, ¡joven!

Su madre es la señora de la casa,

y es muy buena, prudente y virtuosa.

Yo crié a su hija, con la que ahora hablabais.

Os digo que quien la gane,

conocerá el beneficio.

ROMEO

¿Es una Capuleto? ¡Triste cuenta!

Con mi enemigo quedo en deuda.

BENVOLIO

Vámonos, que lo bueno poco dura.

ROMEO

Sí, es lo que me temo, y me preocupa.

CAPULETO

Pero, señores, no queráis iros ya.

Nos espera un humilde postrecito.

Le hablan al oído.

¿Ah, sí? Entonces, gracias a todos.

Gracias, buenos caballeros, buenas noches.-

¡Más antorchas aquí, vamos! Después, a acostarse.-

Oye, ¡qué tarde se está haciendo! ..

Me voy a descansar.

Salen todos [menos JULIETA y el AMA].

JULIETA

Ven aquí, ama. ¿Quién es ese caballero?

AMA

El hijo mayor del viejo Tiberio.

JULIETA

¿Y quién es el que está saliendo ahora?

AMA

Pues creo que es el joven Petrucio.

JULIETA

¿Y el que le sigue, el que no bailaba?

AMA

No sé.

JULIETA

Pregunta quién es.-Si ya tiene esposa,

la tumba sería mi lecho de bodas.

AMA

Se llama Romeo y es un Montesco:

el único hijo de tu gran enemigo.

JULIETA

¡Mi amor ha nacido de mi único odio!

Muy pronto le he visto y tarde le conozco.

Fatal nacimiento de amor habrá sido

si tengo que amar al peor enemigo.

AMA

¿Qué dices? ¿Qué dices?

JULIETA

Unos versos que he aprendido

de uno con quien bailé.

Llaman a JULIETA desde dentro.

AMA

¡Ya va! ¡Ya va!-

Vamos, los convidados ya no están.

Salen.

II. PRÓLOGO [Entra] el CORO . .

CORO

Ahora yace muerto el viejo amor

y el joven heredero ya aparece.

La bella que causaba tal dolor

al lado de Julieta desmerece.

Romeo ya es amado y es amante:

los ha unido un hechizo en la mirada.

Él es de su enemiga suplicante

y ella roba a ese anzuelo la carnada.

Él no puede jurarle su pasión,

pues en la otra casa es rechazado,

y su amada no tiene la ocasión

de verse en un lugar con su adorado.

Mas el amor encuentros les procura,

templando ese rigor con la dulzura.

[Sale.]

II.i Entra ROMEO solo.

ROMEO

¿Cómo sigo adelante, si mi amor está aquí?

Vuelve, triste barro, y busca tu centro.

[Se esconde.]

Entran BENVOLIO y MERCUCIO.

BENVOLIO

¡Romeo! ¡Primo Romeo! ¡Romeo!

MERCUCIO

Este es muy listo, y seguro que se ha ido a dormir.

BENVOLIO

Vino corriendo por aquí y saltó

la tapia de este huerto. Llámale, Mercucio.

MERCUCIO

Haré una invocación.

¡Antojos! ¡Locuelo! ¡Delirios! ¡Prendado!

Aparece en forma de suspiro.

Di un verso y me quedo satisfecho.

Exclama «¡Ay de mí!», rima « amor » con « flor », di una bella palabra a la comadre Venus

y ponle un mote al ciego de su hijo,

Cupido el golfillo . , cuyo dardo certero hizo al rey Cofetua amar a la mendiga.

Ni oye, ni bulle, ni se mueve:

el mono se ha muerto; haré un conjuro . .

Conjúrote por los ojos claros de tu Rosalina, por su alta frente y su labio carmesí,

su lindo pie, firme pierna, trémulo muslo y todas las comarcas adyacentes,

que ante nosotros aparezcas en persona.

BENVOLIO

Como te oiga, se enfadará.

MERCUCIO

Imposible. Se enfadaría si yo

hiciese penetrar un espíritu extraño

en el cerco de su amada, dejándolo erecto hasta que se escurriese y esfumase.

Eso sí le irritaría. Mi invocación

es noble y decente: en nombre de su amada yo sólo le conjuro que aparezca.

BENVOLIO

Ven, que se ha escondido entre estos árboles, en alianza con la noche melancólica. Ciego es su amor, y to oscuro, su lugar.

MERCUCIO

Si el amor es ciego, no puede atinar.

Romeo está sentado al pie de una higuera

deseando que su amada fuese el fruto

que las mozas, entre risas, llaman higo.

¡Ah, Romeo, si ella fuese, ah, si fuese

un higo abierto y tú una pera!

Romeo, buenas noches. Me voy a mi camita, que dormir al raso me da frío.

Ven, ¿nos vamos?

BENVOLIO

Sí, pues es inútil

buscar a quien no quiere ser hallado.

Salen.

ROMEO [adelantándose]

Se ríe de las heridas quien no las ha sufrido.

Pero, alto. ¿Qué luz alumbra esa ventana?

Es el oriente, y Julieta, el sol.

Sal, bello sol, y mata a la luna envidiosa, que está enferma y pálida de pena

porque tú, que la sirves, eres más hermoso.

Si es tan envidiosa, no seas su sirviente.

Su ropa de vestal es de un verde apagado

que sólo llevan los bobos . . ¡Tírala!

(Entra JULIETA arriba, en el balcón .