San Manuel Bueno, mártir

 

San Manuel Bueno, mártir, obra maestra de Miguel de Unamuno, es considerada como su testamento espiritual. La novela muestra un espacio no descriptivo en el que se asientan los símbolos clave de la dialéctica entre fe y duda: el lago, la montaña, la nieve, la villa sumergida, etc. San Manuel asume esta lucha y se convierte en mártir en tanto toma sobre sí la duda y la sufre por toda la comunidad que, sumida en el engaño, avanza cohesionada por esa supuesta verdad no cuestionada.

La fuerza del conflicto central (encarnación de lo que en el siglo XX se llamaría la duda existencial, el silencio de Dios o la pérdida de la fe) favorece la vigencia del libro, donde aparece también una amorosa, y muy actual, atención al paisaje, dispuesto todo ello con gran sencillez compositiva, lo que facilita la lectura y justifica su presencia en cualquier colección.

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Miguel de Unamuno

San Manuel Bueno, mártir

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Título original: San Manuel Bueno, mártir

Miguel de Unamuno, 1931.

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Si sólo en esta vida esperamos en Cristo,

somos los más miserables de los hombres todos.

San Pablo, I Corintios XV, 19

Introducción de Antonio Barrios Ruiz: Miguel de Unamuno, una ontología por descubrir

Estudio analítico de la obra unamuniana San Manuel Bueno, mártir

El autor

autor

En Bilbao, a 29 septiembre de 1864, nace Miguel de Unamuno, nieto e hijo de comerciantes vascos. Y a la edad de once años, comienza sus estudios de bachillerato en el Instituto Vizcaíno, donde conoce al insigne filósofo español Jaime Balmes, muerto en Vich en 1848.

La lectura de Balmes hubo de dejarle un profundo resquemor existencialista; pero, sobre todo, hizo que Unamuno hubiera de sentir la gran determinación de cursar estudios de Filosofía y Letras. En efecto, en el año 1880, después de saborear su primer triunfo como articulista en El Noticiero de Bilbao, Unamuno se traslada a Madrid con tal objetivo pendiente.

A los veinte años, en 1884, conoce a Concha Lizárraga, con la que no se casará hasta que obtenga la cátedra de Griego en la Universidad de Salamanca, y a los treinta años, en 1894, se afilia al Partido Socialista, fundado por Pablo Iglesias el 2 de mayo de 1879, aunque no obtendría ningún escaño hasta 1910.

La política significa para Unamuno un nuevo compromiso para su vida. Una vida que comienza a ver contradictoria, pues escribe en 1895 el ensayo En torno al casticismo, donde aparece el concepto de intrahistoria y en el que aboga por la necesaria europeización de España.

Dos años después, sin embargo, Unamuno surge una profunda crisis espiritual, que marcará su trayectoria ideológica, y que algo de todo lo exteriorizará en su primera novela Paz en la guerra.

El último año del siglo, Unamuno es nombrado rector de la Universidad de Salamanca, y escribe su novela Amor y pedagogía, y el año 1905 publica Vida de Don Quijote y Sancho y Soledad, siendo en el primero de estos ensayos donde propugne la españolización de Europa.

Sus inquietudes son transmitidas a la poesía, y se da a conocer como poeta. Sin embargo, su género donde hace raya (no sólo él, sino su generación) es el ensayo, y así, en 1913, Unamuno edita Del sentimiento trágico de la vida ,uno de los ensayos capitales de Unamuno, pero también de su generación.

A consecuencia de las diversas fricciones que mantiene con el gobierno Dato, es cesado de su cargo de rector de la Universidad de Salamanca, en 1914. Durante la I Guerra Mundial, España se divide en partidarios de los alemanes y de los aliados; Unamuno se inclina por los aliados, y participa en varias campañas a favor de éstos.

En 1920, Unamuno es procesado y condenado por haber escrito un artículo injurioso contra la monarquía de Alfonso XIII. Las luchas campesinas son un hecho. Según Díaz del Moral (1985), "las sociedades se clasificaban de un modo tripartito: sindicalistas, socialistas e indefinidas". Por ello, cuando la monarquía cae, Unamuno manifiesta su clara oposición a la dictadura de Primo de Rivera, que le costará ser deportado en Febrero de 1924 a la isla de Fuerteventura, como en la Atenas clásica, y que, gracias a sus amistades francesas, consigue evadirse en julio de la isla y fijar su residencia en París.

En 1930, al caer la dictadura de Rivera, regresa a España, donde es recibido de forma apoteósica; pero España, después de la dictadura, no es aquella de antes de la dictadura; es, por decirlo con un título de opositor ideólogo, la España de la rebelión de las masas, una época difícil.

A Unamuno le ofrecen la Cátedra de Historia de la lengua española, no como un regalo sin méritos, pues ello lo atestigua su siguiente novela: San Manuel Bueno, mártir, y que, según un Prólogo de 1932 del mismo Unamuno, "ya Gregorio Marañón el 3 diciembre 1931 aseguraba que habría de ser una de sus obras más leídas y gustadas en adelante como una de las más características de su producción toda novelesca".

Proclamada la II República, Unamuno es nombrado de nuevo rector de la Universidad de Salamanca, y en 1934, muere su esposa, así como se jubila. Al estallar la guerra civil española, Unamuno, enfrentado a los republicanos, es destituido de su dignidad de rector vitalicio. La Junta de Defensa Nacional instalada en Burgos le restituye en su cargo al cabo de poco, pero es nuevamente cesado tras enfrentarse al general Millán Astral, fundador de la Legión española. Y a partir de entonces, y quizás por este nimio suceso, Unamuno entró en la lista de los escritores malditos en España...

La época

Vive Unamuno durante una etapa inestable de la historia de España; una etapa trascendental y trágica, pero muy significativa para comprender los dos últimos siglos. Una etapa que va desde la caída de Isabel II hasta el comienzo de la Era de Franco...

El periodo revolucionario

La Constitución moderada de 1845, realizada por los moderados dirigidos por Narváez, aunque admitía dos cámaras, reconocía a la Monarquía amplias atribuciones. Sin embargo, este liberalismo doctrinario, que, en verdad, imperaba en Europa, molestaba a los liberales progresistas. Por eso, España, ante la oleada revolucionaria de 1868, no podía permanecer impávida, y la escuadra fondeada en Cádiz se sublevó al grito de "Abajo Isabel II" y la constitución de 1845 quedó derogada.

Los vencedores formaron un Gobierno provisional, presidido por el general Serrano, y se elaboró una nueva Constitución, que conservaba la forma monárquica, pero excluía a la dinastía borbónica. El progresismo de esta Constitución de 1869 disgustó a los católicos. Pero no fue fácil hallar un nuevo rey. Al fin fue proclamado Rey Amadeo de Saboya, hijo segundo del Rey de Italia, pero "las dos Españas" le partieron el corazón, y, descorazonado, renunció al trono.

Con esta abdicación, llegó la I República, que tuvo un año de vida y cuatro presidentes del Poder Ejecutivo. En verdad, había pocos hombres republicanos auténticos. Sin embargo, frente a unos republicanos minoritarios y divididos, había fuerzas muy potentes al Carlismo, apoyado por la Iglesia Católica. Pero Carlos VII no pudo conseguir que el viejo caudillo Cabrera se pusiera al frente de sus tropas. Y las capas sociales y buena parte del ejército seguían fieles a la dinastía borbónica, contra los carlistas.

La Restauración

Contra el parecer de Cánovas, de ir a la Restauración monárquica por la vía legal, el general Martínez Campos proclamó rey en Sagunto a Alfonso XII, acto que fue secundado por las demás guarniciones (diciembre de 1874). Su madre, Isabel II, ya había abdicado sus derechos dinásticos en su hijo Alfonso.

Se terminó con las luchas carlistas. Y en 1876 se impuso la Constitución de más larga duración, pues estaría en vigor hasta 1923, a pesar de que no satisfizo plenamente a ninguno de los dos sectores políticos.

Comenzó, pues, un turno de partidos (conservadores y liberales) que aseguraba una cierta estabilidad socio-política, que no se alteró ni siquiera cuando, en noviembre de 1885, murió el rey. Sólo la agitación de las colonias alteraría el rutinario quehacer de las Cortes. No obstante, tras morir el Rey, la paz en España también muere.

Cánovas quería gastar hasta el último hombre y la última peseta en defender Cuba, y es asesinado por un anarquista en 1897. La situación exterior se agravó cuando un barco americano apareció en La Habana y voló por los aires, y el presidente McKinley declaró la guerra a España. Finalmente, ese mismo año, con la paz de París, se perdería Cuba y Puerto Rico, y se vendería Filipina mediante el irrisorio precio de 20 millones de dólares. Es, pues, el desastre del 98.

La monarquía de Alfonso XIII

Tras cumplir sus dieciocho años, el nuevo rey, Alfonso XIII, fue coronado el año 1902.