Su madre, María Cristina de Habsburgo, había estado en tanto de regente. El país estaba en graves condiciones de gobernabilidad. Los canovistas se declaraban contrarios al sufragio universal; pero los liberales, por motivos ideológicos, consiguieron el voto universal, que falsearon por medio del caciquismo, que extendía su red por todo el territorio nacional. Ello produjo el divorcio entre el país legal y el país real.

Amplios sectores de opinión empezaron a organizarse al margen de los partidarios de turno; pero estos grupos, muy opuestos entre sí, eran incapaces de unirse contra el Gobierno. Sin embargo, la desintegración de los partidos políticos de la restauración va siendo un hecho, por cuestiones ideológicas en el interior y exterior.

La panacea vino tras encontrarse nuevos líderes. Canalejas, para el partido liberal, y Maura para el partido conservador. Con motivo de una movilización parcial para enviar refuerzos a África estalló en 1909 una revuelta en Barcelona de carácter anarquista, dirigida contra la Iglesia; multitud de iglesias y conventos ardieron y hubo bastantes bajas en choques con la fuerza pública. Un consejo de guerra condenó a muerte como instigador de los hechos a Fco. Ferrer. Estos hechos, sin embargo, tuvieron gran repercusión dentro y fuera de España. ¿Por qué? Quizás porque España tenía una excelente masa de intelectuales...

La guerra europea (1914-1918) tuvo repercusiones profundas para España, aunque guardara la neutralidad. La población se dividió ideológicamente en partidarios de los alemanes y de los aliados, y socialmente, en burgueses y obreros. El descontento obrero se exteriorizó en las huelgas revolucionarias de 1917, dirigidas por el PSOE, en Madrid.

Ante la gravedad de la situación y el descrédito de los partidarios, el rey formó un gobierno de Unión Nacional presidido por Maura que duró poco y no resolvió nada. Pero más ferocidad hubo al fin de la guerra europea, pues agravó la crisis económica y social. Los atentados anarquistas se multiplican, y estalla el pistolerismo entre obreros y patronos. A este panorama, se suman los sucesos de Marruecos.

La dictadura de primo de Rivera

Ante el descontento general, el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, proclamó la dictadura militar. El gobierno liberal en el poder no tenía medios de resistencia y el rey, consciente del descrédito de los partidos políticos, tampoco opuso resistencia. La paz interior se obtuvo inmediatamente y sin derramamiento de sangre; pero la dictadura, concebida en un principio como un régimen transitorio, se convirtió en un régimen que quería ser permanente; en este cambio de actitud influyó el ejemplo de Italia, donde poco antes se había proclamado el régimen fascista.

El primitivo directorio militar se transformó, mediante la inclusión de hombres civiles, técnicos notables sin significación política hasta entonces, porque el dictador no estaba dispuesto a admitir la colaboración de los viejos partidos políticos; sin embargo, sí se la pidió a los socialistas, y nombró consejero de Estado a Largo Caballero.

Se instituyeron comités mixtos de empresarios y obreros; se reactivaron los negocios, pues se invirtió bastante capital extranjero y se emprendió un gran plan de obras públicas: obras de riego, mejora de carreteras y construcción de nuevos ferrocarriles. Para hacer frente a la demanda de carburantes, que exigía la motorización, se creó la CAMPSA.

A pesar de estos éxitos materiales las deficiencias estructurales no habían sido corregidas, y en el aspecto político el fracaso de la dictadura era evidente. Las deliberaciones de una asamblea nacional que debía elaborar una nueva constitución no produjeron fruto. La Unión Patriótica, que debía apoyar al gobierno, carecía de popularidad. Los intelectuales estaban molestos por la censura, por la persecución a escritores desconocidos, y en 1928 comenzaron los alborotos en las Universidades. Primo de Rivera, a petición del rey, abandonó el poder y marchó París, donde murió.

El intento de Alfonso XIII de volver al régimen anterior fracasó: la mayoría de los antiguos políticos se negaron a colaborar. Los efectos de la gran crisis mundial empezaban a llegar a España; los extranjeros retiraron sus capitales; la peseta se devaluó y el paro creció. La campaña antimonárquica de los republicanos, unidos circunstancialmente a los partidos obreros y a los autonomistas catalanes y vascos aumentaba, a la par que se deterioraba la situación económica y bajó la cotización de la peseta.

En este clima de tensión se celebraron elecciones municipales el 12 abril de 1931. Aunque en el conjunto del país triunfaron las candidaturas monárquicas, en casi todas las capitales de provincia y ciudades importantes —donde el voto era más auténtico y menos influido por el caciquismo— resultó victoriosa la conjunción republicano/socialista. El propio rey comprendió que ello era una desautorización de la monarquía y abandonó España. La II República se proclamó simultáneamente en Madrid y Barcelona el 14 de abril de 1931.

La República

La II República tuvo una existencia más larga pero no menos agitada que la primera, y cómo aquélla se vio atacada por los monárquicos y, con más fuerza aún, por sus propios seguidores impacientes de extrema izquierda. En la euforia del triunfo creyeron contar con una base firme cuando el país estaba profundamente dividido.

El primer gobierno fue una mezcla de republicanos históricos (Lerroux, Azaña...) con socialistas como Prieto y Largo Caballero, más dos exministros monárquicos que debían servir de garantía a las derechas: Alcalá Zamora y Miguel Maura, Presidente de la República y ministro de Gobernación...

Se redactó una constitución, que tenía como principales novedades, además de la forma republicana, la institución del sufragio universal femenino, la Cámara única, la posibilidad de instaurar un régimen federativo y la separación de la Iglesia-Estado. Un proyecto de reforma agraria tropezó con graves retrasos.

Las elecciones de noviembre de 1933 mostraron cuán profundo era el descontento.