Yo atravesé los jardines y volví a subir la escalera, donde en ausencia del príncipe, que se apartara con Swann, la muchedumbre de los invitados engrosaba en torno al señor de Charlus, lo mismo que cuando Luis XIV no estaba en Versalles se reunía más gente en lo de Monsieur2 hermano. El barón me detuvo al paso mientras que detrás de mí dos señoras y un joven se aproximaban para saludarlo.
2 Monsieur (señor) se le llamaba al hermano del rey de Francia. (N. del T.)
"Es agradable verlo por aquí", me dijo, extendiéndome la mano. "Buenas noches, señora de la Trémoille; buenas noches, mi querida Herminia". Pero sin duda lo que me había dicho acerca de su papel de jefe en la casa de Guermantes le daba deseos de aparentar satisfacción respecto a lo que le disgustaba, aunque no pudiera impedirlo, a lo que su impertinencia de gran señor y su alegría de histérico dieron inmediatamente una forma de excesiva ironía: "Es amable -repuso-, pero es especialmente muy gracioso". Y se puso a lanzar carcajadas que parecían comprobar a la vez su alegría y la impotencia de la palabra humana para expresarla. Mientras algunas personas, que sabían cómo era simultáneamente de acceso difícil y listo para "salidas" insolentes, se aproximaban con curiosidad y un apresuramiento casi indecente, y por poco se ponían a correr. "Vamos, no se enoje me dijo tocándome suavemente el hombro, ya sabe que lo quiero mucho. Buenas noches, Antioche; buenas noches, Luis Renato. ¿Fue a ver el surtidor? me preguntó en un tono más afirmativo que interrogador. ¿Es muy lindo, verdad? Maravilloso. Podía ser mejor, naturalmente, si se suprimieran algunas cosas, y entonces no habría nada semejante en toda Francia. Pero así como está, ya figura entre las cosas mejores. Bréauté le dirá que fue un error colocarle lamparitas para tratar de hacer olvidar que a él se le ocurrió esa idea absurda. Pero, en resumen, no ha conseguido afearlo del todo. Es mucho más difícil desfigurar una obra maestra que crearla. Sospechábamos, por otra parte, que Bréauté era menos talentoso que Hubert Robert".
Volví a ocupar la fila de visitantes que entraban en la casa. "¿Hace tiempo que no ve a mi deliciosa prima Oriana?", me preguntó la princesa, que había desocupado su sillón de la entrada muy poco antes y con la que volvía a los salones. "Debe venir esta noche; la he visto esta tarde -agregó la dueña de casa-. Me lo prometió. Creo, por otra parte, que cena usted con nosotras en casa de la reina de Italia, el jueves, en la Embajada. Estarán todas las Altezas posibles, va a ser muy intimidador". No podían intimidar de ninguna manera a la princesa de Guermantes, ya que abundaban en sus salones y decía: "Mis pequeños Cobourg", como si dijese: "Mis perritos". Por eso la señora de Guermantes dijo: "Va a ser muy intimidador", por simple tontería, que entre la gente de mundo triunfa hasta de la vanidad. Con respecto a su propia genealogía, sabía menos que un suplente de historia.
En lo que concernía a sus relaciones, se empeñaba en demostrar que conocía sus sobrenombres. Al preguntarme si cenaba la semana siguiente en casa de la marquesa de la Pommeliére, que a menudo llamaban "la Manzana"3 la princesa obtuvo de mí una respuesta negativa, y calló por algunos instantes. Luego, sin ningún otro motivo que una exhibición voluntaria de erudición involuntaria, de trivialidad y conformismo con el espíritu general, agregó: "¡Es una mujer bastante agradable, esta Manzana!"
3 ¡Cielos! Qué numeroso enjambre de bellezas inocentes – se ofrece en masa a mis ojos y sale de todas partes.– ¡Qué amable pudor está, pintado en sus rostros!
Mientras la princesa conversaba conmigo, entraban precisamente el duque y la duquesa de Guermantes. Pero no pude de primera intención salir a su encuentro, porque me aprisionó al paso la embajadora de Turquía, quien, señalándome a la dueña de casa, que acababa de dejar, exclamó, tomándome del brazo: "¡Ah, qué mujer deliciosa la princesa! ¡Qué ser superior a todos! Me parece que si yo fuera hombre agregó con un poco de bajeza y sensualidad orientales consagraría mi vida a esta criatura celestial". Le contesté que, efectivamente, me parecía encantadora, pero que conocía más a su prima la duquesa.
"Pero no hay ninguna relación me dijo la embajadora.
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