Había un banco al final del sendero y nos sentamos allí mientras Holmes examinaba, uno a uno, los objetos que Lestrade le había entregado.

-El cordel es sumamente interesante -observó, poniéndolo a contraluz y oliéndolo-. ¿Qué le parece, Lestrade?



-Que ha sido embreado.

-Exactamente. Es un trozo de bramante embreado. Sin duda habrá observado que la señorita Cushing ha cortado la cuerda con unas tijeras, como puede conjeturarse por sus dos extremos deshilachados. Eso es importante.

-No veo su importancia -dijo Lestrade.

-La importancia radica en el hecho de que el nudo lo han dejado intacto y que se trata de un nudo de un tipo especial.

-Está hecho muy hábilmente. Ya me había dado cuenta de eso -dijo Lestrade con suficiencia.

-Dejemos ya el cordel, entonces -dijo Holmes, sonriendo-, y pasemos a la envoltura de la caja. Papel de estraza, con un inconfundible olor a café. ¿Cómo, no lo notó usted? Creo que no puede haber la menor duda al respecto. La dirección está escrita con letra bastante descuidada: «Señorita S. Cushing, Cross Street, Croydon». 

Está hecha con una pluma de punta gruesa, probablemente una J, y con tinta de muy escasa calidad. La palabra «Croydon» fue escrita al principio con «i», que luego se transformó en «y». El paquete fue enviado, pues, por un hombre -la tipografía es claramente masculina-de escasa educación y que no conoce la ciudad de Croydon. ¡Hasta aquí, todo bien! 

La caja es amarilla, de las de media libra de tabaco negro, sin nada característico salvo las huellas de dos pulgares en la esquina izquierda del fondo. Está llena de ese tipo de sal gruesa que se utiliza para preservar el cuero y para otros usos comerciales más ordinarios. Y en ella están incrustados esos objetos tan singulares.

Mientras hablaba sacó las dos orejas y, poniendo una tabla sobre sus rodillas, las examinó minuciosamente, mientras Lestrade y yo, inclinados hacia delante uno a cada lado de él, mirábamos alternativamente a esos espantosos restos y al rostro pensativo y anhelante de nuestro compañero.

Por fin las devolvió otra vez a la caja y se sentó un rato, absorto en profunda meditación.

-Habrá observado usted, naturalmente -dijo por fin-, que las orejas no forman pareja.

-Sí, me he dado cuenta de eso. Pero si fuera una broma hecha por algunos estudiantes con acceso a las salas de disección, igual de fácil les habría sido enviar un par de orejas de una misma persona que dos orejas desparejadas.

-Exactamente. Pero no se trata de una broma.

-¿Está usted seguro de eso?

-La presunción en contra es muy sólida. En las salas de disección se inyecta a los cadáveres un fluido conservante. Estas orejas no muestran ni rastro de ese fluido. Son recientes además. Han sido cortadas con un instrumento embotado, lo que difícilmente habría ocurrido si lo hubiera hecho un estudiante. Además, a cualquier mentalidad médica se le habría ocurrido utilizar ácido fénico o alcohol rectificado como conservante y de ninguna manera sal gruesa. Repito que este caso no se trata de una broma, sino que estamos investigando un grave crimen.

Un impreciso escalofrío me corrió por el cuerpo al escuchar las palabras de mi compañero y comprobar la sombría circunspección que había endurecido su semblante. Este brutal preliminar parecía anunciar la proximidad de algún extraño e inexplicable horror. Lestrade, sin embargo, dio muestras de desaprobación como si no estuviera convencido del todo.

-Sin duda se pueden poner reparos a la hipótesis de la broma -dijo-, pero existen razones todavía más fuertes en contra de la otra teoría. Sabemos que esta mujer ha llevado una vida discreta y respetable en Penge y aquí durante los últimos veinte años. Apenas ha estado ausente de su casa un solo día en todo ese tiempo. ¿Por qué demonios, por tanto, iba a enviarle ningún criminal las pruebas de su delito, sobre todo si como parece, a menos que sea una consumada actriz, sabe tan poco como nosotros del asunto?

-Ese es el problema que tenemos que resolver -respondió Holmes-, y por lo que a mí se refiere, me pondré manos a la obra, con la presunción de que mi razonamiento es correcto y que se ha cometido un doble asesinato. Una de estas orejas es de mujer, pequeña, delicadamente modelada y perforada para llevar un pendiente



La otra es de hombre, bronceada, amarillenta y perforada también para llevar un pendiente. Supongo que estas dos personas han muerto, pues en caso contrario ya hace tiempo que nos habríamos enterado de lo que les sucedió. 

Hoy es viernes.