––¡Qué mártires somos, querida Margaret!
MISTRESS MARCHMONT. ––(Levantándose.) ¡Y qué bien nos sienta eso, Olivia! (Se levantan y van hacia el salón de música. El vizconde de NANJAC, un joven agregado conocido por sus corbatas y su anglomanía, se aproxima a ellas, se inclina para saludarlas y entra en la conversación.)
MASON. ––(Anunciando a los invitados desde lo alto de la escalera.) Míster y lady Jane Barford. Lord Caversham. (Entra lord Caversham, un viejo caballero de setenta años que lleva la banda y la estrella de la Jarretera *. Tiene aspecto de liberal. Recuerda mucho un retrato de Lawrence.)
* La orden de la jarretera, de reminiscencias artúricas y cuyo emblema era una especie de media, fue fundada hacia 1350. Su lema era Hony Soyt Qui Mal Pense, es decir, «Vergüenza para aquel que guarda el mal en su mente».
LORD CAVERSHAM. ––¡Buenas noches, lady Chiltern! ¿Está aquí el inútil de mi hijo?
LADY CHILTERN. ––(Sonriendo.) Creo que lord Goring no ha llegado todavía.
MABEL CHILTERN. ––(Acercándose a lord Caversham.) ¿Por qué llama usted inútil a lord Goring? (Mabel Chíltern es un ejemplo perfecto del tipo de belleza inglesa, el tipo flor de manzano. Tiene toda la fragancia y libertad de una flor. Sus cabellos son como rayos de sol, y su pequeña boca, con los labios entreabiertos, tiene una expresión expectante como la boca de un niño. Posee toda la fascinante tiranía de la juventud y el asombroso valor de la inocencia. A la gente de sano espíritu no le recuerda en modo alguno una obra de arte. Pero ella es realmente como una estatuilla de Tanagra y le molestaría mucho que se lo diesen.)
LORD CAVERSHAM. ––Porque lleva una vida de holgazán.
MABEL CHILTERN. ––¿Cómo puede decir tal cosa? Da un paseo en coche por el Rowa las diez de la mañana, va a la ópera tres veces por semana, se cambia de traje por lo menos cinco veces al día y cena fuera todas las noches durante la temporada. ¿Le llama usted a esto vida de holgazán?
LORD CAVERSHAM. ––(Mirándola con una amable expresión.) ¡Es usted una joven encantadora!
MABEL CHILTERN. ––¡Qué amable es usted al decir eso, lord Caversham! Venga a vernos con más frecuencia. Ya sabe usted que estamos en casa siempre los miércoles. ¡Y está usted tan bien con su estrella!
LORD CAVERSHAM. ––Ahora no suelo ir a ningún sitio. Estoy harto de la sociedad de Londres. No me importaría que me presentasen a mi sastre; siempre vota a favor de las derechas. Pero me opondría por completo a cenar con la sombrerera de mi esposa. No he podido acostumbrarme a los sombreros de lady Caversham.
MABEL CHILTERN. ––¡Oh! ¡Yo amo la sociedad de Londres! Opino que ha mejorado inmensamente. Ahora está compuesta enteramente de bellos idiotas y ocurrentes lunáticos.
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