Exactamente como debe ser una sociedad.

LORD CAVERSHAM. ––¡Hum! ¿Qué es Goring? ¿Bello idiota o lo otro?

MABEL CHILTERN. ––(Gravemente.) Por ahora me he visto obligada a poner a lord Goring en una clase para él solo. ¡Pero progresa encantadoramente!

LORD CAVERSHAM. ––¿En qué?

MABEL CHILTERN. ––(Con una pequeña reverencia.) ¡Espero hacérselo saber muy pronto, lord Caversham!

MASON. ––(Anuncíando.) Lady Markby. Mistress Cheveley. (Entran lady Markby y mistress Cheveley. Lady Markby es una mujer agradable y sencilla, con cabellos grises y buenos encajes. Mistress Cheveley, que la acompaña, es delgada y alta. Los labios muy finos y rojos como una línea escarlata en su pálido rostro. Cabello rojo, a estilo veneciano, nariz aguileña y cuello largo. El rojo acentúa su natural palidez. Ojos de un gris verdoso, de mira­da inquieta. Vestido color heliotropo, con diamantes. Parece algo así como una orquídea y atrae la curiosidad de cualquiera. Todos sus movimientos son extremadamente graciosos. Es una obra de arte, pero con influencias de demasiadas escuelas.)

LADY MARKBY. ––¡Buenas noches, querida Gertrude! Ha sido muy amable al permitirme traer a mi amiga mistress Cheveley. ¡Dos mujeres tan encantadoras deben conocerse!

LADY CHILTERN. ––(Avanza hacia mistress Cheveley con una dulce sonrisa. De repente se detiene y la saluda muy fría­mente.). Creo que mistress Cheveley y yo nos hemos visto ya antes. No sabía que se había casado por segunda vez.

LADY MARKBY. ––¡Ah! Hoy día la gente se casa tan a menudo como puede, ¿no? Está muy de moda. (A la duquesa de Maryborough.) Querida duquesa, ¿cómo está el duque? ¿Con el cerebro aún débil, supongo? Bueno, eso era de esperar, ¿verdad? Su buen padre era igual. No hay nada como la raza, ¿verdad?

MISTRESS CHEVELEY. ––(Jugueteando con su abanico.) Pero ¿nos hemos visto antes realmente, lady Chiltern? No puedo recordar dónde. He estado fuera de Inglaterra mucho tiempo.

LADY CHILTERN. ––Fuimos a la escuela junta, mistress Cheveley.

MISTRESS CHEVELEY. ––¿Sí? Lo he olvidado todo de mis días de colegiala.Tengo la vaga impresión de que fue­ron detestables.

LADY CHILTERN. ––(Fríamente.) ¡No me sorprende!

MISTRESS CHEVELEY. ––(Con tono dulce.) ¿Sabe usted que me gustaría muchísimo conocer a su inteligente esposo, lady Chiltern? Desde que entró en el Ministerio de Asuntos Exteriores se habla mucho de él en Viena.