Nadie le saluda jamás, nadie le para jamás. El tiempo malo, la nieve, la lluvia, todo eso que él odia tanto, le retiene prisionero en su cuarto, nunca abandona su habitación para buscar la compañía de otros, para buscar otras personas. Por la noche, un par de pastelillos, una tacita de té flojo y en seguida otra vez la soledad eterna con sus pensamientos. Horas enteras vela junto a la lámpara macilenta y humosa sin que sus nervios, siempre tensos, se aflojen de cansancio. Después echa mano del cloral u otro hipnótico cualquiera, y así, a la fuerza, se duerme, se duerme como las demás personas, como las personas que no piensan ni son perseguidas por el demonio.»
El 25 de enero de 1881 Nietzsche envía a Gast el borrador de Aurora, con el fin de que haga una copia en limpio. Y por fin hacia mediados de marzo consiguen entre ambos tener listo el manuscrito para la imprenta. Es el momento en que Nietzsche decide tomarse un descanso, y pregunta a su viejo amigo Gers- dorff si estaría dispuesto a marchar con él a Túnez y pasar allí juntos uno o dos años. Poco después, sin embargo, el conflicto franco-tunecino impide la realización de ese proyecto, y Nietzsche, el 1 de mayo, va con su amigo Peter Gast a pasar unas semanas en la estación termal de Recoaro, cerca de Vicenza.
Recoaro es el lugar donde acontece el primer presentimiento de lo que será Así habló Zaratustra. Es un presentimiento nebuloso, ni conceptual ni figurativo, como los dos a que luego nos referiremos. Es tan sólo «un signo precursor», que consiste en «un cambio súbito y, en lo más hondo, decisivo de mi gusto, sobre todo en la música». Las palabras de Nietzsche aluden a ese cambio enigmáticamente: «En una pequeña localidad termal de montaña, no lejos de Vicenza, en Recoaro, donde pasé la primavera del año 1881, descubrí juntamente con mi maestro y amigo Peter Gast, también él un "renacido" que el fénix Música pasaba volando a nuestro lado con un plumaje más ligero y más luminoso del que nunca había exhibido» (Ecce homo, pp. 93-94). Nada más. En esta visión del fénix Música se sitúa lo que hemos llamado la génesis afectiva de Así habló Zaratustra.
«¿Cómo decir en una sola palabra hacia dónde tienden todas las energías que tengo dentro de mí? Y si yo supiese esa palabra, no la diría», le escribe Nietzsche a su hermana desde Recoaro poco antes de salir para Suiza, donde pasará el verano. Y donde tendrá lugar aquel conocido episodio que aquí calificamos de «génesis conceptual» de esta obra.
«Voy a contar ahora la historia del Zaratustra. La concepción fundamental de la obra, el pensamiento del eterno retorno, esa fórmula suprema de afirmación a que se puede llegar en absoluto, - es de agosto del año 1881: se encuentra anotado en una hoja a cuyo final está escrito: "A 6.000 pies más allá del
hombre y del tiempo." Aquel día caminaba yo junto al lago de Silvaplana a través de los bosques; junto a una imponente roca que se eleva en forma de pirámide no lejos de Surlei, me detuve. Entonces me vino ese pensamiento» (Ecce homo, p. 93).
¿Qué decía aquella hoja? Por fortuna se ha conservado, y su texto completo es el siguiente:
El retorno de lo idéntico
Esbozo
1. La asimilación de los errores fundamentales.
2. La asimilación de las pasiones.
3. La asimilación del saber, incluso del saber que renuncia. (Pasión del conocimiento.)
4. El inocente. El individuo como experimento. El aligeramiento, el rebajamiento, la debilitación de la vida - transición.
5. El nuevo centro de gravedad: el eterno retorno de lo idéntico. Importancia infinita de nuestro saber, de nuestro errar, de nuestros hábitos y modos de vivir, para todo lo venidero. ¿Qué hacemos con el resto de nuestra vida - nosotros los que hemos pasado su mayor parte en la más esencial ignorancia? Nos dedicamos a enseñar esta doctrina - es el medio más eficaz para asimilarla nosotros mismos. Nuestra especie de felicidad como maestros de la más grande doctrina.
Primeros de agosto de 1881 en Sils-Maria,
a 6.000 pies sobre el nivel del mar
y mucho más alto aún sobre todas
las cosas humanas.
El pensamiento del eterno retorno, hasta ese momento conocido por Nietzsche sólo de manera exterior, como una vieja hipótesis de la humanidad que ya había tenido su expresión en incontables fuentes orientales y griegas, se encarna en él. «Entonces me vino ese pensamiento.» Pero es tan sólo un pensamiento, y hace falta una boca digna de exponerlo.
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