Aquella aparición de Zaratustra, la boca digna de expresar el pensamiento del eterno retorno de lo idéntico, la describe Nietzsche en una breve poesía cuyo título originario es

Portofino

Aquí estaba yo sentado, aguardando, aguardando - a nada, Más allá del bien y del mal, disfrutando

Ya de la luz, ya de la sombra, siendo totalmente solo juego, Totalmente mar, totalmente mediodía, totalmente tiempo sin meta.

Entonces, de repente, ¡amiga!, el que era uno se convirtió en dos -

Y Zaratustra pasó a mi lado.

Ya está todo completo. Y en diez días, del 1 al 10 de febrero de 1883, Nietzsche redacta el primer libro de Así habló Zaratustra. La rapidez de esta redacción puede parecer extraña si se desconoce el modo de trabajar y de escribir libros de Nietzsche. Durante días y meses éste apuntaba en cuadernos de notas los esquemas conceptuales, los pensamientos, los esbozos narrativos y líricos que venían a su mente. Y «escribir» un libro tenía para él un significado literal: llegado el momento de darlo a luz, se trataba de extraer de aquel caos un conjunto organizado y «escribir» una copia en limpio. Inmediatamente después tenía que hacer una segunda copia manuscrita para enviarla a la imprenta. Acabada de escribir la obra el día 10 de febrero en Rapallo, Nietzsche va a Génova el día 14 para enviar el manuscrito al editor. Posiblemente durante la noche del 13 termina de transcribir los últimos párrafos de ese manuscrito, que iba a enviar al otro día a Leipzig. Al llegar a Génova compra, «en contra de mi costumbre», el número vespertino del periódico Caffaro y lee en él la noticia de la muerte de Wagner. Éste habla fallecido la noche anterior en Venecia. Más tarde escribirá Nietzsche: «La parte final, esa misma de la que he citado algunas frases en el prólogo, fue concluida exactamente en la hora sagrada en que Richard Wagner moría en Venecia» (Ecce homo,p. 94).

El estado de espíritu en que Nietzsche escribió su obra ha sido calificado por él mismo de inspiración. Oigamos sus palabras: «¿Tiene alguien, afínales del siglo XIX, un concepto claro de lo que los poetas de épocas poderosas denominaron inspiración? En caso contrario, voy a describirlo. - Si se conserva un mínimo residuo de superstición, resultaría difícil rechazar de hecho la idea de ser mera encarnación, mero instrumento sonoro, mero médium de fuerzas poderosísimas. El concepto de revelación, en el sentido de que de repente, con indecible seguridad y finura, se deja ver, se deja oír algo, algo que le conmueve y trastorna a uno en lo más hondo, describe sencillamente la realidad de los hechos. Se oye, no se busca; se toma, no se pregunta quién es el que da; como un rayo refulge un pensamiento, con necesidad, sin vacilación en la forma - yo no he tenido jamás que elegir. Un éxtasis cuya enorme tensión se desata a veces en un torrente de lágrimas, un éxtasis en el cual unas veces el paso se precipita involuntariamente y otras se torna lento; un completo estar-fuera-de-sí, con la clarísima conciencia de un sinnúmero de delicados temores y estremecimientos que llegan hasta los dedos de los pies; un abismo de felicidad, en que lo más doloroso y sombrío no actúa como antítesis, sino como algo condicionado, exigido, como un color necesario en medio de tal sobreabundancia de luz; un instinto de relaciones rítmicas, que abarca amplios espacios deformas - la longitud, la necesidad de un ritmo amplio son casi la medida de la violencia de la inspiración, una especie de contrapeso a su presión y a su tensión... Todo acontece de manera sumamente involuntaria, pero como en una tormenta de sentimiento de libertad, de incondi- cionalidad, de poder, de divinidad... La involuntariedad de la imagen, del símbolo, es lo más digno de atención; no se tiene ya concepto alguno; lo que es imagen, lo que es símbolo, todo se ofrece como la expresión más cercana, más exacta, más sencilla. Parece en realidad, para recordar una frase de Zaratustra, como si las cosas mismas se acercasen y se ofreciesen para símbolo ("Aquí todas las cosas acuden acariciadoras a tu discurso y te halagan: pues quieren cabalgar sobre tu espalda. Sobre todos los símbolos cabalgas tú aquí hacia todas las verdades... Aquí se me abren de golpe todas las palabras y los armarios de palabras del ser; todo ser quiere hacerse aquí palabra, todo devenir quiere aquí aprender a hablar de mí") -. Ésta es mi expe- rienda de la inspiración; no tengo duda de que es preciso remontarse milenios atrás para encontrar a alguien que tenga derecho a decir 'es también la mía'» (Ecce homo, pp. 97-98).

Aquella primera parte fue impresa en Leipzig y salió al público en el mes de junio. Pero dentro de Nietzsche el Zaratustra seguía adelante. Tras pasar los meses de mayo y junio en Roma, vuelve en el verano a Sils-Maria, y en otros diez días, del 26 de junio al 6 de julio de 1883, «escribe» la segunda parte, que se publica en septiembre. Por fin, en Niza, del 8 al 20 de enero de 1884, «escribe» el libro tercero. «Muchos escondidos rincones y alturas del paisaje de Niza se hallan santificados para mí por instantes inolvidables; aquel pasaje decisivo que lleva el título "De las tablas viejas y nuevas» fue compuesto durante la fatigosísima subida desde la estación al maravilloso y morisco nido de águilas que es Eza» (Ecce homo, p. 99). Con aquella tercera parte Nietzsche da por concluido el Zaratustra.