No busque ahora las respuestas: no le pueden ser dadas, porque no podría vivirlas. Y se trata de vivirlo todo. Viva ahora las preguntas. Quizá después, poco a poco, un día lejano, sin advertirlo, se adentrará en la respuesta. Quizá lleve usted en sí mismo la posibilidad de formar y crear como una manera de vivir especialmente feliz y auténtica. Prepárese para ella, pero acepte todo lo que venga con absoluta confianza. Y siempre que algo surja de su propia voluntad, de alguna honda necesidad, acéptelo como tal y no lo odie.

El sexo es difícil, sí. Pero todo lo que nos ha sido encomendado es difícil[1], casi todo lo serio es difícil y todo es serio. Si usted lo reconoce y desde sí mismo, desde su propia posición y forma de ser, desde su propia experiencia, infancia y fuerza, consigue encontrar una relación con lo sexual que le sea absolutamente propia, no influida por los convencionalismos ni por las modas, no ha de temer perderse ni hacerse indigno de su mayor bien.

La voluptuosidad corporal es una experiencia plena, no diferente del puro mirar o de la mera sensación con la que una hermosa fruta llena la lengua; es una experiencia grande e infinita que nos es dada, un conocimiento del mundo, la realización y el esplendor de todo saber. Y no es malo que la acojamos; lo malo es que casi todos hacen mal uso y despilfarran esta experiencia colocándola como estímulo en lo más fatigado de la vida y como dispersión en vez de ser concentración en el punto más alto. Los seres humanos también han convertido el comer en algo distinto. De un lado, la miseria; del otro, el exceso, han enturbiado las profundas y simples necesidades mediante las cuales se renueva la vida. Pero el individuo puede aclararlas para sí y puede vivir en la claridad (y si no el individuo, que es demasiado dependiente, sí, en cambio, el solitario). Puede recordar que toda belleza en los animales y en las plantas es una forma perdurable y silenciosa del amor y del deseo y puede ver a los animales, como ve a las plantas, uniéndose paciente y gustosamente, multiplicándose y creciendo no a causa del placer ni del dolor físicos, sino obedeciendo a necesidades mayores que el placer y el dolor y que son más poderosas que la voluntad y la resistencia. ¡Ojalá que el ser humano perciba este secreto que llena el mundo hasta en lo más pequeño, que lo lleve en sí, lo soporte y sienta qué terriblemente difícil es en vez de vivirlo tan a la ligera! ¡Ojalá respete su propia fecundidad, que es sólo una, aunque se presente como espiritual o corporal! Porque también la creación espiritual procede de la física, forma un solo ser con ella, y es como una repetición más tenue, más asombrada y más eterna, de la voluptuosidad corporal.

«El pensamiento de ser creador, de engendrar, de plasmar», es nada sin la consiguiente gran confirmación y verificación en el mundo, nada sin la aprobación en mil formas distintas de animales y cosas; y su gozo es tan indescriptiblemente hermoso y rico porque desborda de recuerdos heredados de la concepción y del parto de millones de seres. En un pensamiento creador reviven mil noches de amor olvidadas que lo colman de grandeza y de elevación. Y aquellos que, de noche, se reúnen y entrelazan con mecida voluptuosidad, realizan un trabajo serio y acumulan dulzura, profundidad y fuerza para la canción de algún poeta que ha de venir y que surgirá para cantar delicias indecibles. Y conjuran el futuro; y aunque se equivoquen y se abracen a ciegas, el futuro acude, un ser nuevo se levanta, y en lo hondo del azar, que aquí parece consumarse, se despierta la ley por la que una semilla más fuerte y resistente se abre paso hacia el óvulo que, abierto, sale a su encuentro. No se deje engañar por la superficie. En lo profundo todo es ley. Y los que viven el secreto mal y falsamente (y son muchísimos), lo pierden sólo para sí mismos, pues lo pasan a otros como una carta cerrada, sin leerla. Y no se desconcierte ante la multiplicidad de nombres y la complejidad de las cosas. Quizá por encima de todo haya una gran maternidad como un anhelo común. La belleza de la virgen, un ser (que como usted tan hermosamente dice) «aún no ha realizado nada», es maternidad que presiente y se prepara, que teme y ansia. Y la belleza de la madre es maternidad entregada. Y la de la anciana es un gran recuerdo. Y pienso que también hay maternidad en el varón, una maternidad corporal y espiritual; su engendrar es también una forma de dar a luz, y dar a luz es crear desde la plenitud más íntima. Quizá los sexos estén más emparentados de lo que se cree y la gran renovación del mundo consistirá, quizá, en que el hombre y la mujer, liberados de todos los sentimientos erróneos y de todas las desganas, no se buscarán como opuestos, sino como hermanos y vecinos; y se realizarán juntos como personas, a fin de llevar conjuntamente, con seriedad y paciencia, el sexo, que es difícil y que les ha sido impuesto.

Pero lo que quizás algún día sea posible para muchos, el solitario puede prepararlo y construirlo con sus manos, que se equivocan, sí, pero menos. Por eso, querido señor, ame su soledad y soporte el dolor que causa. Que su queja resuene con belleza.