El método encara la prosecución de la libertad; entonces yo, volviéndome superior a la fuerza del dinero, esto es, liberándome de ella, consigo libertad. Consigo libertad sólo para mí, es cierto; pero es que como ya le probé, la libertad para todos sólo puede llegar con la destrucción de las ficciones sociales, con la revolución social, y yo, por mí solo, no puedo hacer la revolución social. El punto concreto es éste: busco libertad, consigo libertad: consigo la libertad que puedo, porque, es claro, no puedo conseguir la que no puedo… Y vea ud.: aparte del raciocinio que determina este método anarquista como el único verdadero, el hecho de que él resuelve automáticamente las dificultades lógicas que se pueden oponer a cualquier método anarquista, prueba más que él es el verdadero.
»Pues fue este método el que yo seguí. Me entregué a la empresa de subyugar la ficción dinero, enriqueciendo. Lo conseguí. Llevó un cierto tiempo, porque la lucha fue grande, pero lo conseguí. Evito contarle lo que fue y lo que ha sido mi vida comercial y bancaria. Podría ser interesante, en ciertos puntos sobre todo, pero ya no pertenece al asunto. Trabajé, luché, gané dinero; trabajé más, luché más, gané más dinero; gané mucho dinero finalmente. No reparé en métodos; le confieso, mi amigo, que no reparé en métodos; usé todo lo que hay: el acaparamiento, el dolo financiero, la misma competencia desleal. ¡¿Por qué?! ¡¿Yo combatía las ficciones sociales, inmorales y antinaturales por excelencia, y tenía que reparar en métodos?! ¡¿Yo trabajaba por la libertad y me iba a fijar en las armas con que combatía a la tiranía?! El anarquista estúpido, que tira bombas y pega tiros, bien sabe que mata, y bien sabe que sus doctrinas no incluyen la pena de muerte. Ataca una inmoralidad con un crimen, porque encuentra que esa inmoralidad vale un crimen para ser destruida. Él es estúpido en cuanto al método, porque, como ya le mostré, ese método es errado y contraproducente como proceso anarquista; ahora, en cuanto a la moral del método, él es inteligente. Pero mi método era exacto y yo me servía legítimamente, como anarquista, de todos los medios para enriquecerme. Hoy realicé mi limitado sueño de anarquista práctico y lúcido. Soy libre. Hago lo que quiero, dentro, claro está, de lo que es posible hacer. Mi lema de anarquista era la libertad; pues bien, tengo la libertad, la libertad que, por el momento, en nuestra sociedad imperfecta, es posible tener. Quise combatir las fuerzas sociales; las combatí y, lo que es más, las vencí.
—¡Alto ahí!, ¡alto ahí! —dije yo—. Eso estará todo muy bien, pero hay una cosa que ud. no vio. Las condiciones de su método eran, como ud. probó, no sólo crear libertad, sino también no crear tiranía. Pero ud. creó tiranía. Ud., como acaparador, como banquero, como financista sin escrúpulos, ud. disculpe, pero es ud. el que lo dijo, ud. creó tiranía. Ud.
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