¡Eh! ¿Oís el mar?

GLOSTER

Francamente, no.

EDGAR

Entonces vuestros otros sentidos se embotan del dolor de vuestros ojos.

GLOSTER

Puede que sí. Me parece que tu voz ha cambiado y que ahora te expresas mejor y con más sentido.

EDGAR

Os equivocáis. En nada he cambiado, salvo en la ropa.

GLOSTER

Yo creo que hablas mejor.

EDGAR

Venid. Éste es el lugar. ¡Quieto! ¡Qué espanto y qué vértigo da mirar a lo hondo!

Los cuervos y chovas que vuelan ahí a media altura se ven como escarabajos. Colgado en la roca hay un hombre cogiendo hinojo. ¡Temible labor! No parece mayor que su cabeza.

Los pescadores que van por la playa semejan ratones, y ese regio navío allá fondeado se ha reducido a su bote, y el bote, a boya que apenas se ve.

Desde tanta altura no se oye el bramar de las olas contra las innúmeras guijas.

No voy a mirar más, no sea que la cabeza me dé vueltas y, al fallarme la vista, me haga caer.

GLOSTER

Llévame donde estás.

EDGAR

Dadme la mano. Ahora estáis a un pie del borde. Yo aquí no daría un bote por nada del mundo.

GLOSTER

Suéltame la mano. Amigo, aquí tienes otra bolsa; dentro hay una joya muy valiosa para un pobre. ¡Que hadas y dioses te la multipliquen! Ahora, apártate.

Despídete de mí y deja que te oiga alejarte.

EDGAR

Adiós, mi buen señor.

GLOSTER

De todo corazón.

EDGAR [aparte]

Si juego así con su angustia, es para curarla.

GLOSTER

¡Dioses omnipotentes!

Se arrodilla. Renuncio a este mundo y, ante vuestros ojos, calladamente me libro de mi gran dolor. Si pudiera sufrirlo sin llegar a oponerme a vuestra voluntad irresistible, la débil llama de mi vida repugnante se apagaría por sí sola. Si aún vive Edgar, bendecidle. Ahora, amigo, adiós.

EDGAR

Me he ido, señor. Adiós.

GLOSTER cae [al suelo boca abajo]. No sé si la imaginación puede robar el tesoro de la vida, cuando la vida misma accede al robo. Si estuviera él donde pensaba, ahora ya no pensaría. ¿Vivo o muerto? -- ¡Eh, señor! ¡Amigo! ¿Me oís, señor? ¡Hablad! Acaso haya muerto. Pero revive. – ¿Quién sois, señor?

GLOSTER

Fuera, dejadme morir.

EDGAR

Si no fuerais gasa, plumas, aire, al despeñaros desde tal altura, os habríais estrellado como un huevo.

Pero respiráis, tenéis consistencia, no sangráis, habláis, estáis ileso.

Diez mástiles no alcanzan la cumbre desde la que habéis caído a plomo.

Que estéis vivo es milagro. Decid algo más.

GLOSTER

Pero, ¿he caído o no?

EDGAR

De lo alto de esa tremenda muralla caliza. Mirad hacia arriba. Desde aquí no se ve ni se oye la gárrula alondra. Pero mirad arriba.

GLOSTER

¡Ay de mí, no tengo ojos! ¿Acaso se nos niega el beneficio de poner fin a la desgracia con la muerte? Aún se consolaba el humillado burlando el furor del tirano y frustrando su altiva voluntad.

EDGAR

Dadme la mano. Arriba, así. ¿Qué tal?

¿Sentís las piernas? Estáis de pie.

GLOSTER

Demasiado bien estoy.

EDGAR

Es más que un prodigio. En la cima de la roca, ¿qué fue lo que se apartó de vos?

GLOSTER

Un pobre y mísero mendigo.

EDGAR

Desde aquí abajo parecía que sus ojos eran dos lunas llenas. Tenía mil narices, cuernos curvos y enroscados como el mar bravío. Era algún demonio.