Vamos, toma mi gorro. Mira, este hombre ha desterrado a dos de sus hijas, y a la tercera le ha hecho un gran bien sin querer. Si le sirves, tendrás que llevar mi gorro. -- ¿Qué hay, abuelo? ¡Ojalá tuviera yo dos gorros y dos hijas!
LEAR
¿Por qué, muchacho?
BUFÓN
Porque si les diera toda mi hacienda, me quedarían los gorros. Aquí está el mío. Pídele el otro a tus hijas.
LEAR
Cuidado, tú, o el látigo.
BUFÓN
La verdad es el perro que se manda a la perrera. Se le sacude en la calle, mientras que a la señora perra se la deja junto al fuego apestando.
LEAR
¡Mala peste para mí!
BUFÓN [a KENT]
Oye, te voy a enseñar algo.
LEAR
Venga.
BUFÓN
Fíjate, abuelo:
Guarda más de lo que enseñas, di menos de lo que sepas, presta menos lo que tengas, más caballo y menos piernas, si más dicen, menos creas, sé más cauto en tus apuestas; vino y putas deja ya y no pases de tu puerta, y verás que tienes más de veinte en cada veintena.
KENT
Eso no dice nada, bobo.
BUFÓN
Entonces es como defensa de abogado que no cobra: se hace por nada. -- ¿Tú puedes hacer algo de nada, abuelo?
LEAR
No, muchacho: de nada no sacas nada.
BUFÓN [a KENT]
Te lo ruego, dile que a eso es a lo que ascienden sus rentas. No cree a este bobo.
LEAR
Un bobo amargo.
BUFÓN
¿Sabes qué diferencia hay, muchacho, entre un bobo amargo y un bobo dulce?
LEAR
No, joven. Dímela.*
BUFÓN
Abuelo, dame un huevo y yo te daré dos coronas.
LEAR
¿Y qué coronas serán?
BUFÓN
Pues, después de partir el huevo por la mitad y haberlo sorbido, las dos coronas del huevo. Cuando partiste en dos tu corona y regalaste ambas partes, llevaste el burro a cuestas por el barro. Poco juicio había en tu calva corona cuando regalaste la de oro. Si lo que digo es propio de mí, que azoten al primero que lo piense.
[Canta] Al bobo no le va bien, pues el listo se ha atontado, y ya no encuentra quehacer desde que ocupan su cargo.
LEAR
Oye, ¿desde cuándo estás tan cantarín?
BUFÓN
Abuelo, desde que convertiste a tus hijas en tus madres; pues, cuando les diste la vara y te bajaste el calzón,
[canta] el gozo las hizo gemir y a mí el dolor cantar de ver al rey jugar así y entre bobos andar.
Abuelo, tráete un maestro que le enseñe a mentir a tu bufón: me gustaría aprender a mentir. LEAR
Si mientes, te mando azotar.
BUFÓN
Quisiera saber de qué especie sois tú y tus hijas: ellas me mandan azotar por decir la verdad y tú por mentir, y a veces me azotan por estar callado. Antes cualquier cosa que bufón. Y, sin embargo, contigo no me cambiaría, abuelo: te mondas el seso por los dos lados y no dejas lo de enmedio.
Entra GONERIL. Aquí viene una de las mondas.
LEAR
¿Qué pasa, hija? ¿A qué viene ese ceño? Estás muy ceñuda últimamente.
BUFÓN
Eras muy afortunado cuando no te importaba su ceño. Pero ahora eres un cero pelado. Yo soy más que tú: soy un bufón; tú no eres nada. [A GONERIL] Sí, muy bien; me callaré. Aunque no me lo hayáis dicho, me lo manda vuestra cara.
Chitón, chitón: quien ni una miga guardó, aprenderá su valor.
Éste es una vaina sin guisantes.
GONERIL
Señor, no sólo este impune bufón, sino otros de vuestro séquito insolente, de continuo discuten y riñen, provocando alborotos groseros e insufribles.
Señor, creí que haciéndooslo saber me aseguraba el remedio, pero ya estoy temiendo, a juzgar por lo que habéis dicho y hecho ahora mismo, que disculpáis su conducta y la alentáis al consentirla, lo que, si así fuera, no quedaría sin censura, ni, por el bien del Estado, tardaría el castigo, que podría ofenderos y en otro caso parecer humillante, si no fuese porque la necesidad lo estimaría sensato.
BUFÓN
Pues, ya lo sabes, abuelo:
Tanto le alimentaba el gorrión que el cuco la cabeza le arrancó.
Y la luz se apagó y nos quedamos a oscuras.
LEAR
¿Tú eres hija mía?
GONERIL
Quisiera que obrarais con prudencia, de la que estáis bien dotado, y os libraseis de los arranques que recientemente os han hecho cambiar tanto.
BUFÓN
¿Ni un bobo ve cuándo el carro tira de la mula? ¡Arre, Juana, que te quiero! LEAR
¿Alguno me conoce? Éste no es Lear.
¿Anda así Lear? ¿Habla así? ¿Dónde están sus ojos?
Le flaquea el entendimiento, o el juicio se le ha embotado…¡Cómo! ¿Despierto? No.
¿Hay alguien que pueda decirme quién soy?
BUFÓN
La sombra de Lear.*
LEAR
¿Cómo os llamáis, bella dama?
GONERIL
Señor, esa afectación es del mismo orden que vuestras otras rarezas. Os ruego que entendáis rectamente mi propósito.
Como anciano respetable, debíais ser juicioso.
Tenéis cien caballeros y escuderos, gente tan escandalosa, disipada e insolente que nuestra corte, contagiada de sus vicios, parece un hostal de mala vida: el placer y la lujuria la asemejan más a una taberna o un prostíbulo que a un palacio honorable. El propio sonrojo exige remedio inmediato. Dejad que os suplique la que, si no, tomará lo que pide: reducid vuestra escolta. Y los que continúen a vuestro servicio, que sean hombres como corresponde a vuestra edad, que saben contenerse y conteneros.
LEAR
¡Demonios y tinieblas! ¡Ensillad mis caballos!
¡Reunid mi séquito! -- ¡Bastarda degenerada!
No pienso molestarte: aún me queda otra hija.
GONERIL
Golpeáis a mis criados y vuestra chusma insolente se impone a sus superiores.
Entra ALBANY. LEAR
¡Ay del que tarde se arrepiente! – ¿Tú querías esto? ¡Vamos, dímelo! – ¡Preparad mis caballos! -- Ingratitud, demonio con el corazón de mármol, más horrible que un monstruo de mar al mostrarte en una hija.
ALBANY
Calmaos, os lo ruego.
LEAR [a GONERIL]
¡Odioso buitre, mientes! Mi escolta la forman caballeros eximios y escogidos que conocen sus deberes a conciencia y ponen su mayor esmero en mantenerse a la altura de su nombre. ¡Ah, esa falta tan pequeña parecía en Cordelia tan horrible!
Como el potro de tortura, dislocó todo mi ser, me arrancó del corazón todo cariño, llenándolo de hiel.
¡Ah, Lear, Lear, Lear! ¡Llama a esta puerta, que dejó entrar a tu demencia y salir a tu cordura! -- Vamos, vamos, señores.
ALBANY
Señor, soy tan inocente como ignorante de lo que os ha excitado.
LEAR
Tal vez, señor. – ¡Óyeme, Naturaleza! ¡Escucha, diosa amada! Si fue tu voluntad hacer fecundo a este ser, renuncia a tu propósito.
Lleva a sus entrañas la esterilidad.
Sécale los órganos de la generación, y de su cuerpo envilecido nunca nazca criatura que la honre. Y, si ha de procrear, que su hijo sea de hiel y sólo viva para darle tormentos inhumanos.
Que le abra arrugas en su frente juvenil, le agriete las mejillas con el llanto y convierta las penas y alegrías de una madre en burla y menosprecio, para que sienta que tener un hijo ingrato duele más que un colmillo de serpiente. ¡Vamos, vamos!
Sale [con su escolta].
1 comment