Era costumbre de Dejah Thoris, Princesa de Helium, cabalgar semanalmente inspeccionando el vasto reino agrícola e industrial de su abuelo.
Su recorrido por las tierras rurales finalizaba en los solitarios bosques de Helium donde crecen los enormes árboles que proveen sobradamente de madera a las naciones civilizadas de Marte.
El amanecer rompía ya por el cielo oriental de Marte y la jungla estaba oscura y todavía húmeda por el rocío mañanero. La oscuridad del bosque hacía a Dejah Thoris agradecer la presencia de su compañero que cabalgaba en la silla ante ella. Sus manos reposaban sobre su espalda de hombros broncíneos, mientras sus dedos percibían los relajados y flexibles músculos que le daban una viva sensación de confianza. Una de las manos de él reposaban en la enjoyada empuñadura de su larga espada, mientras cabalgaba sentado en su silla muy recto y arrogante, pues era el más poderoso guerrero de Marte.
John Carter volvió su mirada hacia la adorada cara de su princesa.
—¿Asustada. Dejah Thoris? —preguntó.
—Nunca mientras estés conmigo, mi capitán —le respondió sonriendo Dejah Thoris.
—¿Aun a pesar de esos monstruos del bosque, los arboks?
—Mi abuelo los expulsó. En la última batida, mi guardia mató al único reptil arbóreo que quedaba.
De pronto Dejah Thoris, gritó, sujetándose vanamente a John Carter, intentando recuperar el equilibrio. El poderoso thoat cayó pesadamente sobre la tierra musgosa.
Los jinetes fueron catapultados sobre su cabeza. En un instante después los dos se pusieron en pie, pero el thoat permaneció inmóvil.
Carter extrajo la larga espada de su funda y puso a Dejah Thoris a su espalda.
El silencio del bosque fue roto abruptamente por un gruñido misterioso que sonaba directamente sobre ellos.
—¡Un arbok! —gritó Dejah Thoris.
El reptil arbóreo se lanzó hacia los odiados humanos. Carter blandió su espada y se echó rápidamente a un lado, distrayendo la atención del monstruo mientras Dejah Thoris se echaba tras el caído thoat.
La primera acometida del terrestre arañó inofensivamente la piel externa de la bestia. Una enorme garra le desequilibró y cayó sobre el musgo con los grandes colmillos amenazando su garganta.
—¡Dejah Thoris, coge la pistola atómica de la alforja del thoat! — ordenó roncamente Carter a la joven. No hubo respuesta.
Haciendo uso de hasta el último gramo de su gran fuerza, Carter clavó la espada en el cuello del arbok. La criatura se estremeció y una cascada de sangre borboteó de la herida. El hombre salió arrastrándose bajo la forma muerta y se puso en pie.
—¡Dejah Thoris! ¡Dejah Thoris! —gritó salvajemente.
Carter busco tras los árboles que rodeaban al muerto thoat y al arbok, No había rastro alguno de Dejah Thoris. Había desaparecido.
Un rayo de luz desde el sol naciente se filtró a través del follaje reflejándose sobre un objeto tirado a los pies del terrestre. Carter lo tomó; se trataba de un casquillo grande, un casquillo eyectado hacía poco de una silenciosa pistola atómica. Precipitándose hacia el cadáver del thoat, examinó la silla y sus adornos. El arma de la que había hablado a Dejah Thoris seguía en su funda de cuero.
El terrestre se detuvo junto a la cabeza del thoat. Había una pequeña y sangrante herida en al cráneo. El disparo y el arbok atacante eran parte de un plan bien concebido para raptar a Dejah Thoris y matarle a él.
Pero Dejah Thoris… ¿cómo había desaparecido tan rápidamente?
Lleno de ira, Carter dejó atrás los bosques con destino a Helium.
La medianoche halló al terrestre en audiencia privada en la cámara de Tardors Mors, Jcddak de Helium, abuelo de Dejah Thoris.
El viejo Jeddak estaba preocupado. Depositó una hoja de basto pergamino en las manos de John Carter. Unas palabras de letra desigual habían sido escritas sobre el pergamino. Cuando lo leyó, sus ojos ardieron con furia.
«Yo, Pew Mogel, el más poderoso caudillo de Marte, he decidido tomar todo el hierro de Helium. El hierro podrá proveerme de todas las naves que necesito para proteger Helium y las otras ciudades de Barsoom de la invasión. Si no habéis desplazado a todos vuestros trabajadores hacia las minas de hierro y las fábricas en tres días, me veré obligado a enviaros, primero, los dedos de la Princesa Real de Helium. Rápido, porque podría decidir enviaros su lengua, lo que quizás haga a modo de broma para John Carter. Recordad, obedeced a Pew Mogel, pues El es el más poderoso».
Tardos Mors se hincó las uñas en la palma de la mano.
—¿Quién es el advenedizo que se llama a sí mismo el más poderoso caudillo de Marte? —Carter miró con dureza la nota.
—Debe de tener espías aquí —dijo—. Pew Mogel sabía que esta mañana Dejah Thoris y yo efectuaríamos nuestro viaje de inspección.
—Debe habérselo comunicado un espía—gruñó Tardos Mors—, pues encontré la nota prendida de las cortinas de mi cámara privada de audiencias. ¿Pero qué podemos hacer? Dejah Thoris es la única cosa que amo en esta vida —su voz se quebró\1.
—Todo Helium la ama, Tardos Mors, y preferirían morir antes que volver con las manos vacías.
Carter se situó frente a la pantalla del monitor y pulsó un botón.
—Convoquen a Kantos Kan y a Tars Tarkas —habló rápido, dando órdenes—. Deben presentarse aquí al instante.
Más tarde, el enorme guerrero verde y el delgado hombre rojo penetraban en la cámara de audiencias.
—Eres afortunado, John Carter, pues estoy en Helium en mi visita semanal desde las llanuras. —Tars Tarkas asió su enorme espada con sus poderosas cuatro manos.
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