Andaba errante, vagabundo, hasta la noche…
(I-IV-125.)
El presente sirve aquí para oponer el aspecto permanente de la naturaleza a los actos humanos que en ella tienen lugar.
Otra variante del procedimiento es la ruptura del pretérito indefinido por el imperfecto, oponiendo una especie de acto instantáneo a una actitud continua: «Cogió los papeles; al lado había otros; eran los prospectos de la compañía hullera con la lista de las minas…» (II-V-269).
La alternancia de un imperfecto con un condicional es otro de los giros empleados para marcar la separación de lo real de aquello que pertenece a lo soñado: «En aquella época, usted habría sido un señor, puesto que su madre se apellidaba De Fouvens» (I-VI-125).
La alternancia puede hacerse también con el condicional simple: «Nada le era más fácil que recomendar a su joven amigo al ministro de Justicia, lo recibirían muy bien» (II-II-184).
Todos estos detalles precisos justifican plenamente el subtítulo que Albert Thibaudet propone para nuestro novelista: «Flaubert o el estilo». Para él, Flaubert es, en cuanto al estilo, uno de los más grandes creadores de formas de la literatura francesa, sólo comparable, en registros diferentes, a Rabelais y a La Bruyère.
El estilo de La educación sentimental significa una evolución respecto a sus dos novelas anteriores, Madame Bovary y Salambó. El escritor se muestra en esta obra en plena posesión de sus variados recursos artísticos y nos ofrece un modelo de estilo fluido y ágil al tiempo que de una variedad y fuerza incomparables, que, para algunos críticos, confiere a esta novela el título de obra maestra de Flaubert y una de las grandes creaciones de la literatura europea.
La belleza de La educación sentimental reside, en gran parte, en la personalidad de un ritmo que se adapta a los grandes impulsos del corazón, aunque sea para burlarse de ellos, que oculta con audaces cortes las expansiones líricas y se extiende, por el contrario, en describir momentos de auténtica emoción. Este perpetuo equilibrio entre la elocuencia y la fórmula discreta constituye la verdadera originalidad de esta novela.
En Madame Bovary, Flaubert contaba una historia vulgar pero que seguía, más o menos, una curva ascendente antes de alcanzar un desenlace dramático. En La educación sentimental refleja hechos históricos, pero los vuelve insulsos; el escritor es consciente de que no está construyendo una pirámide, como escribe a un amigo, y lo que es peor, dice que su novela no relata más que hechos insignificantes. Pero Flaubert considera que la calidad artística de la obra literaria no depende de la nobleza del tema, crea una estética de lo insignificante y contribuye así a fundar la novela moderna como un arte mayor.
Ya queda dicho que Flaubert soñaba con escribir un «libro sobre nada», que se hubiese sostenido sólo por la fuerza del estilo. La educación sentimental está todavía lejos de ello y pertenece a la gran tradición novelesca del siglo XIX más bien que a la literatura moderna, por los acontecimientos que en ella se narran tanto como por la amplia galería de personajes que nos presenta. Pero hay en ella rasgos que prefiguran el Nouveau Roman, como reconoce la crítica: el punto de vista ambiguo del narrador, la pasividad de Frédéric ante los seres y las cosas, una nueva manera de sentir, de pensar y de concebir el mundo, un gran desfase entre el ideal y la realidad y, sobre todo, la victoria del tiempo, cuyo transcurso se convierte en el tema de la novela.
«LA EDUCACIÓN SENTIMENTAL» Y LA CRÍTICA
La educación sentimental se publicó el 17 de noviembre de 1869. Tuvo una acogida más bien fría. Salvo algunos artículos elogiosos de los amigos, la crítica le fue hostil. Este fracaso dolió mucho a Flaubert, quien en una carta a George Sand se queja de los escasos laureles que está recogiendo. Es justamente su gran amiga la que se apresura a hacer el mejor elogio de la novela, y promete salir en defensa de Flaubert si no se le hace justicia. Efectivamente, el 22 de diciembre aparece en La Liberté un artículo de George Sand en defensa de Flaubert, que va a pasar la fiesta de Navidad con la familia Sand a Nohant.
De todos modos, habrá que esperar diez años para que La educación sentimental alcance su segunda edición, en noviembre de 1879.
La crítica posterior no ha cesado de reconocer los grandes valores literarios de la novela, que Rémy de Gourmont califica de «el más bello poema de la lengua francesa, además de una crónica social».
Recogemos algunos juicios de grandes escritores sobre La educación sentimental.
Henry James escribe en 1902: «La educación, libro tan bien trabajado… figura entre las curiosidades del museo de la literatura».
Marcel Proust publica en La Nouvelle Revue Franqaise de enero de 1920 un largo artículo «A propos du “style” de Flaubert», en el que reconoce abiertamente la gran innovación que significó el empleo totalmente original de los pretéritos, del participio de presente, de ciertos pronombres y de algunas preposiciones, sobre todo en La educación sentimental. Para Proust, todo esto «ha renovado nuestra visión de las cosas casi tanto como Kant, con sus Categorías, renovó las teorías del conocimiento y de la realidad del mundo exterior».
Kafka escribe en 1912: «En cuanto a La educación sentimental, es un libro que, durante muchos años, me ha interesado mucho, como apenas lo han logrado dos o tres seres humanos».
¿Qué interés puede ofrecer al lector actual La educación sentimental de Flaubert?
En primer lugar, un gran interés histórico, porque sigue siendo el mejor testimonio y el mejor documento de la literatura francesa sobre la revolución de 1848.
Pero además, tiene un gran valor literario. Su protagonista, Frédéric, por su carácter pasivo, que se deja ir a merced de las circunstancias y del tiempo que transcurre, está más cerca del Roquentin de Sartre, o del Mersault de Camus, que del protagonista de Rojo y negro o de Papá Goriot.
Así pues, La educación sentimental, a través de su héroe, Frédéric, contiene signos de modernidad que prefiguran la novela francesa de nuestros años 50, y consagran a Flaubert como un verdadero clásico de las letras francesas.
BIBLIOGRAFÍA
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PRINCIPALES EDICIONES DE «LA EDUCACIÓN SENTIMENTAL»
FLAUBERT, Gustave, L’Éducation Sentimentale, Histoin d'unjeune bomme, par Gustave Flaubert, 2 vols. in 8.°, París, Michel Lévy, 1870. Flaubert, Gustave, L'Éducation Sentimentale, Histoire d’un jeune bomme, 1 vol. in 18.°, París, G. Charpentier, 1880.
FLAUBERT, Gustave, Oeuvres completes, L’Intégrale, tomo II, París, Éditions du Seuil, 1981.
FLAUBERT, Gustave, L’Éducation Sentimentale, París, Garnier-Flammarion, 1984.
NUESTRA EDICIÓN
Para nuestro trabajo hemos seguido la edición de Garnier-Flammarion. Algunas de las notas están tomadas de la edición L’Intégrale.
PRIMERA PARTE
CAPÍTULO I
El 15 de septiembre de 1840, a eso de las 6 de la mañana, el Ville de Montereau, a punto de zarpar, echaba grandes bocanadas de humo delante del muelle San Bernardo.
La gente llegaba sin aliento; barricas, cables, cestas de ropa dificultaban la circulación; los marineros no hacían caso a nadie; la gente se atropellaba; los paquetes eran izados entre los dos tambores, y el bullicio se ahogaba en el ruido del vapor, que, escapándose por entre las planchas metálicas, envolvía todo en una nube blanquecina, mientras que la campana, en la proa, tocaba sin cesar.
Por fin, el navío levó anclas; y las dos orillas, pobladas de tiendas, de construcciones y de fábricas, fueron desfilando como dos anchas cintas que se desenrollan.
Un joven de dieciocho años, de pelo largo, con una carpeta bajo el brazo, permanecía inmóvil al pie del timón. A través de la niebla, contemplaba campanarios, edificios cuyos nombres ignoraba; después, abarcó en una última mirada la isla Saint-Louis, la Cité, Notre Dâme, y pronto, al desaparecer París, lanzó un gran suspiro.
El señor Frédéric Moreau, recién terminado el bachillerato, regresaba a Nogent-sur-Seine[1], donde había de aburrirse durante dos meses, antes de ir a «estudiar Derecho».
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