El personaje de La educación sentimental, Louise, la hija del señor Roque, podría evocar a la inglesita de los amores infantiles de Flaubert: «una bella llama de pasión, que seca y se quema». A Frédéric, como a Flaubert, no le gustaban las jóvenes; prefería las mujeres de treinta años.

Viene luego su amor de Trouville, el que le inspiró tiempo después La educación sentimental, una hermosa mujer, trece años mayor que él, que despertó en el joven una pasión sincera y noble. El retrato que de ella nos hace en la novela es una obra maestra: Flaubert la ve como a una virgen que infunde sensación de calma, la maternidad que colma y pacifica la naturaleza de la mujer y la hace irradiar dulzura y autoridad. La pasión que Madame Schlesinger despertó en el adolescente se transformará en el hombre maduro en una adoración discreta y casi mística. Como hemos dicho, la primera carta de amor se la escribió cuando ella quedó viuda, treinta y cinco años después de haberla conocido en la playa de Trouville.

Pero además del amor de la mujer, tal como lo hemos visto, Flaubert, hombre débil y nervioso, necesita el apoyo de la amistad que le brindan sus amigos, compañeros de colegio, personificados en la novela por Deslauriers. Juntos inician su aventura parisina al comienzo de la narración y ambos volverán a encontrarse al final para hacer juntos el balance de sus vidas. Pero para Flaubert el amor supremo es el de la mujer serena, protectora y madre con la figura de la maternidad alzándose como cumbre del amor. En un plano inferior sitúa el amor carnal. Reflexiona sobre las desilusiones, el hastío de la carne y sus consecuencias, como se ve claramente al final de la novela, cuando al rememorar sus años juveniles y la frustrada visita a la «casa de la Turca», coincide con Deslauriers en afirmar que aquélla era la mejor aventura de su vida.

Estos tres aspectos de la educación de Flaubert justifican plenamente el título de su novela.

La educación sentimental es, pues, una novela personal, en la línea de las grandes novelas personales del siglo XIX: Adolphe de Benjamin Constant, Le Lys dans la vallée de Balzac, Dominique de Fromentin y Volupté de Sainte-Beuve; y es autobiográfica en la medida en que el Flaubert de temperamento romántico, de lirismo apasionado, de vuelos de águila, con las ideas más elevadas y las frases más sonoras, se nos muestra tal cual es.

Por otra parte, La educación sentimental es una crónica y el mejor documento histórico que puede ofrecer la literatura francesa de los sucesos de París en 1848, que ocasionaron la caída de la monarquía y la proclamación de la II República. Su autor nos ofrece un fiel testimonio del espíritu que preparó y realizó la revolución de febrero, representado no ciertamente por Frédéric, joven burgués, pasivo y sentimental, que se limita al papel de espectador, sino por revolucionarios activos y violentos. Flaubert investiga y profundiza en los hechos y nos hace sentir casi materialmente las cosas que reproduce dando una auténtica sensación de realidad a los acontecimientos de los que él mismo ha sido testigo. Y esto es justamente lo que confiere a su narración el valor de autenticidad como documento histórico.

Este doble carácter de la novela, como relato autobiográfico y pintura social, plantea al escritor un problema de construcción y de equilibrio que el talento de Flaubert supo resolver fundiendo la realidad viva con la ficción novelesca. Se ha dicho que la vida de los personajes de La educación sentimental está hecha de realidades, de tal manera que resulta imposible descubrir dónde la obra deja de ser historia para convertirse en ficción. Por eso los historiadores coinciden en afirmar que «un historiador que quiera conocer la época que precedió al golpe de estado de 1848 no puede prescindir de La educación sentimental».

«MADAME BOVARY» Y «LA EDUCACIÓN SENTIMENTAL»

Un análisis comparativo entre La educación sentimental y Madame Bovary, las dos grandes novelas de Flaubert, nos permite establecer las siguientes analogías y diferencias:

— Madame Bovary es una parodia del romanticismo sentimental y una crónica de la sociedad rural bajo Luis Felipe, entre 1830 y 1848.

— La educación sentimental es la parodia del romanticismo político y la crónica revolucionaria de París en torno a 1848.

— Ambas novelas reflejan el pesimismo de Flaubert y de su época, aunque cada una de ellas ofrece soluciones distintas.

— Sus respectivos protagonistas, Emma y Frédéric, presentan caracteres semejantes: ambos son soñadores insatisfechos, ansiosos de novedades, inadaptados y fracasados.

— Las dos novelas constituyen un fino estudio de la juventud rural y de la juventud urbana, respectivamente, y, en cierto modo, se complementan.

— Finalmente, son las dos grandes obras maestras de Flaubert, cuya primacía discuten algunos críticos.

No falta quien afirma que La educación sentimental representa el punto culminante de la novela del siglo XIX y que habrá que esperar a Proust para superar la crisis que se produjo después de la publicación de la novela de Flaubert en 1869.

RESUMEN DE LA NOVELA

Frédéric Moreau, a bordo del barco que le lleva de París a Nogent, conoce al matrimonio Arnoux y queda enamorado de la señora. Ya instalado en París, donde va a cursar estudios de derecho, el joven Moreau trata de entrar en contacto con los Arnoux. Sin esperanza de ser correspondido, se deja atraer, sin compromiso íntimo, por Rosanette, mujer galante, amante del propio Arnoux. Los negocios de Arnoux van mal. Frédéric le presta ayuda económica, arriesgando incluso su fortuna. La señora Arnoux pasa una temporada en el campo, donde recibe frecuentes visitas de Frédéric, y allí se confiesan su mutuo amor, que mantienen en términos ideales. Un día Frédéric consigue que ella acepte una cita en la que espera conseguirlo todo, pero ella no puede acudir porque su hijo se pone muy enfermo. Frédéric, despechado, comienza a convivir con Rosanette, que persigue encarnizadamente a Arnoux por razones, en parte, económicas. Frédéric vuelve a encontrar a la señora Arnoux en casa de una cierta señora Dambreuse, con quien está intimando cada vez más, para despecho de una cuarta mujer, Louise, vecina de Frédéric en su niñez, que llega a creer que ahora él va a casarse con ella. Aclarada la ausencia de aquella cita, Frédéric vuelve a visitar a la señora Arnoux; pero su primer abrazo es interrumpido por Rosanette, que se lleva a Frédéric anunciándole que va a tener un hijo de él. Entretanto, los Arnoux han huido de París, por la quiebra de su negocio. La señora Dambreuse convierte a Frédéric en su amante y, al quedarse viuda, quiere casarse con él. Frédéric, sin embargo, la abandona, porque ofende el recuerdo que él tenía de la señora Arnoux. Vuelve a su pueblo, dispuesto a casarse con Louise, pero ésta se casa con Deslauriers, el gran amigo de Frédéric.

Casi veinte años después, Frédéric recibe por sorpresa la visita de la señora Arnoux, que le devuelve una cantidad de dinero que él le había prestado para ayudarla a salir de un apuro económico. Siguen amándose, pero el pelo blanco de la señora Arnoux basta para indicar que ya no tiene sentido unirse. Quedarán con el hermoso recuerdo de haberse querido.

La novela termina con una conversación entre los dos viejos amigos, Frédéric y Deslauriers, que hacen balance de sus respectivas frustraciones.

Frédéric rompe con la señora Dambreuse, que vuelve a casarse con un inglés, y vive ahora como un pequeño burgués después de haber gastado dos tercios de su fortuna.

Deslauriers, sin saber cómo, se casó con Louise, quien un buen día se fugó con un cantante. La señora Arnoux, viuda, debía de estar en Roma con su hijo.