Mientras contempla los números de yeso, su pensamiento se aloja en los blancos círculos. Pasa a través de los blancos lazos y, sola, penetra en el vacío. Carecen de significado para Rhoda. No tiene respuesta ante ellos. Rhoda no tiene cuerpo y los otros sí. Y yo, que hablo con acento australiano, y que mi padre es banquero en Brisbane, no temo a Rhoda como temo a los otros.»
«Arrastrémonos bajo el dosel de las hojas del grosellero», dijo Bernard, «y contemos historias. Vivamos en el submundo. Tomemos posesión de nuestro territorio secreto, iluminado por grosellas pendientes, como candelabros, que brillan en rojo, por un lado, y en negro por el otro. Aquí, Jinny, si encogemos el cuerpo, podremos permanecer sentados bajo el dosel de las hojas del grosellero y contemplar el balanceo de los incensarios. Este es nuestro universo. Los otros se alejan por el sendero de los carruajes. Las faldas de la señorita Hudson y de la señorita Curry pasan como campanitas para apagar cirios. Ahí van los blancos calcetines de Susan. Ahí van las limpias sandalias de Louis, dejando claras huellas en la grava. Ahí nos llegan cálidas oleadas de olor a hojas en descomposición, mantillo en podredumbre. Estamos en tierras pantanosas ahora, estamos en una jungla de malaria. Hay un elefante con blancos colmillos, muerto por una flecha clavada, quieta, en un ojo. Los brillantes ojos de los pájaros cojitrancos -águilas y buitres- se perciben claramente. Nos toman por árboles caídos. Picotean un gusano -esto es una cobra encapuchada-, y lo dejan con una parda cicatriz emponzoñada, para que sea atacado por los leones. Este es nuestro mundo, iluminado por lunas crecientes y estrellas de luz. Grandes pétalos casi transparentes cierran las salidas como purpúreas ventanas. Todo es extraño. Las cosas son inmensas y muy pequeñas. Los tallos de las flores son gruesos como troncos de roble. Las hojas están altas como cúpulas de vastas catedrales. Aquí yacentes, somos gigantes capaces de hacer retemblar el bosque.
«Esto es aquí», dijo Jinny, «esto es ahora. Pero pronto nos iremos. Pronto la señorita Curry tocará el silbato. Echaremos a andar.
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