Inmediatamente, Maria Aliete Galhoz se dedicó, en Lisboa, a compilar, descifrar y organizar hasta donde fuese posible los materiales que habían de ser puestos a disposición de Sena, cuyo propósito era dar a la luz, no una selección de la obra, sino cuantos fragmentos considerase publicables. A primeros de febrero de 1962, el primer paquete de fotocopias y transcripciones hechas por la Galhoz llegó a las manos de Jorge de Sena, quien comunicó en seguida a la editorial que «Todo es fragmentario, aunque del mayor interés; todo es de fecha insegura o de ordenación insegura; gran parte de los originales es de lectura dificilísima. Se trata de una gran aventura, en el plano de la crítica textual», con lo que definió perfectamente las principales dificultades que suponía la edición del Libro.

En noviembre de aquel mismo año, Sena firmó el contrato de edición, en el que se establecía que el texto del libro ―y su introducción, escrita por este poeta y estudioso― deberían ser entregados a la editorial antes de enero de 1964. Como se trataba de un trabajo «extremadamente difícil», Sena firmó el contrato pero haciendo la salvedad de que la fecha de entrega sería, precisamente, enero de 1964. Sin embargo, en diciembre de dicho año Sena se vio obligado a disculparse ante la Ática por no haber cumplido con el término establecido en el contrato debido a las dificultades que la edición suponía, al mismo tiempo que descargaba parte de la responsabilidad en la propia editorial por no haber respondido a las preguntas y consultas que le había hecho. En vista de ello manifestó que no podría entregar el original del Libro del desasosiego hasta junio del 65.

Mientras tanto, había aparecido la edición de Petrus, de 1961, y ello hacía más urgente que nunca la publicación del texto completo. Pero las cosas se complicaron, cuando Sena había escrito ya una larga introducción a la obra [21], debido a que Georg Rudolf.

Lind, otro de los editores de la prosa pesoana, le escribió una carta en la que le comunicaba que «se han encontrado más de 100 hojas manuscritas con la señal L. do D.» dispersas «en los diferentes paquetes de prosa» hallados entre los papeles del poeta. La reacción de Sena no se hizo esperar: pidió que le enviasen inmediatamente fotocopia de dichos fragmentos. Habiéndose trasladado, por razones de trabajo universitario, a Wisconsin, Sena recibió en 1966 sólo parte de este último material. Una serie de complicaciones posteriores, en la que no voy a detenerme, tuvo por resultado que, en 1969, Sena desistiese de continuar trabajando en la edición del Libro [22], en vista de lo cual, la Ática y los familiares de Pessoa pusieron en otras manos el difícil trabajo.

Fueron éstas las de Maria Alíete Galhoz y Teresa Sobral Cunha, que realizaron la recolección y transcripción de los textos y sus variantes, y las de Jacinto do Prado Coelho, que se encargó de su organización. Por fin, el año 1982, es decir, trece después de la renuncia de Sena ―lo que demuestra la ímproba tarea que fue llevaba a cabo por estos tres estudiosos― apareció la edición de la que es traducción este volumen.

Los originales del Libro del desasosiego se encuentran actualmente en nueve sobres. Los cinco primeros son el desglose de uno que el mismo Pessoa rotuló de su puño y letra, mientras los cuatro restantes contienen los originales encontrados por sus estudiosos, algunos de ellos en cuadernos manuscritos. En la edición príncipe se indica la procedencia de cada uno de los fragmentos y a ella remitimos al lector curioso y, por supuesto, a los estudiosos, pues consideramos que una como la presente no debe ser sobrecargada con estos detalles.

Pessoa dejó entre sus papeles varias notas que se refieren a la organización del Libro del desasosiego pero que no son de decisiva utilidad debido a las dudas y contradicciones que en ellas se encuentran, cosa que no puede parecer sino natural, dado, de una parte, que son muchas las diferencias estilísticas entre los distintos fragmentos y grupos de ellos, y, de otra, el estado no definitivo de la mayor parte de los textos. Pero hay una tercera circunstancia a la que Jacinto do Prado Coelho se refiere, en la «Nota sobre la ordenación de los textos», con las siguientes palabras: «El orden aleatorio del inventario del legado literario de Fernando Pessoa me pareció rechazable in limine, ya que, al desorientar la lectura, obligaría a cada uno de los lectores a hacer él mismo un montaje, juego de puzzle que, además de ser penoso, exigiría una capacidad de construcción de la que sólo dispondrían los lectores privilegiados. No era por cierto el Libro del desasosiego en estado informe, caótico, lo que se esperaba de los responsables de esta edición. Otra hipótesis, aparentemente plausible, sería adoptar el orden cronológico. También me pareció, sin embargo, inadecuado. En primer lugar, la gran mayoría de los textos y fragmentos a integrar no se encontraban datados ni eran datables. Es verdad que, tanto mediante el análisis de los contenidos como mediante el análisis de la letra, del papel y, eventualmente, de la tinta, se podría intentar situarlos en determinado período de la vida de Pessoa. ¿Pero valdría la pena? ¿Sería pertinente la intención? Nada nos asegura que él, llegado el momento, aplazado hasta la muerte, de proceder a la organización del Libro, los hubiese sometido a una cronología veraz, de historiador, que ni siquiera su memoria estaría en condiciones de reconstruir; si hubiese decidido datar los textos, probablemente habría fingido una cronología, ajustada al estatuto ficcional de Bernardo Soares, de acuerdo con una “biografía interior” en que el otrora: se produce ahora, como dice un verso famoso del poeta; esa cronología obedecería, por otro lado, a una estrategia para una lectura que se quería literaria» [23].

En vista de lo anterior, do Prado Coelho decidió ―acertadísimamente a mi juicio― organizar el Libro del desasosiego «en manchas temáticas, sin vallas que las separasen, sugiriendo nexos y contrastes mediante la simple yuxtaposición, colocando, sin embargo, al comienzo del itinerario, textos y fragmentos a los que atribuye una función periférica, introductoria, y llevando al lector a concentrar su atención en zonas de relativa homogeneidad...» [24] Por mi parte, y respetando en lo esencial la organización llevada a cabo por el estudioso portugués, me he permitido cuatro modificaciones. La primera de ellas consiste en la supresión, tanto de una serie de textos introducidos por Maria Aliete Galhoz inmediatamente antes del comienzo del Libro, como de los diez puestos por do Prado Coelho al principio de éste. Los primeros son notas sobre la organización de la obra de Pessoa, fragmentos de cartas y el titulado «Aspectos» que figura, más arriba, en esta introducción. Dichos documentos son importantes para la organización del Libro pero no pertenecen a él, y si su inclusión está plenamente justificada en el caso de la primera edición original, creo que, por el contrario, resultaría ociosa en esta traducción. Los segundos tienen un carácter tan semejante al de los primeros que las mismas razones que me han aconsejado suprimir unos abonan el que haya suprimido los otros.

La segunda modificación consiste en el desplazamiento al principio del libro de los siguientes textos: el que en la edición portuguesa lleva el número 192 pasa a ser, en nuestra traducción, el número 2; el 194 pasa a ser el 3; el 195, el 4; el 114, el 6; el 91, el 7; el 155, el 8, y el 85 pasa a figurar con el número 9.