El objeto de estos cambios no es otro que el de situar al lector, desde el principio, en el ambiente cultural del libro ―cuestión importante para su autor― y dar a conocer el de la oficina en la que trabaja Soares. A partir del fragmento 10 de la traducción, se mantiene el orden de la edición original, salvo que se desplaza al último lugar, es decir, al señalado con el número 476, el fragmento 369, cosa que aconsejan su título y la fecha de su composición.
La tercera modificación requiere una justificación más detenida. Pessoa empezó a escribir el Libro del desasosiego en un año muy próximo al 1912, si no fue ese mismo año, y lo terminó el de su muerte o el anterior. Consecuencia de ello es que, a lo largo de todo este tiempo, cambiasen sus ideas respecto a la naturaleza, la organización y el contenido de esta obra; y, por supuesto, evolucionase su visión de la poesía y de la literatura en general. Así, en el texto número 3 de la edición portuguesa ―que es una nota en la que figuran diez de los títulos que habían de formar parte del Libro― vemos que uno de ellos es el de su célebre poesía «Chuva obliqua» (Lluvia oblicua), mientras que en el texto número 7, que lleva el título de «Nota para las ediciones propias (y aprovechable para el “Prefacio”)», se lee: «Reunir más tarde, en un libro aparte, los poemas que tenía la equivocada intención de incluir en el Libro del desasosiego; este libro debe tener un título más o menos equivalente a decir que contiene residuos o intervalos, o cualquier palabra igualmente distanciadora». Quedan, pues, excluidos los versos del Libro del desasosiego. En el texto número 8 se lee que «La organización del libro debe basarse en una selección, tan rígida como sea posible, de los trechos variadamente existentes, adaptando, sin embargo, los más antiguos, que no obedezcan a la psicología de Bernardo Soares, tal como ahora surge, a esa verdadera psicología. Aparte de esto, hay que hacer una revisión general del propio estilo, sin que éste pierda, en la expresión íntima, el devaneo y el desconexo [sic] lógico que lo caracterizan». Y continúa: «Hay que estudiar el caso de si se deben incluir trechos grandes, clasificables bajo títulos grandiosos, como la Marcha Fúnebre del Rey Luis de Baviera, o la Sinfonía de la Noche Inquieta. Existe la hipótesis de dejar como está el trecho de la Marcha Fúnebre, y existe la hipótesis de transferirla a otro libro, en el que quedasen los Grandes Trechos juntos».
Por supuesto, la misma prudencia que ha llevado a Jacinto do Prado Coelho a no suprimir ninguno de los trechos que ha considerado susceptibles de publicación, por muy incompletos que apareciesen, me ha llevado a seguir su ejemplo, teniendo en cuenta, desde luego, el interés, unas veces mayor y otras menor, que todos ellos tienen. Y claro es que sólo el propio Pessoa era la persona apta para hacer las correcciones de estilo a que se refiere el primero de los párrafos transcritos. En cambio, y aceptando la idea pesoana expresada en el segundo, he reunido en un «Apéndice» la «Marcha Fúnebre» y los textos semejantes a ella; y lo que me ha movido a hacerlo es que, lo mismo que Pessoa, he comprendido que el estilo y la naturaleza lírica de estos fragmentos es muy diferente del estilo y la naturaleza de los demás, hasta el punto de que, según mi propia experiencia de lector y traductor, interfieren en una lectura coherente del Libro. Estos textos reflejan el ambiente decadentista de la primera época de Pessoa y representan a un personaje que poco tiene que ver, a mi juicio, y espero que al del lector, con el Bernardo Soares ayudante de contabilidad, de estilo nada espectacular ni grandilocuente y, por supuesto, no dominado por las aspiraciones aristocratizantes que se descubren en estos trechos [25].
La cuarta modificación consiste en haber suprimido ―o, mejor dicho, en no haber traducido— los seis poemas y esbozos de poemas atribuidos a B. Soares y reunidos en apéndice por los editores. Se trata de poesías poco significativas ―salvo, si queremos, de que Soares no era poeta ―que, cuando no recuerdan al Pessoa ortónimo, hacen pensar en los heterónimos Ricardo Reis o C. Pacheco.
La prosa del Libro del desasosiego es en ocasiones difícil, no sólo de traducir, sino también de entender, debido tanto a su calidad innovadora como a la provisionalidad ―ya irremediable— de gran parte de ella, que sólo ha sido abocetada. De ahí que el lector vaya a encontrarse con frases incompletas ―ya por no haber sido completadas por Pessoa, ora por haber resultado imposible leerlas enteras—, con algunos anacolutos y con no pocas ambigüedades. Nada de lo cual obsta, en una visión de conjunto, a la extraordinaria calidad de este libro; es más, debido a un verdadero prodigio artístico, las frases incompletas o abocetadas llegan a convertirse, en esta prosa admirable, en recursos estilísticos, tal vez no queridos por su autor, y hasta en insólitas figuras de dicción (o de no dicción). De ahí que, al hacer la traducción, haya respetado escrupulosamente, y sin pretender completarlas o aclararlas, las lagunas y las ambigüedades del texto original.
Wittgenstein discute, en su obra Philosophical Investigation, la posibilidad de un lenguaje que sólo pueda ser entendido por un individuo, y por él oído, y que se refiera a acontecimientos mentales interiores y, por lo tanto, ocultos o secretos para los demás. Si ese lenguaje existe, Wittgenstein piensa que es intraducible debido a que el lenguaje es un hecho social cuya formación y comprobación ―y aun corrección— depende, no de la falible memoria individual, sino de la memoria colectiva, que es la condición precisa para que el lenguaje sea propiamente tal, sea comunicable y, por lo tanto, traducible [26]. Sin llevar las cosas tan lejos, hay que advertir que el lenguaje de el Libro del desasosiego es, en ocasiones, un idiolecto que tiende a lo secreto, a lo incomunicable, y que, debido a ello, bordea, también en ocasiones, la intraducibilidad. El individualismo de Bernardo Soares, su retraimiento ante los demás, su falta de solidaridad con ellos, y sobre todo su dolor individual ―factor, este del dolor, al que Wittgenstein atribuye gran importancia como causa de los lenguajes secretos— [27], inclinan a Pessoa a crear un lenguaje casi privado, un lenguaje «in isolation» que tiene, según el autor recién citado, algo del juego de los solitarios
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