El texto de San Petersburgo es superior desde todo punto de vista: es más correcto y más completo. Muchos descuidos desacreditan la edición parisiense, en la cual, por otra parte, los intermedios sensuales, tan característicos de la obra, desaparecen casi completamente. Por eso he reproducido la edición de 1804-1805, completada por la Historia de Rebeca, que termina el texto publicado por Gide hijo, en 1814. De tal manera creo procurar, en su versión integral y auténtica, toda la primera parte de la obra. Esta parte corresponde, como ya tuve ocasión de indicarlo, a la inspiración más fantástica del conjunto. Avadoro es más picaresco que sobrenatural, y la Historia de Giulio Romati y de la princesa de Monte Salerno sólo figura allí por un artificio de distribución, si no de compaginación. Este relato se emparienta por el tema y la atmósfera al ciclo de las hermanas diabólicas, y estaba perfectamente en su sitio en la versión primitiva de San Petersburgo, que después, por necesidades de puro éxito, se repartió en dos obras presentadas como distintas. El equívoco constantemente mantenido entre la princesa y su dama de honor, gracias al cual nunca podemos saber si se trata de una o dos personas, las espléndidas criadas que esta criatura, a la vez simple y doble, acoge en sus lechos simétricos, nos fuerzan a ver en la aventura una variante de los episodios precedentes en que los principales papeles estaban reservados a Emina y a Zebedea, primas del héroe. Llevado por el mismo espíritu he creído que debía extraer de Avadoro la Historia del terrible peregrino Hervás, incluye la Historia del comendador de Toralva y es el único relato fantástico de Avadoro (junto con el de la princesa de Monte Salerno); por añadidura, las dos hermanas que acogen tan amablemente al héroe son avatares evidentes de los mismos súcubos; también señalaremos que en esta ocasión se definen más nítidamente las relaciones escabrosas de las dos muchachas, «más inspiradas por la emulación que por los celos», de su madre «más sabia pero no menos apasionada» y de un héroe colmado y condenado a la vez, a quien comparten en un mismo lecho voluptuosidades concertadas. No hay ningún elemento sobrenatural en la Historia de Leonor y de la duquesa de Ávila, por su asunto, sin embargo, pertenece sin lugar a dudas a la serie precedente. Una mujer se inventa una hermana de la cual se disfraza y con la cual casa a su pretendiente, de modo que éste la conoce bajo dos apariencias entre las cuales se extravía su pasión. Hay aquí como un desquite inesperado de los episodios habituales en que las dos hermanas son una y otra bien reales y tienen dos cuerpos bien distintos. Esta vez, dos encarnaciones alternadas de una personalidad única terminan por confundirse para la dicha de un amante dividido hasta entonces. Me ha parecido que la serie de variantes en que Potocki ha multiplicado obstinadamente una situación análoga habría quedado in completa si no hubiera incluido esta última e inversa posibilidad. Además, por los disfraces que saca a relucir, por lo «sobrenatural explicado» de que se vale, ofrece una fiel ilustración de la atmósfera de Avadoro, donde, como ya dije, lo fantástico cede su lugar a lo pintoresco y el espanto a la malicia.

El texto. Diré por último algunas palabras acerca del texto escogido. La Advertencia no figura en la edición de San Petersburgo. Lo extraigo de la edición parisiense de 1814. Para lo esencial, reproduzco el texto impreso en San Petersburgo en 1804-1805. No he tenido en cuenta las correcciones manuscritas del ejemplar de la Biblioteca Nacional, con excepción de aquellos errores manifiestos, tipográficos o de otra índole. He señalado estos últimos con una nota al pie de página. He mantenido, en lo esencial, la grafía de 1804, salvo haber modernizado la ortografía y la puntuación cada vez que una simple enmienda automática bastaba para ello.

He conservado, desde luego, la distribución de los relatos entre las Jornadas como aparece en la versión de 1804. Difiere ligeramente de la de 1814. En su casi totalidad, el texto presentado puede considerarse auténtico y definitivo. Hay que exceptuar, por desgracia, aquellas partes tomadas de las ediciones parisienses: son la Historia de Rebeca y los relatos extraídos de Avadoro.

La Historia de Rebeca ocupa el final del tomo III de las Diez jornadas (págs. 72 a 122). Los relatos de Avadoro ocupan en la edición parisiense de 1813 las páginas siguientes:

Historia del terrible peregrino Hervás (seguida de la del Comendador de Toralva): tomo III, desde la página 207 hasta el fin; tomo IV, desde la página 3 hasta la página 120 (salvo algunas líneas en las páginas 69-70 que marcan un corte en el relato). Historia de Leonor y de la duquesa de Ávila: tomo IV, desde la página 165 hasta el fin. El texto de 1813 se ha reproducido sin ninguna modificación, aunque su autoridad no sea absoluta pues ha podido sufrir por parte del editor la misma clase de retoques que sufrieron, al año siguiente, las Diez jornadas. No deja de ser por ello el único texto actualmente disponible en el original francés.