Papá Goriot

 

 

HONORE DE BALZAC

 

 

 

 

 

 

 

PAPA GORIOT

Madame Vauquer, De Conflarn de soltera, es una señora de edad que hace cuarenta años regenta en París una pensión burguesa establecida en la rue Neuve-Sainte-Genevieve, entre el barrio Latino y el faubourg Saint-Marceau. Dicha pensión, conocida con el nombre de Casa Vauquer, admite lo mismo hombres que mujeres, jóvenes que viejos, sin que jamás la maledicencia haya atacado las costumbres de esa respetable institución. Pero también hace ya treinta años que no aporta por allí ningún joven, y muy parca ha de ser la pensión que a un joven le pase su familia para que allí se instale. Pero en 1819, época en que se inicia este drama, vivía allí una pobre muchacha. Por grande que sea el descrédito en que ha venido a parar la palabra "drama" por la forma abusiva y arbitraria con que se la ha prodigado en estos tiempos de dolorosa literatura, no hay más remedio que emplearla aquí, y no porque esta historia sea dramática en el verdadero sentido del vocablo, sino porque al terminar la obra puede que se hayan vertido algunas lágrimas intramuros y extra. ¿Hallará comprensión fuera de París? Lícito es dudarlo. Las particularidades de esta escena, repleta de observaciones y colores locales, sólo pueden ser debidamente. apreciadas entre las colinas de Montmartre y las alturas de Montrouge, en ese ilustre valle de edificios siempre a punto de derrumbarse y de arroyos negros de fango; valle colmado de sufrimientos verdaderos y goces con frecuencia falaces y tan terriblemente agitado que se necesita no sé qué de exorbitante para producir en él la sensación algo duradera. Encuéntranse allí, sin embargo, acá y allá, dolores que la aglomeración de vicios y virtudes hace grandes y solemnes; ante él los egoísmos e intereses detiénense y se apiadan; sólo que la impresión que de ellos reciben viene a ser cual un fruto sabroso prontamente engullido. El carro de la civilización, semejante al del ídolo de Jaggernat, apenas retrasado por un corazón menos fácil de triturar que los otros y que obstruye su rueda, aplástalo en seguida y sigue adelante en su marcha gloriosa. Y eso mismo haréis vosotros, que tenéis este libro en una mano blanca; vosotros, que os hundís en muelle poltrona, diciéndoos para vuestros adentros: "Puede que esto sea distraído". Luego de haber leído los secretos infortunios de Papá Goriot cenaréis con apetito, cargando vuestra insensibilidad en la cuenta del autor. al que tildaréis de exagerado y acusaréis de poeta. Pero, ¡ah!, sabedlo bien; este drama no es ni una ficción ni una novela. All is true ( Todo es verdadero.), tan verdadero es, que cada cual podrá reconocer sus elementos en sí mismo, quizás en su corazón.

La casa en que está instalada esa pensión burguesa pertenece a madame Vauquer. Radica en la parte baja de la rue Neuve-Sainte-Genevieve, en el sitio en que el terreno desciende hacia la rue de l'Arbalete, con una pendiente tan brusca y pina que rara vez la suben o bajan los caballos. Tal circunstancia es favorable al silencio que reina en esas calles apretujadas entre la cúpula del Val-de-Gráce y la del Panthéon, dos monumentos que cambian las condiciones de la atmósfera, poniendo en ella tonalidades amarillas y ensombreciéndolo todo con los severos visos que proyectan sus cúpulas. El pavimento es allí enjuto; no tienen fango ni agua los arroyos, y la hierba crece a lo largo de los muros. El hombre más despreocupado siente allí tristeza, cual todos los transeúntes; el rodar de un coche es allí un acontecimiento; las casas son lóbregas y los muros huelen a la cárcel. Un parisiense despistado sólo vería allí pensiones burguesas o instituciones benéficas, miseria o aburrimiento, vejez que muere y alegre juventud forzada a trabajar. No hay en todo París barrio más horrible y, digámoslo también, más desconocido. La rue Neuve Sainte-Genevieve, sobre todo, viene a ser cual un marco de bronce, el único que le cuadra a este relato, para preparar al cual la inteligencia serían pocos cuantos colores oscuros e ideas graves empleásemos; así como, de peldaño en peldaño, mengua la luz y el canto del guía se ahueca, según el viajero baja a las Catacumbas. ¡Comparación verdadera! ¿Quién decidirá qué cosa es más horrible de ver, corazones secos o calaveras vacías?

La fachada de la pensión da a un jardincillo, de suerte que la casa forma ángulo recto con la rue Neuve-Sainte-Genevieve, allí donde la veis cortada en su profundidad. A lo largo de dicha fachada, entre la casa y el jardincillo, reina un empedrado en hondonada, de una toesa de ancho, ante el cual extiéndese una avenida enarenada, orlada de geranios, laureles rosas y granados plantados en grandes jarrones de loza azul y blanca. Entrase en esa avenida por un postigo, coronado por un cartelón, en el que hay escrito: MAISON VAUQUER, y por debajo: Pensión burguesa para ambos sexos y otros. De día una puerta con claraboya, armada de chillona campanilla, permite ver al extremo del pequeño pavimento, en la pared opuesta a la calle, una arcada pintada en mármol verde por un artista del barrio. Bajo el saliente que simula esa pintura álzase una estatua que representa el Amor. Al ver el barniz descascarillado que la cubre podrían los amantes de los símbolos descubrir acaso un mito del amor parisiense que a unos pasos de allí se cura. Bajo el zócalo, una inscripción semiborrada recuerda el tiempo a que se remonta el adorno por el entusiasmo que atestigua por Voltaire, que volvió a París en 1777:

 

Quienquiera que seas, ve aquí a tu maestro

Lo es, lo fue o debe serlo

 

Al caer la noche, una puerta maciza sustituye a la puerta con claraboya.