Y, como siempre que trata un tema religioso, una familiaridad profunda con el espacio y los ritos del catolicismo.
[326] Expresión familiar francesa, cargada de anticlericalismo, para referirse a un cura.
[327] La sensibilidad impresionista de Rimbaud se adelanta aquí al impresionismo provenzal de Zola y de Cézanne, en la captación del valor plástico de las tierras calizas, blancas y ocres de los paisajes mediterráneos.
[328] La crítica rimbaldiana no ha sabido ver, según parece, hasta qué punto la sabiduría del joven poeta está ligada a las prácticas y al vocabulario campesino. Hemos traducido «rosiers f ireux» por rosales cagaleros. Fuireux es una forma local de foireux (relativo a la cagalera, foire ––sic). Esta crítica tan minuciosa no se ha explicado cómo puede ser cagalero un rosal, y entiende la expresión como `manchado por los excrementos de las vacas'. La cosa es, a nuestro entender, mucho más sencilla: en el campo, las raíces del rosal salvaje o escaramujo ––o rosal perruno–– han sido empleadas siempre como laxante; y en verdad lo son. Se trata, pues, de una simple metonimia de origen curanderil.
[329] El tema de la iglesia blanca, encalada, alcanzará su desarrollo sinfónico en El pecado del cura Mouret, de Zola (1874); aquí se trata de un simple apunte de gran valor simbólico. Los ‘zolismos’ de Rimbaud son mucho más abundantes y profundos de lo que se cree.
[330] El texto francés pone el artículo determinado delante de la advocación de la Virgen, «la Notre-Dame»; es éste un procedimiento popular que desacraliza con cierta ironía el término Nuestra Señora. No podíamos adoptar el mismo procedimiento en español. Hemos optado por ponerlo en plural. Algo queda de la intención rimbaldiana.
[331] Estrofa errática desde el punto de vista temático: primero, el destino familiar del niño, no asumido por Rimbaud; luego, el posible castigo fisico del cura; finalmente, la alusión al pago que recibe el cura de parte de la comunidad... Pero, a través de este deambular un tanto torpe, va emergiendo la contraposición entre iglesia y naturaleza: la oscuridad y el misticismo frente al sol y el disfrute de los sentidos: calor, visión, olores, sabores...
[332] Reléase la nota 330.
[333] La crítica se sigue preguntado a qué dos cartes se refiere Rimbaud. En el caso de que sean mapas (geográficos), como parece ser, no está muy claro cuál es el referente de la expresión «el día de la ciencia», en los recuerdos de un niño: ¿regalos del día en que se gradúa? ¿recuerdo oficial de su paso por la escuela, como las clásicas fotografías españolas, con el mapa de España al fondo?
[334] Los adornos gráficos de una salita de pueblo: las cumbres de lo divino y de lo humano vistos, como siempre, desde la ironía; pero no olvidemos la importancia de la presencia napoleónica: él y su ejército.
[335] No podemos repetir el juego de palabras de Rimbaud: las chicas están contentas de ver cómo los garçons las llaman garces (chicas y putas, al mismo tiempo). En un contexto machista (el francés, como lengua, no es menos machista que el español) ––el femenino de garçon (muchacho) ha pasado a ser sinónimo de prostituta, como filie, pucelle... y muchos otros.
[336] La importancia social de la ceremonia religiosa de las Vísperas, el domino por la tarde, puede resultar extraña para un lector español.
[337] Da la impresión de que el poema, a pesar de su aparente unidad, está confeccionado con fragmentos cuya carpintería no está perfectamente ajustada aún. Esta sensación se acrecienta después de la parte VI, con la presencia de los puntos suspensivos que Rimbaud parece emplear cuando presiente que existe algún hueco en su poema; lo vimos en Sol y carne y en Las respuestas de Nina. Todos estos ‘fragmentos’ acaban con un verso magnífico que cae como un telón, cerrando el decorado imaginario, casi siempre en relación con una aparición nocturna. El poema es así una sucesión de cuadros más o menos bien encadenados.
[338] El poema dice en francés «Faubourgs» (suburbios); ahora bien, dudamos de que Rimbaud lo emplee en su acepción etimológica y más común ––barrios periféricos y marginales; acepción que la palabra no siempre tiene en francés (Faubourg Sant-Germain, F. Saint-Michel, etc.). Sin esta acepción, la palabra francesa es un sinónimo de quartier (barrio). ¿A qué viene, pues, la repetición? Y si no hay repetición, extraña esta rara alianza... que emborrona aún más el tema de los catequistas; ver nota siguiente.
[339] El único manuscrito que existe, copiado por Verlaine, repite Catequistas (aunque con mayúscula). ¿Se trata de un descuido del copista o de un descuido del propio Rimbaud? Un niño de Primera Comunión no puede ser un catequista (sí, un catequizado); pero tampoco puede ser un catecúmeno, como sugieren algunos críticos, al creer que ésa sería la palabra en la que pensaba Rimbaud. Pero, tanto Rimbaud como Verlaine sabían demasiado bien su lengua francesa y su religión; algo que no siempre ocurre con sus críticos, sobre todo esto último. Este ‘descuido’ nos invita a pensar, una vez más, en el carácter provisional del poema.
[340] La cama es un sitio mejor que la iglesia para disfrutar de esta mística enfermedad.
[341] La visión de la niña une en un mismo espacio imaginario el exotismo de los cielos verdes de Rimbaud y la iconografia sentimentalista, pseudorromántica de las iglesias del XIX: el Sagrado Corazón y el Corazón Inmaculado de María.
[342] No sólo es sorprendente la naturaleza ‘fresca’ atribuida al perdón, sino el modo que la niña tiene de gozarlo: mordisqueándolo, aunque el perdón sea algo demasiado ‘frío’ como para sorberlo.
[343] No podemos saber si Rimbaud pensaba en la Virgen cuando emplea la expresión Reina de Sión, pero no creemos que cometiera el error que le atribuye S. Bernard, al interpretar de manera arbitraria el texto del poeta. Menos aún se puede decir, como dice esta autora, que dicha expresión es una apelación de la Virgen en las Letanías. Rimbaud, como Zola (en El pecado...) sabía muy bien sus letanías y sabía que la Reina de Sión es la Iglesia ––ampliación metonímica de Jerusalén––, la que, según palabras de Jesús, puede perdonar o no perdonar. A la Virgen no le ha sido concedido este poder; sólo es mediadora.
[344] Rimbaud, tal vez sin saberlo, participa aquí de todo el devenir del espacio religioso que lleva a «los hijos del ateísmo», según la expresión de Sartre, tras la «muerte de Dios», a una experiencia laica y artística de lo sagrado, reducido a estampa, miniatura o tabla pintada. Pero también ha captado, como Baudelaire y como Mallarmé, que el tedio existencial (l'ennui, le spleen) es consecuencia directa (si no definitiva) de esta muerte.
[345] Es decir, empapado de luz lunar. Conservamos el neologismo creado por Rimbaud.
[346] Contraste cromático brutal que resuelve el juego de oposiciones entre el mundo de la pureza ensoñada y el mundo de la realidad sensual que estremece su cuerpo: ¿podemos ver en la sangre matinal de la nariz un desplazamiento metonímico de la menstruación? Es posible, pero no necesario para comprender el poema. La debilidad que sigue al despertar 'ensangrentado' nos sugiere esa arriesgada interpretación.
[347] De nuevo, un tema obsesivo de la poesía francesa posrromántica: el ojo azul del cielo, primero nido de dulzuras sentidas o presentidas y, más tarde, mirada irónica y silenciosa que presagia una ausencia.
[348] Del mismo modo que Rimbaud tenía «mis estrellas», en Mi bohemia, la joven comulgante tiene su estrella ––¿duplicado simbólico del yo en el cielo?
[349] No creemos (en contra de la opinión de S. Bernard, que repite la de Gengoux) que se trate aquí de una parodia de «la expresión oficial» (!) esposa del Señor. Creemos que se trata, más bien, de una recreación de la parábola de las vírgenes prudentes y de las vírgenes locas que esperan, con las lámparas encendidas, la llegada del Señor; y aquí, el contexto doméstico (bajar, con una vela encendida, al patio donde está la ropa tendida) hace recaer la ironía sobre la joven esposa, siempre víctima; no sobre la Iglesia.
[350] «Los duendes negros del tejado». Creemos, frente a cualquier otro tipo de interpretación, que se trata simplemente de los gatos, de noche siempre negros.
[351] «Vignes folles» (parra virgen); la expresión es demasiado análoga, desde el punto de vista fonético y semántico, de «vierge folle» (las vírgenes locas del evangelio) como para no pensar en que ha habido un corrimiento metonímico entre la estrofa anterior y la presente; lo que nos confirma en nuestra interpretación de la nota 349.
[352] La de la puerta del retrete; pequeño orificio que tenía muchas veces, según los grabados que se conservan (y según los recuerdos infantiles), forma de corazón. La realidad le sirve al poeta para evocar, con esta pequeña presencia, todo el mundo sensible y religioso que, de momento, el poema ha abandonado.
[353] El manuscrito dice eles pavés (...) souffraient l'ombre des murs» (las baldosas (...) soportaban la sombra de los muros). Algunos ––R de René ville–– piensan que hay que corregir de la manera siguiente: «les pavés (...) soufraient l'ombre des murs» (echaban azufre, matizaban de color azufre los muros). Por nuestra parte, preferimos respetar el texto que nos ha llegado; por un lado, no carece de sentido: el muro, lleno de negros sueños, pesa, con su sombra espesa y negra, sobre el suelo; por otro lado, aunque la anotación cromática, aportada por el azufre proyectado en manchas sobre el muro, enriquece la paleta nocturna de Rimbaud, hasta convertir su cuadro en un auténtico rembrandt. ¿De dónde le viene al suelo esa carga de color azufre? ¿de los oros rojos del cielo, de noche? Es posible. No descartamos este adorno de la crítica, pero preferimos atenemos al manuscrito.
[354] ¿Los curas... cuya misión consiste en transformar el mundo, llevándolo de lo natural a lo espiritual, es decir, según la filosofía naturalista de Rimbaud, deformándolo?
[355] ¿Qué lepra? ¿El misticismo, capaz de pervertir las cualidades naturales del cuerpo? Es una posible interpretación, más verosímil que pensar que se trata de la lepra de la muerte, frente a la cual la religión se empeña, aún, en convertir al hombre en ser espiritual, transfigurado.
[356] Crisis, momentos...
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