¡Oh frente infectada de liendres!
Sócrates y Jesús, Santos y Justos ¡qué asco![377].
¡Respetad al Maldito supremo, en noches cruentas!»
Todo esto vomité sobre el mundo, y la noche
blanca y tranquila henchía el cielo en mi delirio[378].
Y, cuando alcé mi frente, el fantasma se iba,
llevándose el atroz sarcasmo de mis labios...
¡Venid, vientos nocturnos, para hablarle al Maldito!
Mientras, silencioso, bajo enormes pilastras
de azul[379], desperezando los cometas y nudos
del universo, enorme conmoción sin desastres,
el Orden, cual vigía, rema en el firmamento
y de su draga en fuego brotan hileras de astros[380].
¡El justo, que se vaya, atada la corbata
del oprobio a su cuello, rumiando mi pesar,
dulce como el azúcar en el diente podrido.
––Como la perra, tras la embestida del perro,
lamiéndose el costado del que cuelgan sus tripas.
¡Que invoque caridades mugrientas y progresos... ¡[381].
––Yo desprecio los ojos de esos chinos panzudos––
y luego tararee como un montón de niños
que van morir, tontos de imprevistas canciones:
¡Justos, nos cagaremos en vuestros vientres huecos!
Julio de 1871
40
LO QUE SE LE DICE AL POETA
A PROPÓSITO DE LAS FLORES[382]
A Monsieur Théodore de Banville
I
Arrastrado hacia[383] negros azules[384]
donde el mar de topacios palpita,
se abrirán en tu noche los Lilios[385],
del éxtasis ––lavativas.
Y en nuestra época de sagú[386],
cuando las plantas son laboriosas,
el Lilio beberá azules tedios
en tus Prosas[387] religiosas.
Soneto del ochocientos treinta[388],
el Lilio del señor de Kerdrel[389],
el Lilio que se da al Menestril,
el amaranto, el clavel[390].
Lilios, más Lilios, ¿dónde se meten?[391].
Pero en tu verso, como las mangas
de Pecadoras de andares suaves,
se agitan sus flores blancas[392].
Y siempre, Querido, al darte un baño,
tu camisa de rubias axilas
se llena, sobre inmundos miosotis.
con las matinales brisas.
El Amor sólo abre su fielazgo
a las Lilas ––¡columpios de brisa!
y a las Violetas del Bosque, dulces
gargajos de negras Ninfas![393].
II
¡Poetas, incluso si tuvierais
a las Rosas, las Rosas hinchadas,
rojas, sobre tallos de laurel
orladas con mil octavas[394],
o si Banville, en forma de nieve,
las lanzara, rolando, sangrientas[395],
hiriendo el ojo del forastero
en su lectura malévola...
en nuestros bosques, en nuestros prados,
Oh, fotógrafos de alma serena,
la Flora es tan variada como
los tapones de botella![396]
Qué cruz de vegetación, franceses,
colérica, ridícula y tísica
por la que el vientre de los pachones
navega, al caer el día[397] ;
qué cruz, tras los dibujos odiosos
de azules Lotos y de Heliantos,
para las Primeras Comuniones,
de estampas rosas con santos!
La Oda al Azoka qué[398] bien rima
con la estrofa en ventana de putilla;
mientras, mariposas deslumbrantes
cagan en las Chirivitas.
¡Viejos follajes y viejos galones!
¡Dios, qué vegetales virguerías!
¡Flores extrañas de los Salones!
¡Echemos a las avispas
estos fofos llorones florales
que Granville[399] hubiera apadrinado
y que amamantaron los colores
de aciagos astros opacos![400].
¡Vuestros jipidos de caramillo[401]
dan glucosas la mar de preciosas!
––¡Cuántos huevos fritos con sombrero,
Lilio, Rosa, Lila, Azoka!...
III
Blanco Cazador que vas sin medias
por los blandos pastizales pánicos
¿no puedes, no debes, ensanchar
tu sapiencia de botánico?
Querrás sustituir, mucho me temo,
la cantárida a los grillos rojos
y las Floridas a las Noruegas:
y al Rin azul Ríos de oro[402].
Pero, Querido, el Arte hoy en día
no se rige por estos parámetros:
que el raro eucaliptus se retuerza
constreñido en un hexámetro[403]
¡Basta ya!... Como si las Caobas
sirvieran, incluso en las Guyanas,
sólo a las cascadas de sajúes[404]
con delirios de lianas.
––Veamos, ¿una Flor, el Romero
o el Lilio, vale, esté viva o muerta,
la caca de un pájaro marino?
¿o el lamento de una vela?
––¡Y he dicho lo que decir quería![405].
¡Pero incluso tú, tumbado en una[406]
choza de bambú, con la persiana
echada, de persa oscura[407],
limpiarías el culo a flores
dignas de Oises[408] extravagantes!...
––Tus razones son, ¡Poeta!, tan
risibles como arrogantes...
IV
No pintes pampas primaverales,
negras de atroces insurrecciones;
¡pinta tabacos y algodonales
que el hombre exótico coge!
Dinos, frente que Febo curtió[409],
de cuántos dólares es el rédito
de Pedro Velázquez ––en La Habana;
caga en el mar de Sorrento[410]
por el que bogan miles de Cisnes;
que tus estrofas sean proclamas
por el descepe de los manglares
que hidras y olas horadan.
Sume tu estrofa en bosques sangrientos
y ofrece luego a tus Semejantes
temas nuevos, con blancos azúcares,
con gomas y expectorantes.
Dinos si el oro que cubre el Pico
nevado nace, en el dulce Trópico,
de un desove de insectos en vuelo
o de musgos microscópicos.
¡Busca, Cazador, te lo exigimos
alguna granza[411] aromatizada
que naciendo, ya, con pantalones
empuñe pronto las armas!
¡Busca en la linde del Bosque en sueños
flores como fauces de dragones[412]
que babean pomadas de oro
por la testuz del Bisonte!
¡Busca en prados de Azul, donde tiembla
la plata albar de las pubescencias,
Cálices llenos de Huevos ígneos,
cociendo entre las esencias!
¡Busca Cardenchas[413] algodonosas
que diez burros con ojos de brasa
hilan, devanan y anudan! ¡Busca
flores que sean butacas!
¡Busca en las vetas negras y hondas
flores que son casi como piedras[414],
con sus ovarios blondos y duros
junto a amígdalas de gema!
¡Sírvenos, Farsante, ya que puedes,
en fuente deslumbrante de plata[415]
ragúes de Lilios al sirope,
para cucharas de alpaca![416]
V
Alguien nos cantará el gran Amor[417],
ladrón de las negras Indulgencias:
¡pero, ni Renán[418], ni Murr[419] han visto
la inmensa y Azul Umbela![420]
Artista, anima en nuestros torpores,
gracias a los perfumes, locuras;
elévanos hasta las purezas
de las Marías más puras...
¡Comerciante, aparcero, médium!
tu Rima brotará rosa o blanca
como si fuera un rayo de sodio,
cual caucho que se derrama[421].
¡Juglar, que de tus negros Poemas,
blancos, verdes y rojos dióptricos,
se escapen volando extrañas flores
y eléctricos lepidópteros!
¡Nuestro siglo es un Siglo de infierno!
Los postes y los hilos telegráficos
lucirán, lira de cantos férreos
por tus omóplatos mágicos[422].
¡Danos, ante todo, tu versión
rimada del mal de la patata![423]
––Y para que puedas escribir
versos que el misterio inflama,
leídos desde Paramaribo[424]
a Tréguier[425], cómprate raudamente
la Gran Obra del Señor Figuier[426]
––icon grabados, en Hachette![427].
ALCIDE BAVA
A. R
14 de julio de 1871
41
EL BARCO EBRIO[428]
Según iba bajando por Ríos impasibles,
me sentí abandonado por los hombres que sirgan:
Pieles Rojas gritones les habían flechado,
tras clavarlos desnudos a postes de colores.
Iba, sin preocuparme de carga y de equipaje,
con mi trigo de Flandes y mi algodón inglés.
Cuando al morir mis guías, se acabó el alboroto:
los Ríos me han llevado, libre, adonde quería.
En el vaivén ruidoso de la marea airada,
el invierno pasado, sordo, como los niños,
corrí. Y las Penínsulas, al largar sus amarras,
no conocieron nunca zafarrancho mayor.
La galerna bendijo mi despertar marino,
más ligero que un corcho por las olas bailé
––olas que, eternas, rolan los cuerpos de sus víctimas––
diez noches, olvidando el faro y su ojo estúpido.
Agua verde más dulce que las manzanas ácidas
en la boca de un niño mi casco ha penetrado,
y rodales azules de vino y vomitonas
me lavó, trastocando el ancla y el timón.
Desde entonces me baño inmerso en el Poema
del Mar, infusión de astros y vía lactescente,
sorbiendo el cielo verde, por donde flota a veces,
pecio arrobado y pálido, un muerto pensativo.
Y donde, de repente, al teñir los azules,
ritmos, delirios lentos, bajo el fulgor del día,
más fuertes que el alcohol, más amplios que las liras,
fermentan los rubores amargos del amor.
Sé de cielos que estallan en rayos, sé de trombas,
resacas y corrientes; sé de noches... del Alba
exaltada como una bandada de palomas.
¡Y, a veces, yo sí he visto lo que alguien creyó ver![429].
He visto el sol poniente, tinto de horrores místicos,
alumbrando con lentos cuajarones violetas,
que recuerdan a actores de dramas muy antiguos,
las olas, que a lo lejos, despliegan sus latidos.
Soñé la noche verde de nieves deslumbradas,
beso que asciende, lento, a los ojos del mar,
el circular de savias inauditas, y azul
y glauco, el despertar de fósforos canoros.
Seguí durante meses, semejante al rebaño
histérico, la ola que asalta el farallón,
sin pensar que la luz del pie de las Marías[430]
pueda embridar el morro de asmáticos Océanos.
¡He chocado, creedme, con Floridas de fábula,
donde ojos de pantera con piel de hombre desposan
las flores! ¡Y arcos iris, tendidos como riendas
para glaucos rebaños, bajo el confín marino!
¡He visto fermentar marjales imponentes,
nasas donde se pudre, en juncos, Leviatán![431].
¡Derrubios de las olas, en medio de bonanzas,
horizontes que se hunden, como las cataratas[432].
¡Hielos, soles de plata, aguas de nácar, cielos
de brasa! Hórridos pecios engolfados en simas,
donde enormes serpientes comidas por las chinches
caen, desde los árboles corvos de negro aroma!
Quisiera haber mostrado a los niños doradas
de agua azul, esos peces de oro, peces que cantan.
––Espumas como flores mecieron mis derivas
y vientos inefables me alaron[433], al pasar.
A veces, mártir laso de polos y de zonas,
el mar, cuyo sollozo suavizaba el vaivén,
me ofrecía sus flores de umbría, gualdas bocas,
y yacía, de hinojos, igual que una mujer.
Isla que balancea en sus orillas gritos
y cagadas de pájaros chillones de ojos rubios
bogaba, mientras por mis frágiles amarras
bajaban, regolfando, ahogados a dormir.
Y yo, barco perdido bajo cabellos de abras,
lanzado por la tromba en el éter sin pájaros,
yo, a quien los guardacostas o las naves del Hansa[434]
no le hubieran salvado el casco ebrio de agua,
libre, humeante, herido por brumas violetas,
yo, que horadaba el cielo rojizo, como un muro
del que brotan ––jalea exquisita que gusta
al gran poeta–– líquenes de sol, mocos de azur[435],
que corría estampado de lúnulas eléctricas,
tabla loca escoltada por hipocampos negros,
cuando julio derrumba en ardientes embudos,
a grandes latigazos, cielos ultramarinos,
que temblaba, al oír, gimiendo en lejanía,
bramar los Behemots[436] y, los densos Malstrones[437],
eterno tejedor de quietudes azules[438],
yo, añoraba la Europa de las viejas murallas[439]
¡He visto archipiélagos siderales, con islas
cuyo cielo en delirio se abre para el que boga:
––i.Son las noches sin fondo, donde exiliado duermes,
millón de aves de oro, ¡oh futuro Vigor!?[440].
¡En fin, mucho he llorado! El Alba es lastimosa.
Toda luna es atroz y todo sol amargo:
áspero, el amor me hinchó de calmas ebrias.
¡Que mi quilla reviente! ¡Que me pierda en el mar!
Si deseo alguna agua de Europa, está en la charca
negra y fría, en la que en tardes perfumadas,
un niño, acurrucado en sus tristezas, suelta
un barco leve cual mariposa de mayo.
Ya no puedo, ¡oleada!, inmerso en tus molicies,
usurparle su estela al barco algodonero,
ni traspasar la gloria de banderas y flámulas
ni nadar, ante el ojo horrible del pontón.
42
VOCALES[441]
A negro, E blanco, I rojo, U verde, O azul: vocales
algún día diré vuestro nacer latente:
negro corsé velludo de moscas deslumbrantes,
A, al zumbar en tomo a atroces pestilencias,
calas de umbría; E, candor de pabellones
y naves, hielo altivo, reyes blancos, ombelas
que tiemblan. I, escupida sangre, risa de ira
en labio bello, en labio ebrio de penitencia;
U, ciclos, vibraciones divinas, verdes mares,
paz de pastos sembrados de animales, de surcos
que la alquimia ha grabado en las frentes que estudian.
O, Clarín sobrehumano preñado de estridencias
extrañas y silencios que cruzan Mundos y Ángeles:
O, Omega, fulgor violeta de Sus Ojos[442].
43
LA ESTRELLA LLORÓ ROSA ....[443]
La estrella lloró rosa, prendida de tu oído,
el infinito, blanco, roló por tus espaldas,
el mar tornasoló pelirrojo[444] tus tetas
y el hombre sangró negro por tu flanco de diosa.
44
LOS CUERVOS[445]
Señor, cuando los prados están fríos
y cuando en las aldeas abatidas
el ángelus lentísimo acallado,
sobre el campo desnudo de sus flores
haz que caigan del cielo, tan queridos,
los cuervos deliciosos.
¡Hueste extraña de gritos justicieros
el cierzo se ha metido en vuestros nidos!
A orilla de los ríos amarillos,
por la senda de los viejos calvarios,
y en el fondo del hoyo y de la fosa,
dispersaos, uníos.
A millares, por los campos de Francia,
donde duermen nuestros muertos de antaño,
dad vueltas y dad vueltas, en invierno,
para que el caminante, al ir, recuerde.
¡Sed pregoneros del deber, ¡Oh nuestros
negros pájaros fúnebres!
Santos del cielo, en la cima del roble,
mástil perdido en la noche encantada,
dejad la curruca de la primavera
para aquél que en el bosque encadena,
bajo la yerba que impide la huida,
la funesta derrota.
III. ÁLBUM DE COÑA[446]
1
LILIO[447]
¡Oh columpios! ¡Oh lilios! ¡Clisobombas[448] de plata!
¡Que esquivais los trabajos y despreciais las hambres![449].
¡El amor detergente de la aurora os delata
y dulzuras de cielo os pringan los estambres!
ARMAND SILVESTRE
A. R[450].
2
LOS LABIOS CERRADOS
VISTO EN ROMA[451]
Existe en Roma, en la Sixtina
cubierta de emblemas cristianos
una vitrina escarlatina
do secan nasos muy ancianos[452]
Nasos de ascetas tebaídicos[453],
nasos de prestes del Grial
do nacieron nocturnos tísicos[454]
y el canto llano sepulcral[455]
En sus místicas sequedades,
cada mañana se introducen
las cismáticas[456] suciedades
que a polvo fino se reducen[457].
LÉON DIERX
A. R
3
FIESTA GALANTE[458]
Escapin, Soñador,
se frota su minina
bajo su protector[459].
La dulce Colombina
experta ya en el amor
––do, mi, sol, do––, anima
al ojo zapador
que, de pronto, transmina,
embriagado, su ardor.
PAUL VERLAINE
A. R
4
VIEJO DE LA VIEJA[460]
¡A los campesinos del emperador!
¡Al gran emperador de los campesinos!
¡Al hijo de Marte o ¿de marzo?!
¡Al glorioso 18 de MARZO!
¡cuando el cielo las entrañas de Eugenia bendijo!
5
EL ANGELOTE MALDITO[461]
Tejados azulinos, blancos postigos;
como durante los nocturnos domingos,
en las afueras de la villa, en silencio:
la Calle está blanca, y negro está el cielo.
La calle que tiene casonas extrañas,
con ángeles pintados en sus persianas.
Pero, mirad cómo corre, arrobado,
mirad, mirad, hacia un hito, un malvado
y negro Angelote que, al correr, fluctúa,
porque ha comido demasiada yuyuba.
Hace caca: y después desaparece:
pero su maldita caca crece y crece,
bajo la luna santa que está vacante:
––una alígera cloaca de negra sangre.
LOUIS RATISBONNE
A. R
6
LA HUMANIDAD calzaba al gran niño Progreso[462]
LOUIS-XAVIER DE RICARD
A. R
7
GILIPOLLECES[463]
UNA
El Joven Traga[464].
Con gorrita
de ormesí
y pichita
de marfil;
chaquetita
setuní,
Pablo avista
un buen festín:
luego lanza
lengua en danza
a una pera;
se dispone
los calzones
y espurrea[465].
A. R
DOS
París[466]
Al Godillot[467], Gambier[468],
Galopeau[469], Wolf-Pleyel[470],
––O Robinets![471]. ––Menier[472],
––O Christs![473]. ––Leperdriel![474]
Kinck, Jacob[475], Bonbonel![476].
Veuillot[477], Tropmann[478], Augier![479].
Gill[480], Mendès[481], Manuel[482],
Guido Gonín![483] Panier
de Grâces![484] L’Herissé![485].
¡Betunes untuosos,
pan viejo, espiritosos!
¡Ciegos! ––¿y, después, qué?
policías , ¡Enguianos[486]
en casa! ––¡A ser cristanos![487].
A. R.
Y TRES
El cochero borracho[488]
Guarro,
bebe:
nada ve:
¡carro
cede!:
agria
ley;
dama
cae:
talle
sangra:
––¡Clame!
Brama.
A. R
8[489]
REMEMBRANZAS
DE UN VEJESTORIO IDIOTA[490]
¡Perdona, padre mío!
En la fiesta del pueblo
buscaba, no el disparo banal que siempre gana,
sino el rincón con gritos, donde burros de flancos
cansados desplegaban un gran tubo sangriento...
pero yo no comprendo, ¡aún!...
Luego mi madre
––su camisa expandía, con su vuelo arrugado
y amarilla cual fruto, una fragancia amarga––
mi madre se subía con un ruido a la cama...
––hijo pues del trabajo––, mi madre, con sus muslos
de mujer ya madura, con sus gruesas espaldas
donde la ropa frunce sus múltiples arrugas,
y me ofreció calores que después uno calla...
Sentía una vergüenza más tranquila y más cruda
cuando mi hermanita, al volver de la escuela,
tras haber desgastado sus zuecos en la nieve,
meaba, contemplando su pis, al escaparse
de su labio de abajo, labio apretado y rosa,
un hilillo de orina de caudal miserable.
¡Oh, perdona![491]
También pensaba yo en mi padre:
por la tarde, las cartas, las palabras soeces,
el vecinito, y yo, que echaban, ¡cosas vistas!...
––¡un padre turba tanto!–– ¡te asalta cada idea!...
A veces, su rodilla mimosa; el pantalón
cuya raja mi dedo entreabría... ––¡y, qué quieres!––
para coger la punta, gruesa y negra, del padre
cuya mano peluda me acunaba...
Me callo
el bacín y la cuña, que has visto en el desván,
los almanaques llenos de rojo, la canasta
de retales, la Biblia, ciertos sitios, la criada,
la Santísima Virgen, el cristo..[492].
No hay humano
más turbado que yo, ni más conmocionado:
ya que el abyecto cuerpo me convirtió en su víctima,
confieso el haber dicho mis jóvenes pecados...
¡Y que el perdón ahora me sea concedido!
.....................................................................
¡Y después ––permitidme que pregunte[493], Señor
¿por qué la pubertad tan lenta, la desgracia
de un glande tan tenaz, tan oscultado? ¿esa sombra
tan lenta por las ingles? ¿los terrores continuos
como una negra grava, que ciegan la alegría?
Enterarse, ¿de qué? ¡Viví siempre pasmado!
....................................................................................................................[494]
¿Perdonado?...
Recoge los patucos azules,
padre mío...
¡Qué infancia! ................................................................................
................................................................................................................................
¡que hay que hacerse una paja!
FRANÇOIS COPPÉE
A. R
9
LOS VIEJOS COPPÉES
1
En las tardes de estío, mirando escaparates,
cuando tiembla la savia bajo las negras rejas,
brotando en los pies flacos de los castaños de indias,
lejos de peñas negras, alegres, y hogareñas,
chupadoras de pipas, besadoras de puros,
junto al kiosco estrecho, mi refugio, de piedra,
––mientras rutila en lo alto un anuncio de Ibkd––[495]
pienso en cómo el invierno congelará la Hebra
del límpido murmurio que calma la ola humana
––y en el bronco aquilón que no respeta nada.
FRANÇOIS COPPÉE
A. RIMBAUD
2
A los libros de siempre, libros de arte sereno,
Obermánn[496] y Genlis[497], el Vert-Vert[498] y el Atril[499],
cansado de estas modas grises y estrafalarias,
espero, cuando llegue la senectud, por fin,
y haya olvidado el gusto de un público atontado,
añadir el tratado del doctor Venettí[500].
Gustaré el viejo encanto de dibujos forzosos:
grabador y escritor han dorado el ruin
mundo de lo venéreo[501] ––¿no es algo muy cordial?:
Venettí, que escribió, Del Amor Conyugal.
F. COPPÉE
A. R.
3
Viajaba en un vagón de tercera; y un cura
viejo sacó su pipa y ofreció a la ventana,
hacia el aura, su frente, calma y de pelos pálidos.
Después, este cristiano, arrostrando las chanzas.
volviéndose hacia mí, me pidió, tristemente
y enérgico a la vez, tabaco ––que mascara
habiendo sido un día el capellán mayor
de un retoño real dos veces en la trápala[502]––
para mascar[503] el tedio de un túnel, negra vena,
que se ofrece al viajero, en Soissons[504], cabe al Aisna[505].
FRANÇOIS COPPÉE
A. R.
4
Prefiero en primavera, sin duda, el merendero
donde castaños de indias enanos brotan vástagos
en el estrecho prado comunal, en los días
de mayo. Chuchos jóvenes, que apartan a golpazos,
junto a los Bebedores, destrozan los jacintos
del jardín: y en la tarde de un rojo anaranjado,
por la mesa en la que, en mil setecientos veinte,
dejó, en latín, grabado su apodo algún diácono,
flaco como una prosa en vidriera de iglesia[506],
la tos, que nunca embriaga, de las negras botellas.
FRANÇOIS COPPÉE
-
R.
5
¿ASEDIO?[507]
El infeliz cochero, bajo el dosel de chapa,
calentando un enorme sabañón, bajo el guante,
tras el ómnibus lento, por la margen izquierda,
aparta su talega de las ingles que le arden.
Y mientras ––suave sombra poblada por los guardias––
el honrado interior[508] ve en el cielo insondable
la luna que se acuna en su guata verdosa,
a pesar del edicto y de que ya es muy tarde,
y de que llega el ómnibus al Odeón[509], impuro
el crapuloso gruñe en el crucero oscuro!
FRANÇOIS COPPÉE
A. R
6
RECORDANDO EL RECUERDO[510]
El año en que nació el Príncipe imperial
me ha dejado el recuerdo inmensamente tierno
de un París limpio, lleno de ENES[511] de oro y de nieve,
por las rejas del parque y el carrusel eterno,
que brillan, tricolormente[512] enguimaldadas[513].
Y en la tarde agitada por ajados sombreros,
por chalecos con flores, por vetustas levitas
y el canto, en las cantinas, de los viejos obreros,
negro, el Emperador, sobre chales que alfombran
la calle, va, tan pulcro, con la Santa Española[514]
FRANÇOIS COPPÉE
7[515]
EL NIÑO que cogió las balas, Niño Púber,
en cuyas venas corre la sangre del Exilio
y de un Ilustre Padre, oye brotar su vida
esperando alcanzar, bello además de altivo,
cortinas que no sean de Trono[516] o de Pesebres[517].
Y así, su fino busto no aspira a los portillos
del Porvenir![518]––Dejó el antiguo juguete.
¡Su[519] dulce sueño! ¡Su hermoso Enguiano! Perdido,
su mirar en inmensas soledades se sume:
«¡Pobre joven, sin duda, ya tiene la Costumbre!»
FRANÇOIS COPPÉE
8
LA ESCOBA[520]
Es una humilde escoba, de grama muy grosera
para una alcoba... incluso, para pintar un muro[521]
Emplearla es tan triste: no nos riamos de ella.
Raíz cogida de una pradera, su peludo
mato se seca inerte; su mango ya está blanco,
como madera de isla que el verano iracundo
enrojece[522]. La cuerda parece trenza rígida.
De este objeto me gusta su aroma triste y rudo:
¡quiero lavar con ella tu ancha playa de leche[523],
oh Luna, donde nuestras Hermanas muertas duermen!
F. C.
10
EXILIO[524]
...................................................................................................................................
¡Ay, cuánto nos importa, mi querido Conneau!...[525]
¡Más que el Tío Glorioso, el Parvo Ramponneau!...[526]
¡Todo instinto honorable nace en el débil pueblo!...
¡Por su culpa sufrimos amargo desconsuelo!...
¡Cómo nos gustaría echarle ya el cerrojo
al Viento que los niños llaman Napi-Napojo....[527].
...................................................................................................................................
Fragmento de una epístola en verso de Napoleón III. 1871
11
HIPOTIPOSIS SATURNIANAS[528],
EX BELMONTET
¿Cuál es ese misterio impenetrable, oscuro?
¿Por qué, sin levantar su velamen tan puro
se hunde la joven barca real que ya han botado?
Invirtamos la pena de los lacrimatorios[529].
..................................................................................................................................
Amor quiere vivir a expensas de su hermana,
y la amistad a expensas de su hermano.
..................................................................................................................................
¡El cetro que a penas reverenciamos
sólo es la cruz de un gran calvario
sobre el volcán de las naciones!
..................................................................................................................................
¡Pero el honor chorrea por tu bigote macho![530]
BELMONTET
arquetipo parnasiano
12
LOS STUPRA[531]
Primero[532]
Las bestias primitivas cubrían a galopa,
con glandes albardados en sangre y excremento.
Nuestros padres mostraban con orgullo su miembro,
el pliegue de la vaina y las bolsas rugosas.
En la edad media, a la hembra, ya fuera ángel o gocha[533],
le era preciso un mozo de sólido ornamento;
hasta al mismo Kleber[534], si el culote es sincero,
no han debido faltarle los recursos que te honran[535].
El humano al mamífero más altivo es igual;
el grandor de su miembro sin razón nos extraña;
pues sonó la hora estéril: el caballo fugaz
y el buey han embridado sus ardores; ya nada
ni nadie osa arbolar su orgullo genital
por boscajes que puebla una grotesca infancia.
SEGUNDO[536]
Nuestros glúteos no son iguales a sus glúteos[537]
He visto a gente en cueros, detrás de los vallados,
y a niños, cuando juegan libremente en el baño,
los planos y las huellas que ofrecen nuestros culos.
Más firmes, aunque a veces, con un color blancuzco,
y distintos niveles que entolda el emparrado[538]
de los pelos. En ellas, sólo florece el raso
por su raja embrujada, raso largo y profuso.
Con una maestría que embriaga y maravilla
que sólo vi en los ángeles de las pinturas sacras
simulan un carrillo donde anida una risa[539].
¿Estar, así, desnudos, encontrar gozo y calma,
con la frente inclinada hacia su oronda dicha
y libres, los dos juntos, susurrar una lágrima?
Y TERCERO[540]
Tan oscuro y fruncido como un clavel morado,
respira humildemente, entre el musgo, al abrigo,
húmedo aún de amor, con dulzura escurrido
entre las blancas nalgas hasta su centro orlado.
Hilillos semejantes a lagrimones lácteos[541]
han llorado en el viento cruel, que al no admitirlos
los lanza entre los cuajos de unos lodos rojizos
hasta perderse donde han sido convocados.
Mi sueño se embocó, tenaz, a su ventosa;
mi espíritu, envidioso del coito material,
hizo de él lagrimal y nido de sus quejas.
Es la oliva convulsa, es la flauta mimosa,
el tubo por do baja la almendra celestial
Canaán femenino que la humedad apresa.
IV ÚLTIMOS VERSOS[542]
1
MEMORIA[543]
I
El agua clara, sal de lágrimas de la infancia,
el asalto al sol de cames de mujeres blancas
las sedas, en tropel, con el lis puro, oriflamas
por los muros que antaño la doncella amparara[544];
batir de ángeles; ––No...
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