¡Malditas vuestras familias!

Se acabó. ¿Se fue sin llevarse nada?

BENVOLIO

¿Estás herido?

MERCUCIO

Sí, sí: es un arañazo, un arañazo. Eso basta.

¿Y mi paje? - Vamos, tú, corre por un médico.

[ Sale el paje.]

ROMEO

Ánimo, hombre. La herida no será nada.

MERCUCIO

No, no es tan honda como un pozo, ni tan ancha como un pórtico, pero es buena, servirá. Pregunta por mí mañana y me verás mortuorio. Te juro que en este mundo ya no soy más que un fiambre. ¡Malditas vuestras familias! ¡Voto a...! ¡Que un perro, una rata, un ratón, un gato me arañe de muerte! ¡Un bravucón, un granuja, un canalla, que lucha según reglas matemáticas! ¿Por qué demonios te metiste en medio? Me hirió bajo tu brazo.

ROMEO

Fue con la mejor intención.

MERCUCIO

Llévame a alguna casa, Benvolio,

o me desmayo. ¡Malditas vuestras familias!

Me han convertido en pasto de gusanos.

Estoy herido, y bien. ¡Malditas!

Sale [ con BENVOLIO].

ROMEO

Este caballero, pariente del Príncipe, amigo entrañable, está herido de muerte por mi causa; y mi honra, mancillada con la ofensa de Tebaldo. Él, que era primo mío desde hace poco. ¡Querida Julieta, tu belleza me ha vuelto pusilánime y ha ablandado el temple de mi acero!

Entra BENVOLIO.

BENVOLIO

¡Romeo, Romeo, Mercucio ha muerto!

Su alma gallarda que, siendo tan joven,

desdeñaba la tierra, ha subido al cielo.

ROMEO

Un día tan triste augura otros males:

empieza un dolor que ha de prolongarse.

Entra TEBALDO.

BENVOLIO

Aquí retorna el furioso Tebaldo.

ROMEO

Vivo, victorioso, y Mercucio, asesinado.

¡Vuélvete al cielo, benigna dulzura,

y sea mi guía la cólera ardiente!

Tebaldo, te devuelvo lo de «ruin»

con que me ofendiste, pues el alma de Mercucio está sobre nuestras cabezas esperando

a que la tuya sea su compañera.

Tú, yo, o los dos le seguiremos.

TEBALDO

Desgraciado, tú, que andabas con él,

serás quien le siga.

ROMEO

Esto lo decidirá.

Luchan. Cae TEBALDO.

BENVOLIO

¡Romeo, huye, corre! La gente

está alertada y Tebaldo ha muerto.

¡No te quedes pasmado! Si te apresan, el Príncipe te condenará a muerte. ¡Vete, huye!

ROMEO

¡Ah, soy juguete del destino!

BENVOLIO

¡Muévete!

Sale ROMEO. Entran CIUDADANOS.

CIUDADANO

¿Por dónde ha huido el que mató a Mercucio?

Tebaldo, ese criminal, ¿por dónde ha huido?

BENVOLIO

Ahí yace Tebaldo.

CIUDADANO

Vamos, arriba, ven conmigo.

En nombre del Príncipe, obedece.

Entran el PRÍNCIPE, MONTESCO, CAPULETO, sus esposas y todos.

PRÍNCIPE

¿Dónde están los viles causantes de la riña?

BENVOLIO

Ah, noble Príncipe, yo puedo explicaros

lo que provocó el triste altercado.

Al hombre que ahí yace Romeo dio muerte;

él mató a Mercucio, a vuestro pariente.

SEÑORA CAPULETO

¡Tebaldo, sobrino! ¡Hijo de mi hermano!

¡Príncipe, marido! Se ha derramado

sangre de mi gente. Príncipe, sois recto: esta sangre exige sangre de un Montesco.

¡Ah, Tebaldo, sobrino!

PRÍNCIPE

Benvolio, ¿quién provocó este acto sangriento?

BENVOLIO

Tebaldo, aquí muerto a manos de Romeo.

Siempre con respeto, Romeo le hizo ver

lo infundado de la lucha y le recordó

vuestro disgusto; todo ello, expresado

cortésmente, con calma y doblando la rodilla, no logró aplacar la ira indomable

de Tebaldo, quien, sordo a la amistad,

con su acero arremetió contra el pecho de Mercucio, que, igual de furioso, respondió desenvainando y, con marcial desdén, apartaba la fría muerte con la izquierda, y con la otra devolvía

la estocada a Tebaldo, cuyo arte

la paraba. Romeo les gritó

«¡Alto, amigos, separaos!» , y su ágil brazo, más presto que su lengua, abatió sus armas y entre ambos se interpuso. Por debajo

de su brazo, un golpe ruin de Tebaldo acabó con la vida de Mercucio. Huyó Tebaldo,

mas pronto volvió por Romeo, que entonces pensó en tomar venganza. Ambos se enzarzaron como el rayo, pues antes de que yo

pudiera separarlos, Tebaldo fue muerto;

y antes que cayera, Romeo ya huía.

Que muera Benvolio si dice mentira.

SEÑORA CAPULETO

Este es un pariente del joven Montesco;

no dice verdad, miente por afecto.

De ellos lucharon unos veinte o más

y sólo una vida pudieron quitar.

Que hagáis justicia os debo pedir:

quien mató a Tebaldo, no debe vivir.

PRÍNCIPE

Le mató Romeo, él mató a Mercucio.

¿Quién paga su muerte, que llena de luto?

MONTESCO

No sea Romeo, pues era su amigo.

Matando a Tebaldo, él tan sólo hizo

lo que hace la ley.

PRÍNCIPE

Pues por ese exceso

inmediatamente de aquí le destierro.

Vuestra gran discordia ahora me atañe:

con vuestras refriegas ya corre mi sangre.

Mas voy a imponeros sanción tan severa

que habrá de pesaros el mal de mi pérdida.

Haré oídos sordos a excusas y ruegos,

y no va a libraros ni el llanto ni el rezo, así que evitadlos. Que Romeo huya,

pues, como le encuentren, su muerte es segura.

Llevad este cuerpo y cumplid mi sentencia: si a quien mata absuelve, mata la clemencia.

Salen.

III.ii Entra JULIETA sola.

JULIETA

Galopad raudos, corceles fogosos,

a la morada de Febo; la fusta

de Faetonte os llevaría al poniente,

trayendo la noche tenebrosa . .

Corre tu velo tupido, noche de amores;

apáguese la luz fugitiva y que Romeo,

en silencio y oculto, se arroje en mis brazos.

Para el rito amoroso basta a los amantes

la luz de su belleza; o, si ciego es el amor, congenia con la noche. Ven, noche discreta, matrona vestida de negro solemne,

y enséñame a perder el juego que gano,

en el que los dos arriesgamos la virginidad.

Con tu negro manto cubre la sangre inexperta que arde en mi cara, hasta que el pudor

se torne audacia, y simple pudor un acto de amantes.

Ven, noche; ven, Romeo; ven, luz de mi noche, pues yaces en las alas de la noche

más blanco que la nieve sobre el cuervo.

Ven, noche gentil, noche tierna y sombría, dame a mi Romeo y, cuando yo muera,

córtalo en mil estrellas menudas:

lucirá tan hermoso el firmamento

que el mundo, enamorado de la noche,

dejará de adorar al sol hiriente.

Ah, compré la morada del amor

y aún no la habito; estoy vendida

y no me han gozado. El día se me hace eterno, igual que la víspera de fiesta

para la niña que quiere estrenar

un vestido y no puede. Aquí viene el ama.

Entra el AMA retorciéndose las manos, con la escalera de cuerda en el regazo.

Ah, me trae noticias, y todas las bocas

que hablan de Romeo rebosan divina elocuencia.

¿Qué hay de nuevo, ama? ¿Qué llevas ahí?

¿La escalera que Romeo te pidió que trajeses?

AMA

Sí, sí, la escalera.

[ La deja en el suelo.]

JULIETA

Pero, ¿qué pasa? ¿Por qué te retuerces las manos?

AMA

¡Ay de mí! ¡Ha muerto, ha muerto!

Estamos perdidas, Julieta, perdidas.

¡Ay de mí! ¡Nos ha dejado, está muerto!

JULIETA

¿Tan malvado es el cielo?

AMA

El cielo, no: Romeo. ¡Ah, Romeo, Romeo!

¿Quién iba a pensarlo? ¡Romeo!

JULIETA

¿Qué demonio eres tú para así atormentarme?

Es una tortura digna del infierno.

¿Se ha matado Romeo? Di que sí,

y tu sílaba será más venenosa

que la mirada mortal del basilisco.

Yo no seré yo si dices que sí, o si están cerrados los ojos que te lo hacen decir.

Si ha muerto di « sí »; si vive, di « no ».

Decirlo resuelve mi dicha o dolor.

AMA

Vi la herida, la vi con mis propios ojos

(¡Dios me perdone!) en su pecho gallardo.

El pobre cadáver, triste y sangriento,

demacrado y manchado de sangre,

de sangre cuajada. Me desmayé al verlo.

JULIETA

¡Estalla, corazón, mi pobre arruinado!

¡Ojos, a prisión, no veáis la libertad!

¡Barro vil, retorna a la tierra, perece

y únete a Romeo en lecho de muerte!

AMA

¡Ay, Tebaldo, Tebaldo! ¡Mi mejor amigo!

¡Tebaldo gentil, caballero honrado,

vivir para verte muerto!

JULIETA

¿Puede haber tormenta más hostil?

¿Romeo sin vida y Tebaldo muerto?

¿Mi querido primo, mi amado señor?

Anuncia, trompeta, el Día del Juicio,

pues, si ellos han muerto, ¿quién queda ya vivo?

AMA

Tebaldo está muerto y Romeo, desterrado.

Romeo le mató y fue desterrado.

JULIETA

¡Dios mío! ¿Romeo derramó sangre de Tebaldo?

AMA

Sí, sí, válgame el cielo, sí.

JULIETA

¡Qué alma de serpiente en su cara florida!

¿Cuándo un dragón guardó tan bella cueva?

¡Hermoso tirano, angélico demonio!

¡Cuervo con plumas de paloma, cordero lobuno!

¡Ser despreciable de divina presencia!

Todo lo contrario de lo que parecías,

un santo maldito, un ruin honorable.

Ah, naturaleza, ¿qué no harías en el infierno si alojaste un espíritu diabólico

en el cielo mortal de tan grato cuerpo?

¿Hubo libro con tal vil contenido

y tan bien encuadernado? ¡Ah, que el engaño resida en palacio tan regio!

AMA

En los hombres no hay lealtad, fidelidad, ni honradez. Todos son perjuros, embusteros, perversos y falsos. ¿Dónde está mi criado?

Dame un aguardiente: las penas y angustias me envejecen. ¡Caiga el deshonor sobre Romeo!

JULIETA

¡Que tu lengua se llague por ese deseo!

Él no nació para el deshonor. El deshonor se avergüenza de posarse en su frente,

que es el trono en que el honor puede reinar como único monarca de la tierra.

¡Ah, qué monstruo he sido al insultarle!

AMA

¿Vas a hablar bien del que mató a tu primo?

JULIETA

¿Quieres que hable mal del que es mi esposo?

¡Mi pobre señor! ¿Quién repara el daño

que ha hecho a tu nombre tu reciente esposa?

Mas, ¿por qué, infame, mataste a mi primo?

Porque el infame de mi primo te habría matado.

Atrás, necias lágrimas, volved a la fuente; sed el tributo debido al dolor

y no, por error, una ofrenda a la dicha.

Mi esposo está vivo y Tebaldo iba a matarle; Tebaldo ha muerto y habría matado a Romeo.

Si esto me consuela, ¿por qué estoy llorando?

Había otra palabra, peor que esa muerte,

que a mí me ha matado.